Entrevista. Jesús de la Merced Rubio
«Empecé a esquiar de chavalín: cuando había nieve nos hacíamos esquís con tablas»
Cuenta Pimba que las nieves cambian en función del lugar. Y no lo dice cualquiera. Este veterano esquiador -miembro del CES, como los buenos- ha recorrido España, Europa y hasta las Rocosas, allá en América, así que sabe de lo que habla. Importan los cristales de hielo y, mucho, la técnica: que se lo digan a él, que empezó a esquiar con esquís con tablas, calles arriba del Ayuntamiento de Soria.

Jesús de la Merced Rubio.
Pregunta.– Frisa los 80 y sigue esquiando. ¿Por qué?
R. (Ríe). Es curioso, porque cuando tenía 66 años me hicieron una entrevista en el periódico y el titular fue: “Poder esquiar hasta los 80”. Lo veía como cosa lejana y hace pocos días mis hijas me enviaron una copia del periódico en el que figuraba eso. Y así estamos ya, en los 80. Es mi droga, como dice mi mujer. Así seguimos, todo lo que podemos. (¿Por qué?). Por el disfrute de esquiar. Por la gente con la que estás, por los sitios... Esas cosas influyen mucho. El compañerismo es tremendo. La gente se vuelca, lo mismo que a mí me gusta enseñar a la gente, porque yo aprendí sin monitor ni nada, detrás de los que mejor esquiaban. Así empezamos, en el Piqueras. Hacíamos unos pivots característicos, solo sabíamos ir a la izquierda, que era ir hacia la montaña. Tan es así que había unos monitores que nos conocían y cuando nos veían decían 'mira, uno de Soria'.
P. Perdone la pregunta, ¿qué le dicen en casa?
R. Nada, como ya me conocen y saben lo que es para mí, están de acuerdo. Yo he tenido la gran suerte de que mi mujer me ha acompañado siempre y sigue haciéndolo; todavía me acompaña. Los días que no voy con el club o con los amigos, ella me acompaña.
P. Lo que no me negará es que está en forma.
R. Bueno, voy a nadar un rato todos los días media horita, suave. Ahora algo muy importante es la técnica, que hace que no te canses y puedas ir por todos los sitios con seguridad. La forma de esquiar ha variado mucho, por la edad. Lo tienes que reconocer; si no, te expones a perder lo que más te gusta. Puedes tener un accidente, es fácil que se te lleven, porque ahora está a tope de gente, y tienes que acondicionarte a la edad.
P. ¿Qué le da la nieve, Jesús?
R. Mucha felicidad. Felicidad, de verdad. Es donde más relajado estoy. Mira, yo padecí durante muchos años vértigo de Ménière, con unos mareos tremendos, sin poder hacer nada. Y así estuve diez años hasta que me operaron. Me había dado en todos los sitios, menos esquiando y no lo entendía. Se lo pregunté a mi médico, '¿cómo puede ser esto?'. ‘Porque ahí estás feliz’, me dijo.
P. ¿Quién le dio su primera clase de esquí y qué recuerda de ella?
R. No he dado clases. Yo empecé de chavalín. Vivía arriba de las calles del Ayuntamiento, aquello era ya campo y cuando había nieve nos hacíamos unos esquís con tablas que atábamos. Con eso empecé. Luego en la OJE nos dejaban unos esquís. La sensación era tal que, sobre todo ahora, te encuentras en sitios que prácticamente no puedes llegar de otra forma.
P. Dígame, ¿qué ha hecho usted de prohibido en el manto blanco?
R. Alguna vez me he saltado alguna cuerda, sí. Pero no debíamos haberlo hecho.
P. ¿Qué le da tiempo a pensar cuando se desliza?
R. No te da tiempo a nada, estás a lo que estás. No hay deporte que te desconecte más que la nieve. Y la gente que ha hecho muchos deportes dice lo mismo. Te desconecta totalmente.
P. Soria, tan fría, tan fría y heladora, pero aquí se esquía poco, oiga.
R. Ahora ya casi es imposible. Somos muchos esquiadores en Soria y lo malo es que nos tenemos que desplazar mucho, porque la tenemos lejos. Pero antes recuerdo esquiar desde el Puerto Piqueras bajar a La Póveda esquiando desde arriba, hasta que nos prohibieron bajar por la carretera. Pero es que entonces había nieve. Ahora es imposible. Ahora se necesita altura, mucha altura y aun así sigue habiendo problemas. Como puedes ver este año no hay nieve en ningún sitio cuando ya tal día como mañana hubiéramos estado esquiando en Baqueira, que es la primera que abre. El comienzo cada vez se retrasa más y el tiempo cada vez se acorta más también.
