Heraldo-Diario de Soria

Ignacio Soria

"Replicar al Ecce Homo, que salía un día al año, me parece un error garrafal e injustificado"

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Cuenta la leyenda que cuando el maestro imaginero, Gregorio Fernández, terminó de esculpir la talla de la imagen del `Señor Atado a la Columna’ para la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz de Valladolid en el año de 1619, ésta cobró vida y le preguntó al escultor: ¿dónde me miraste que tan bien me retrataste?; “en mi corazón, Señor”, respondió él. Esa imagen, que hace años pude ver y admirar en persona, está considerada como una de las mejores obras escultóricas de Cristo atado a la columna por su perfección anatómica y serena expresión. No sorprende, por tanto, que la misma sea motivo de orgullo de la Semana Santa vallisoletana, y en especial, en el Lunes Santo que es cuando procesiona ante el fervor del pueblo. Frente a esa preservación de las tradiciones por toda España, que es lo que le da sentido a nuestra historia y rinde homenaje a aquellos que nos la dejaron a modo de albaceas testamentarios,  este año y en nuestra ciudad, se decidió coincidiendo con el 75 aniversario de la fundación de la cofradía del Ecce Homo —extraña manera de celebrar tres cuartos de siglo—, reemplazar la talla artística del siglo XVII y que durante décadas ha recorrido nuestras calles, por una réplica que salió en procesión el pasado Miércoles Santo. Leí la víspera y a modo de justificación, que también las tallas de los santos de las Fiestas de San Juan habían sido replicadas. Pero miren, que el ayuntamiento encargara una copia de las tallas de los santos de las 12 cuadrillas, no debería de ser ejemplo a seguir con las imágenes de nuestra Semana Santa, porque en realidad, nada tiene que ver un caso con el otro. Yo pensaba que el objetivo en los últimos años era elevar todavía más nuestra Semana Santa hacia el tablero nacional —toda vez que ya está asentada en el regional—, y no degradarla lo más mínimo con este tipo de invenciones que sin duda alguna la desprestigian. Lo de replicar las tallas sanjuaneras es algo que era más que necesario. Primero y como bien me explicó una vez un técnico municipal, porque en el albur de los 7 días y sumando a ellos el Catapán, algunas imágenes pueden sufrir daños por la propia esencia y contexto de unas fiestas bulliciosas por antonomasia y cargadas de vino tinto. Y segundo, porque al quedar después en algunos casos depositadas todo el año en casa de los jurados, su cuidado no siempre se hacía —sin entrar en mayores detalles—, con las debidas garantías. Pero replicar al Ecce Homo, que salía un día al año y le daba al resto del conjunto procesional soriano el empaque, solemnidad y valor artístico que merece, me parece un error garrafal e injustificado. Si otras cofradías sorianas, —como por ejemplo la de La Soledad con su Cristo del Humilladero del siglo XVI—, decidieran también dar el cambiazo a sus imágenes, créanme que perderíamos una esencia que, en otras ciudades de España, ni por asomo se plantearían. Y no lo harían, porque es precisamente la autenticidad de sus figuras, su mayor orgullo y su mejor reclamo.

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