Heraldo-Diario de Soria

Editorial

El ahorro récord, síntoma de la buena salud económica de Castilla y León

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Los datos de créditos y depósitos bancarios en Castilla y León arrojan al menos dos interpretaciones fundamentales. La primera, otro mazazo para los aliados del apocalipsis que sigue sin llegar a Castilla y León, por mucho que se empecinen. Se discuten y debaten las opiniones. Los datos, no. Y no estaría de más que empezaran a abandonar su latente victimismo como arma electoralista, porque no cotiza, a la vista del crecimiento, los datos de empleo y el resto de coyuntura económica de Castilla y León, en sintonía con la española.

La segunda interpretación es que la buena marcha de la economía se traduce no sólo en consumo, que es motor laboral y económico en una economía netamente de servicios, pero con importantes ejes industriales, como la automoción o la agroalimentación. La agroalimentación en su conjunto, desde el sector primario, puntero, hasta el transformador, con algunas de las fábricas más modernas de España y de Europa. Es el músculo inalienable y no deslocalizable de Castilla y León, el de la agroindustria y el campo. La buena marcha económica se traduce en que junto al consumo, disparado, el ahorro sigue batiendo récords en las cuentas de los ciudadanos de Castilla y León, con más de 80.000 millones en depósitos, según los datos consolidados del pasado ejercicio ofrecidos ayer por la Junta de Castilla y León.

Pero además hay una tercera interpretación, que no es menor. Los ciudadanos aprendieron de las mentiras y los embustes que les contaron antes de la crisis financiera que comenzó en 2008 y se alargó más de siete años. La inversión crediticia sigue en mínimos, con 27.000 millones. Muy lejos de los 75.000 millones con los que se cerró 2009, que fue el año definitivo de la explosión de la crisis inmobiliaria y financiera. Y seguramente, el sistema bancario, limpio de las politizadas cajas de ahorro, también ha aprendido la lección. Fundamentalmente porque la banca que hay ahora es privada y no puede depender de los rescates que tuvimos que acometer para salvar el mangoneo que dejó la acción política en las cajas de ahorro, un lugar donde el dinero de todos corría como un río desbordado para sufragar caprichos, chiringuitos y chollos, en muchos casos de los rectores políticos y empresariales que poblaban los consejos de administración de aquellas desaparecidas entidades. Hoy seguimos pagando aquel dispendio, mientras los autores y artífices se fueron de rositas. Sólo la política salva la política.

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