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TURISMO

Mina Petra y Mina Gandalia, los lagos de Soria más sorprendentes

Dos antiguas minas de hierro 'abandonadas' en Ólvega y Borobia son ahora singulares lagunas donde el color turquesa y la llegada de aves recuperan el espacio para la naturaleza

Vista de la Mina Petra de Ólvega, una antigua mina de hierro en Soria y ahora laguna de color turquesa. GONZALO MONTESEGURO

Publicado por
A. CARRILLO
Soria

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La naturaleza encuentra su camino y sabe transformar paisajes creados por la mano humana en atractivos que, salta a la vista, tienen su valor medioambiental. Las Médulas de León son quizás uno de los mejores ejemplos en todo el planeta, pero en una escala menor hay numerosos ejemplos. Soria cuenta con dos.

La mina Gandalia y la mina Petra, ambas en el extremo nororiental, forman parte de esa historia. Duras labores, accidentes de tren, toneladas de hierro para la industria... Y, hoy en día, dos curiosas lagunas que, sobre todo en el segundo caso, tiene tintes de naturaleza paradisíaca.

La historia de la mina Petra, hoy destino de una cómodo y agradable gracias a un camino bien habilitado desde Ólvega, es cuando menos azarosa. El padre Moncayo y sus inmediaciones resulta que no sólo daban agua. El mineral de hierro o incluso en la actualidad la magnesita permitieron al ser humano extraer materias primas de sus inmediaciones y establecer actividad por ejemplo en esta vecina Sierra del Madero.

Los romanos ya glosaban las bondades de las armas forjadas en la zona y hay quien sostiene que la explotación pudo comenzar hace milenios. Lo que sí está constatado es que en el siglo XVIII se extraía óxido de hierro para elaborar pigmentos, dando lugar al 'molino de almagre' de Ólvega. El nombre aún se mantiene vivo en estos tiempos en una zona de parque o en una asociación cultural.

Posteriormente, en este enclave olvegueño se apostó por extraer mineral de hierro de forma ya industrializada (concretamente oligisto), pero su primera andadura duró muy poco. Abrió en 1902 y no estuvo exenta de polémica por las duras condiciones de trabajo. En 1904 el tren que recorría la línea hasta Castejón (Navarra) portando lo extraído sufrió un accidente y la mina acabó cerrando temporalmente.

A mediados de los años 50 los métodos de trabajo habían evolucionado y se decidió volver a explotarla en la que sería su tercera o cuarta vida. Entonces sí, fue una mina próspera que durante 30 años fue sacando de sus entrañas el mineral de la sierra del Madero para el desarrollo industrial. Se cuenta que llegó a superar los 200 trabajadores, siendo una de las grandes industrias de la zona. Sin embargo, la llegada de los años 80 propició su cierre y el enclave fue tomado poco a poco por la naturaleza hasta presentar el aspecto que luce hoy en día.

Lo que antaño era la hoya de la que se extraía el oligisto, pasó a inundarse para dar forma a una laguna. Los minerales de la sierra del Madero fueron aportándole su singular color y hoy en día sus aguas turquesa evocan una tropicalidad turquesa que, obviamente, no se corresponde exactamente con el resto del paisaje.

Vista de la Mina Petra de Ólvega. GONZALO MONTESEGURO

Los olvegueños y visitantes fueron descubriendo un paraje cada vez más natural y bello. Para disfrutarlo, parte de aquel ferrocarril ancestral de infaustas noticias hace 118 años se transformó en la Vía Verde que hoy conecta la localidad con la Mina Petra. Gracias a ello, el pesado camino de los mineros es hoy un muy agradable paseo para disfrutar a pie o incluso en bicicleta o a caballo. Obviamente el borde de la explotación está vallado con madera por seguridad, permitiendo disfrutar de la ruta sin excesivos peligros y haciéndola totalmente apta para familias y grupos, siempre con algo de lógica prudencia.

Para llegar hasta allí hay además otros alicientes. La sierra del Madero, muy cercana al Moncayo, mantiene buena parte de sus valores naturales. En este caso los ancianos robles jalonan el recorrido brindando sombra a los visitantes y alimento y cobijo a la numerosa fauna. En verano, sombra fresca, y en este incipiente otoño tonos dorados que se han adelantado por culpa de la sequía y el calor. Eso sí, la laguna de la Mina Petra resiste con agua y sus tonos azulados. Ni la escasez de lluvias puede con esta reconquista de la naturaleza.

Además, el camino verde de Ólvega no se queda ahí. Parte de la propia localidad y muestra la ermita de la querida Virgen de Olmacedo, estando enfrente el parque del Molino de Almagre, aunque hoy ya no se conserva la estructura. Posteriormente llega a la mina Petra y, después de disfrutar de sus singulares aguas, se encamina hacia la Fuente de la Cascarrera, hoy un larguísimo pilón rodeado por una bella zona de esparcimiento que, una vez más, depende del agua para mostrarse más o menos bella.

La ruta regresa a Ólvega por la zona de los depósitos de agua. En total, 6,3 kilómetros bastante cómodos que se pueden realizar perfectamente en familia. También conecta con dos pequeños recorridos, la Ruta del Viento y la Ruta de los Fósiles, con lo cual conforma una red para disfrutar durante días tanto de la naturaleza como de vestigios humanos hoy integrados en la misma. La Ruta del Viento ofrece algunas de las mejores vistas de la zona del Moncayo y la comarca de Ólvega y, al ser circular, parte y llega a una localidad con todos los servicios; la de los Fósiles hila la Sierra del Madero a través de paisajes, aguas que desaparecen y resurgen, restos de un antiguo castro y una zona con profusión de hallazgos fósiles. Vaya, que con la excusa los tres recorridos trenzan un plan para pasar varias jornadas.

