El desconocido obispo de un pequeño pueblo de Soria
Fray Francisco de Arriba de Salto fue, además, predicador de la real capilla, confesor de los infantes y de la reina de Francia, hermana de Felipe II y esposa de Luis XIII
Nos prestaron, días pasados, el primer tomo del «Diccionario biográfico de los obispos españoles bajo el régimen del Real Patronato», de los fondos bibliográficos de la rica biblioteca del Colegio Seminario de Santo Domingo de Guzmán, sito en la villa de El Burgo de Osma. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, manifestamos nuestro más sincero agradecimiento a los responsables del centro en el que nos educaron y aprendimos por espacio de ocho cursos, coincidiendo éstos con el que consideramos, y lo hemos escrito en varias ocasiones, el segundo siglo de oro de la casa.
Pues bien, repasando sus 656 páginas en busca de obispos relacionados con nuestra diócesis-provincia, hemos dado con un craso error que nos alerta y nos crea ciertas dudas sobre la fiabilidad y calidad de los textos. ¿Cómo puede escribir J. A. Calvo Gómez, en la biografía del fraile franciscano Francisco de Arriba que nació en «Tejeriza (Guadalajara)»? No, lo cierto es que le parieron en Tejerizas, (Soria), lugar que, por esas fechas, contaría con unos diez vecinos pecheros y se hallaba integrado en el arciprestazgo de Almazán, diócesis de Sigüenza. Su existencia se documenta el año 1229 cuando se hizo arreglo definitivo, entre los obispos de esa diócesis y la de Osma, relativo a límites de ambas. Y en la estadística de todas las iglesias que había en la diócesis seguntina el año 1353 se asegura que «en las iglesias de Tejeriças e de llom del carro ha un beneficio curado con sus aventuras vale todo 250 maravedis». En lo civil formaba parte del sexmo de Cobertelada y del señorío del marquesado de Monteagudo.
Tras esta obligada precisión, y esperando que los dos próximos tomos sean más precisos en detalles, diremos que fray Francisco de Arriba de Salto (c. 1552-1622) vino a este mundo en Tejerizas (Soria) siendo hijo de Juan de Arriba y Leonor de Salto. Estudió en el convento franciscano de Almazán y Teología en Alcalá. Durante su colegiatura sustituyó en muchas ocasiones, en sus ausencias, al titular de la cátedra de Escoto. Catedrático de Filosofía de Escoto en esa Universidad y en las de Coimbra y Valladolid. Guardián de los conventos de Segovia y Palencia. Custodio para el capítulo general de Roma en 1600, visitador de la provincia de Santiago, definidor y ministro provincial de la provincia de la Concepción el 15 de octubre de 1607. Predicador de la real capilla de Felipe III, confesor, nombrado en 1609, de los Infantes y de la reina de Francia, Ana Mauricia de Austria, hermana de Felipe II y esposa de Luis XIII el justo. Debió permanecer en París unos siete años regresando a España hacia 1622.
Antes de incorporarse a su último destino se documenta su estancia, a fines de otoño de 1608, en los conventos de Almazán y Soria. De nuevo volvió a esta ciudad para asistir a la congregación que se celebró en ella el 25 de noviembre de 1614. El acta del Ayuntamiento soriano del día 21 ordenó «se vaya a visitar al Padre Generalísimo y al Reverendísimo Padre Confesor del Rey nuestro señor, del Príncipe e Infantes. La ciudad dijo que el convento de San Francisco está muy pobre y porque no tenía con que hacer el gasto que se le ofrece para la congregación, acordó que al Padre Guardián se le libren doscientos reales en el Mayordomo de propios, para ayuda a los gastos, los cuales se le den de limosna». Y el deán de la insigne iglesia colegial de San Pedro, García de Anguiano, el 1º de diciembre, propuso a sus hermanos de cabildo «como el generalísimo de San Francisco había venido a esta ciudad, acordando pasar a darle el parabien venido».
En premio a los servicios prestados el monarca le presentó para el obispado de Segovia, dignidad que no aceptó. Posteriormente, el 5 de septiembre de 1622, el papa Gregorio XVI le preconizó obispo de Ciudad Rodrigo, para sustituir a Jerónimo Ruiz Camargo, al que se trasladó a Coria. Durmió en el Señor sin haberse consagrado ni posesionado. Fue su sucesor, en la ciudad del acueducto, fray Agustín Antolínez Alfonso, fraile agustino del que se documenta su presencia en el monasterio soriano de Santa María de Gracia los años 1572-1574.
Varón doctísimo y uno de los teólogos más celebrados de su tiempo, fray Francisco jugó un papel decisivo en las acaloradas y agresivas controversias «de auxiliis» que mantuvo enfrentados a los más preclaros teólogos españoles a fines del silo XVI y principios del XVII. Ya siendo profesor de Teología en Valladolid había participado, como árbitro, en la célebre disputa de 1594, entre jesuitas y dominicos. Desde entonces continuó estudiando el problema de la gracia y, en 1600, en que asistió, en Roma, al capítulo general de su Orden presentó al Papa una apología titulada «Opus conciliatorium», publicada en París en 1622, que fue recibida con interés por el anciano y atormentado Pontífice. Prueba de ello es que nombró una comisión de cardenales neutrales para hacerla examinar y proponerla a las partes beligerantes como base de reconciliación, «pero era inútil hablar de reconciliación a quien se creía seguro de la victoria».
Más podríamos escribir al respecto, pero no queremos que nos pase como al poeta conquense Federico Muelas, enamorado de las tradiciones de estas fechas. En una ocasión pronunció el pregón de Navidad y tanto se entusiasmó que se extendió más de lo debido. Al año siguiente Manuel Alcántara, escritor y poeta malagueño y amigo de Federico, al recordarle, le dedicó esta cuarteta
«En el portal de Belén
habló Federico Muelas.
Al terminar, las pastoras
eran ya todas abuelas».