Heraldo-Diario de Soria

Sanidad

La unidad del dolor de Soria trata a más de 400 pacientes, la mitad por problemas de espalda

La media son cinco consultas y en torno a un 10% recibe el alta, con una lista de espera de seis meses. «Cada mejoría son pequeños éxitos que vemos como grandes victorias», asegura el doctor Lozano

La unidad del dolor se puso en marcha en mayo de 2023 en el Hospital Santa Bárbara.MARIO TEJEDOR

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Soria

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El dolor puede combatirse y superarse. Contra él luchan a diario muchos pacientes y más de 400 lo hacen ahora en Soria con la atención prestada desde la unidad hospitalaria puesta en marcha, en mayo de 2023, en el Santa Bárbara. Una asistencia «multidisciplinar», como apunta su responsable, el anestesiólogo José Miguel Lozano, que abarca desde trabajo de control mental a tratamientos farmacológicos y técnicas de neuromodulación, pasando por el ejercicio físico y terapias conductuales. «Combinando todas estas cosas es cuando conseguimos más éxitos», puntualiza Lozano.

La unidad del dolor realizó el pasado año, el primer ejercicio completo, unas 2.000 consultas, una cifra destacable, con una media de cinco por paciente. «Esos 400 nuevos al año generan de media unas cinco visitas, algunos necesitan que sean cada 20 días o un mes, otros cada dos meses», y también hay seguimiento telefónico, del que se encarga la enfermera. Los resultados son, evidentemente, muy variables, pero se producen. Según indica Lozano, «cada mejoría son pequeños éxitos que vemos como grandes victorias». «Vamos viendo resultados en los pacientes y estamos satisfechos», menciona hablando de los profesionales que conforman la unidad, cinco anestesiólogos y una enfermera.

«Del ejercicio inicial a lo que pueden hacer después es donde vemos lo que han mejorado, porque el paciente siempre dice, si voy con una muleta, pero tenemos que recordarle que antes iba en silla de ruedas y no caminaba. A veces no valoran lo que han conseguido porque siempre queremos más, y nuestra misión es hacer que lo vean», resume. En otros casos, la inmediata mejoría lleva al paciente a preguntarse «por qué hay algo que se puede hacer y no se lo han hecho antes. No les cabe en la cabeza». Los resultados son ya visibles con dos o tres meses, aunque en las lumbociáticas, más latoso, pueden ser de cuatro a seis meses.

El grado de satisfacción del usuario queda demostrado con una circunstancia muy reveladora. Todos los días la unidad recibe «tres o cuatro llamadas» de pacientes a los que se les facilitó el número para poder ayudarles si hubiera recaída, y recurren si sufren un proceso distinto e incluso consultan por sus familiares. «Si han cogido confianza y quieren volver es porque han salido contentos», deduce el responsable de la unidad.

La vía correcta para llegar hasta este servicio son las derivaciones de otros profesionales, sobre todo traumatología y reumatología, y actualmente la lista de espera está en unos seis meses. «Aún no estamos al cien por cien y lo mejoraremos», avanza Lozano, quien pone de manifiesto que en otras unidades del dolor de la Comunidad esperan un año y el tiempo es mayor en otros hospitales, si bien «por las de la unidad soriana, ha de ser menos», reconoce. No obstante, consideran en la unidad que están ya en el pico, porque las entradas de pacientes de interconsultas comienzan a aflojar.

Los que han conseguido el alta hasta ahora rondan el 10% del total, pero en este porcentaje también se incluyen aquellos pacientes a los que no se puede dar tratamiento contra el dolor, más allá de unas terapias mínimas, como pueden ser, por ejemplo, los afectados por fibromialgia.

Los dolores no entienden de edades ni perfiles así es que los pacientes que acuden a la unidad son tanto ancianos como de mediana edad –desgraciadamente, los niños que acuden suele ser porque existe una patología seria detrás que se revela con el dolor–. Y hasta un 50% lo hace con problemas de espalda, generalmente con final exitoso, aunque puedan quedar secuelas.

La otra mitad se reparten entre dolores neuropáticos, de irritación de unos nervios determinados; dolores oncológicos, y otros postquirúrgicos. «La cirugía no deja de ser una agresión y puede haber nervios que se dañen, estructuras que con la cicatrización y fibrosis estén o bien rozando un nervio o una disfasia muscular...», explica el anestesiólogo.

El «abordaje multidisciplinar» al que se refiere Lozano para tratar el dolor desde distintos campos requiere necesariamente la implicación del paciente. «Tiene que hacer su labor, entrenar su cerebro, entrenar la relajación, su concentración. El cerebro nos hace mejorar», confirma el experto al referirse a «técnicas de control mental, yoga, introspección, dejar la mente en blanco, con ejercicios de respiración».

El ejercicio físico también es básico, «genera endorfinas y muchas sustancias que están a favor de mejorar la calidad de vida y el dolor.

La parte del profesional a la hora de poner freno incluye farmacología y «técnicas de neuromodulación que van a los arcos del sitio donde se origina el dolor para bloquearlos y que el cerebro tenga menos estimulación de esa zona». Y por supuesto, técnicas psicológicas: «Tienes que hacer que afronten sus miedos, sus problemas sociales, culturales... de todo tipo». Por eso Lozano asegura que sería ideal que hubiera un psicólogo implicado en la unidad, aunque la necesidad choca con la falta de profesionales de este ramo. «Nosotros hacemos algunas terapias, muy de choque, conductuales, cambiando hábitos de conducta y viendo qué situación social tienen las personas, porque muchas veces hablando de ello mejoran también el dolor».

El objetivo de todo ello es lograr que el paciente pueda volver a su vida anterior al dolor, y para ello se necesita que el afectado tenga ganas. «A veces nuestra valoración es mejor que su percepción», porque no todos ponen de su parte con igual ánimo. «Antes iban con muletas y ya no, no conducían y ahora sí, no dormían y ya lo hacen, tienen cierta actividad», apunta Lozano sobre esos avances que permiten mejorar la calidad de vida.

El anestesiólogo reconoce que se han convertido en «hermanitas de la caridad». A los pacientes que reciben el alta les facilitan un teléfono para que tengan una vía rápida de acceso si surge algún problema, sobre todo teniendo en cuenta que para una cita con el traumatólogo pueden ser seis meses de espera. Pero ese no es el camino cuando se trata de procesos nuevos, por lo que pueden acabar incorporados a la lista de espera.

Lo que queda claro es que antes de la existencia de esta unidad, los pacientes deambulaban de una consulta a otra, del traumatólogo al reumatólogo y a rehabilitación. Ahora están focalizados.

«Les explicamos a los pacientes que algunas veces se produce una mejoría muy rápida, ojalá, pero no es eso lo que vendemos. Vendemos el intentarlo, el comprenderles, intentar que aunque queden secuelas, que sean las menos posibles y lo más llevadero para la vida». Esa es la filosofía de una unidad que marca pilares básicos para que el paciente encuentre mejoría: relajación, deporte, farmacología y el factor humano, el abrazo que libere oxitocina, una inyección de satisfacción que sirve hasta para mejorar el dolor.

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