Mina Gandalia, cielo y tierra

Pero la Mina Petra no es la única de la zona que, tras su cierre, dio paso a la naturaleza y a interesantes rutas a su alrededor. La Mina Gandalia, en Borobia, también dejó de ser cantera para mutar en un singular lago. En este caso parece más confirmado que los pueblos celtíberos originarios y posteriormente los romanos comenzaron a utilizar su mineral. Dos milenios de uso dejan hasta medio centenar de metros de profundidad en lo que hoy es una laguna.

La localidad de Borobia, de hecho, cuenta en la actualidad con atractivos en el suelo y en el cielo. Aunque la Mina Gandalia cerró en los años 80, en la actualidad se explota un yacimiento de magnesita para extraer magnesio. Sus tierras siguen cargadas de minerales útiles para el ser humano.

Pero además, cuanta con un observatorio astronómico volcado en la divulgación y con apuestas por el turismo familiar y escolar. De hecho el municipio acaba de convertirse en destino turístico Starlight, certificado por un organismo cercano a la UNESCO. De esta forma y al igual que ocurre con la Mina Petra de Ólvega, las antiguas explotaciones invitan a estar más de un día disfrutando de la variedad que ofrece la zona.

No obstante, la Mina Gandalia bien merece la visita ex profeso. y no sólo por su belleza natural. El propio Instituto Geológico y Minero de España le dedica un capítulo a la historia de este Lugar de Interés Geológico. Comienza antes de la conquista romana y finaliza recordando que  se extraía «hematites u oligisto, inicialmente como mena de hierro y, en los últimos años, como fuente de ocre rojo para pinturas». De esta forma, una pared, una bicicleta de paseo o un vehículo de los años 80 pintado en rojo quizás lleve consigo un trocito de esta mina, entre las más importantes de España en su tiempo. Quien sabe, quizás el visitante haya tocado esta tierra sin darse cuenta.

Mina Gandalia de Borobia, ahora laguna y 'parada' de aves acuáticas. GONZALO MONTESEGURO

No obstante lo que encontrará en la actualidad dista mucho de tener tintes de mina. El agua también ha tomado este espacio creando una gran laguna. Lo que antes era una hoya desde la que se sacaban camiones y camiones de mineral, ahora supera en profundidad con la Laguna Negra de Urbión. En esta última las leyendas dicen que no tiene fondo, pero la realidad señala que la profundidad máxima es de unos 10 metros. En Borobia podrían rondar el medio centenar, toda una curiosidad en Castilla y León.

Las aguas, eso sí, toman colores menos espectaculares que los de la Mina Gandalia, a sólo nueve kilómetros en línea recta. La distancia a la localidad de Borobia es de sólo dos kilómetros, un motivo más para visitar ambos núcleos de población y comer, dormir y admirar junto a los hijos de aquellos que construyeron las lagunas.

La ruta desde Borobia, patria chica del conquistador y primer gobernador de Florida Tristán de Luna y Arellano, es muy sencilla. Incluso en el observatorio se facilitan salidas con puntos complementarios en el recorrido. De nuevo los robles acompañan al caminante en un corto paseo hasta la laguna. Allí, dependiendo de la fecha, las aves acuáticas darán la bienvenida para mostrar que la naturaleza reconquista. 

La cascada de La Toba, de dinamita y agua

La cascada de Fuentetoba no es una mina, pero también es un paraje natural soriano ‘creado’ con dinamita y con fines más prosaicos de los que ahora puede sugerir su estampa. Este salto de agua, dependiente de las precipitaciones y de la época del año, se encuentra muy cerca de la capital y ofrece una caída de hasta 20 metros a través de numerosas caídas y ‘escalones’. En otoño sus árboles caducos y las lluvias suelen darle un aspecto mágico y en los días más duros de invierno, verla helada es un espectáculo. Pero su origen es bastante mundano a ojos de la madre natura.

Todo comenzó a mediados de los años 30, cuando se estudiaban vías de abastecimiento de agua para Soria capital. Se pensó en el río Golmayo, que nace en el «altivo Pico de Frentes; / macizo barco roquero, / embarrancado en el mar / verde de Valonsadero» al que cantaba el poeta Virgilio Soria. Pero para localizar la fuente exacta de la que manaba el agua se optó por realizar voladuras. Era 1937 y la protección ambiental se medía en parámetros distintos a los actuales, así que se decidió tirar de explosivos para ello.

Cascada de la Toba en una imagen de archivo. HDS

El resultado fue el ‘nacimiento’ de una cascada gracias a la acción humana, aunque las irregulares aguas del Golmayo y el incremento de población en Soria hagan ahora impensable surtir a toda la ciudad con ella. No obstante la naturaleza fue tomando posiciones ayudada por un enclave muy singular. La cascada pasa por la finca de La Monjía, un BIC donde otrora moraban monjes y que dejaron huella en un edificio hoy muy dañado, pero también en plantaciones de frutales en la zona. Sí, es posible recoger una ciruela al lado de la cascada, a más de 1.000 metros de altitud, para saborearla como hiciesen hace siglos aquellos moradores de la zona.

Así, a un corto paseo de Fuentetoba y a sólo 12 kilómetros de la capital, muy cerca del querido monte Valonsadero, Soria disfruta de una singular cascada que parece haber esculpido el agua durante milenios pero que al igual que las minas Petra y Gandalia tienen detrás una historia de explotación humana y posterior abandono. La naturaleza recuperó su espacio entre las porosas rocas de toba y hoy sus lagunillas cristalinas, el frescor del agua y los árboles que la protegen forman parte de los atractivos turísticos. 

 

 

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