P. También les afecta el cambio climático.
R. Muchísimo, no te puedes imaginar. He estado esquiando en Los Alpes en verano. Subí con alguien de allá y me comentó que el glaciar que estábamos viendo lo conocía él hasta abajo. Retrocede cada verano unos 25 centímetros.
P. ¿Qué diferencia al Centro Excursionista Soriano (CES) de hoy del que había en los años 80?
R. Se nota mucho. Mira, José Luis Catalán fue el primero que se atrevió a saltar el charco, porque antes hacíamos recorrido por Europa, pero nunca nos habíamos decidido a pasar a Las Rocosas de Estados Unidos, ni a las de Canadá. A eso hay que echarle valor; luego es ya mecánica porque ya conoces lo que es. Hay que ser valiente para hacerlo. Luego ya te metes y haces lo que sea.
P. ¿Qué le ha faltado a esta tierra para unas pistas largas y unos forfait potentes?
R. Ahora le ha faltado altura, pero en su época pudo haber llegado a tener algo. No te voy a decir que fuera como alguna estación del Pirineo, pero sí pudo haber tenido algo. Recuerdo cuando se consiguió dinero para hacerlo en Urbión, la orientación no es demasiado buena. Tenemos Santa Inés y con todo el trabajo que hace Juan Carlos consigue un montón, porque hace mucha afición, con los colegios, y la gente se engancha.
P. Lo veo en nada siendo freerider.
R. No, no. No tengo edad para eso. Hay que ser más joven, además de conocer todos los tipos de esquí, porque las nieves cambian mucho de un sitio a otro. Para eso necesitas ser más joven. Podría meterme, pero más que disfrutar igual sufría por la edad, más que nada.
P. Hablando del freeride, ¿cómo es su nivel de riesgo? Hoy y ayer.
R. Ahora ninguno. El que pueda tener por otros, no por mí. Yo me he dado cuenta de cómo tengo que esquiar a mi edad y creo que lo consigo. No expongo nada. Al principio sí había riesgo, no dominas y haces determinadas cosas porque eres joven, pero cuando vas andando disfrutas más. Cuanto más dominas, más disfrutas. No ves peligro. Hoy el mayor riesgo creo que es la cantidad de gente que hay.
P. ¿De dónde viene Pimba, como le llaman?
R. Me han llamado así en todos los sitios. Me lo puso, según tengo oído, un amigo de mi hermano y no sé por qué. Pimba, Pimba y me quedé con ello. Me han llamado así en el colegio, en la mili... Tan es así que llamar a casa y preguntar ¿está Jesús? Y decir mis padres 'se ha equivocado de número'. Mi nombre no lo conoce casi nadie, muy poca gente.
P. Lo peor que le ha pasado esquiando. Y lo mejor.
R. Son cosas que pasan, te expones. He tenido un par de averías, una rotura del tróquiter y otra en la cabeza del húmero con una diferencia de ocho años y de la forma más tonta. Las dos casi parado, que son las peores. Una caída en seco da problemas.
Y lo mejor es haber recorrido todas las estaciones en que he estado. Todas las buenas de Europa, de Estados Unidos y de Canadá. Eso es bonito y los recuerdos que tienes, también.
P. Con lo numerosos que son y lo potente que es la entidad (el CES), me da que le faltó algo a la hora de apostar por el punto de nieve. ¿Cómo lo ve?
R. No se nos hizo ningún caso. Ni en muchas cosas y voy a recordar una. Cuando arreglaban la carretera de subida al Puerto de Santa Inés solicitamos que hicieran un tubo para poder subir corriente eléctrica. Si hubieran subido aquello... Luchamos, luchamos y no lo conseguimos.
P. He leído que los primeros indicios de la existencia del esquí se remontan al año 8000 a. C.. ¿Será posible?
R. No lo sé. No te puedo decir. Muy antiguo tiene que ser, pero para moverte por la nieve como con unos esquís no hay nada.
P. ¿Hasta cuándo va a seguir utilizándolos?
R. (Ríe). Ahora no te puedo decir que hasta que llegue a los 80. Ya he llegado. Yo lo intento, pero ya sabes. Hoy estás muy bien y mañana... Lo intento, sí, y esquío desde el primer día que abren la estación hasta el día que cierran en España. Y cuando ocurre, aún solemos aguantar otro amigo y yo, José Antonio, y solemos irnos a Andorra, que cierran un par de semanas más tarde.