Heraldo-Diario de Soria

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En el mes de septiembre de 1974, un grupo de jóvenes alumnos del prf. Martín Almagro Basch eran nombrados conservadores-directores de museos por la Dirección General de Bellas Artes del extinto Ministerio de Educación y Ciencia. Entre ellos estaba José Luis Argente Oliver.

El 17 de septiembre, ya hace cincuenta años, de 1974 tomaba posesión y llegaba a Soria un hombre joven y con una maleta cargada de proyectos y con una enorme ilusión.

Había nacido en tierras limítrofes, en Zaragoza y se había licenciado en Historia Antigua en la Universidad Complutense de Madrid, y desde sus inicios, se enfocó hacia el mundo de la arqueología. Tras sus prácticas de museos, en el Arqueológico Nacional, obtuvo la Beca de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, desarrollando su labor en el citado museo y allí nos conocimos.

Era el otoño de 1973 nosotros llegábamos al Museo como ayudante de Juan Jiménez Salmerón, el fotógrafo del centro, y José Luis en aquellos meses prestaba sus servicios en el Archivo fotográfico. Enseguida empatizamos, era muy fácil con él, entonces empezábamos nuestra licenciatura y queríamos seguir su línea, aunque enfocada al mundo medieval.

En noviembre de 1974, acordamos que le echaríamos una mano para empezar a montar el laboratorio fotográfico de su "Museo" y desde entonces hasta su adiós fue una constante y permanente colaboración: Madrid, Soria, Valladolid.

Su llegada a Soria supuso un cambio tremendamente positivo para la arqueología soriana y para los museos de la provincia. Enseguida vio la necesidad de convertir el Museo en "Museo Madre" del resto de dependencias del mismo y con un completo proyecto tomó varias iniciativas que relanzaron este campo de la cultura.

Recuperó el nombre de Museo Numantino, para el Museo Provincial; renovó el espacio museográfico de San Juan de Duero e inició las gestiones para la ampliación del Museo y con un proyecto de un nuevo edificio de los arquitectos Francisco de Gracia y Francisco Ceña logró poner Soria a un buen nivel en materia de museos.

Pero a su labor como conservador-director, plaza que obtuvo por oposición en 1976, unía la de Consejero Provincial de Bellas Artes y responsable de la arqueología provincial y ahí también puso su labor y su huella, especialmente en Tiermes.

José Luis, como nosotros, se había formado con Don Martín Almagro Basch y sabía lo importante que era unir al trabajo del museo la labor en un gran yacimiento de la provincia y proyectar el mismo hacia la sociedad. Por ello, junto con un grupo de jóvenes arqueólogos: Adelia Díaz, Alfredo Jimeno, José María Izquierdo y nosotros, puso en marcha una importante programación, que mantuvo hasta sus últimos días en Tiermes: plan director del conjunto arqueológico, adquisición de terrenos para la administración pública, excavaciones, consolidaciones y la "perla", un "Museo Monográfico" que recogiese los resultados de los trabajos de campo. A todo ello unió una larga e interesante relación de publicaciones divulgativas y científicas del yacimiento.

Pero el Museo Numantino tenía otras filiales y Argente no solo no se olvidó de ellas, sino que se volcó en las mismas con la idea de ponerlas al día y a disposición de la ciudadanía.

El yacimiento de Numancia y el de Uxama se incorporaron a los conjuntos arqueológicos con un plan director; el Museo Monográfico de Ambrona, los estudios de la Ermita de San Baudelio en Casillas de Berlanga, etc. tuvieron su hueco en este gran proyecto.

Pero pese a toda esa intensa y constante labor, también enfocó su buen hacer en el resto de la provincia y en su época se realizaron interesantes trabajos de investigación arqueológica como los de Juan Zozaya en Gormaz; los de García Merino en Uxama; los de Alfredo Jimeno en Numancia; los de Manuel Santonja en Ambrona o los de Manuela Domènech, Elías Terés y nosotros en Ágreda.

Asimismo a él se deben las gestiones para la restauración de los tapices de Oncala y, por si todo ello fuera poco, cuando se le demandaba colaboración para exposiciones, conferencias, etc. siempre estaba dispuesto.

Aún recordamos cuando en la década de los noventa, del pasado siglo, hubo dificultades para el montaje del nuevo Museo de Palencia, desde la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural solicitamos su colaboración. Allí se desplazó y fue el ejecutor del citado montaje.

Al margen de su familia, Adelia y Lara, el trabajo, la arqueología y Tiermes fueron claves en él y prueba de esta afirmación es que estando en el yacimiento excavando se le trasladó al Hospital de Santa Bárbara, en donde fallecería. "Murió con las botas puestas".

Aún recordamos una frase de la homilía que se dijo en su funeral: "La pasión por su trabajo, los planes para el futuro que hasta el último momento exponía a sus amigos, nos deja bien claro que él entendía que el trabajo bien hecho era una manera de servir a la ciencia y a los hombres, mientras labraba su propia santificación".

El pasado martes, día 17, ya hizo medio siglo que un hombre bueno vino a Soria, José Luis Argente Oliver. 

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