El Ceder adelanta en Soria la siembra del crambe en el tercer año de MIDAS
La primera campaña resultó todo un éxito, con datos de rendimientos por encima de los 1.200 kilos por hectárea, pero en la segunda los hielos y la falta de agua le pasaron factura a los cultivos

Cosechando en el Ceder.
En el ecuador del proyecto europeo para aplicar cultivos industriales en tierras marginales, el Ceder Ciemat, que participa con las pruebas que realiza en las parcelas de Soria, va a adelantar esta campaña la siembra de crambe después de los resultados del año pasado, dado que en mayo se secó en su totalidad y no llegó a la cosecha.
Luis Esteban, científico titular del Ceder y a su vez investigador principal del proyecto por parte del Ciemat, explicó además que al ser el crambe ‘similar’ a la colza (de la familia de las brasicáceas), el equipo llevó a cabo la siembra en otoño, de la misma manera que se realiza con la colza, si bien los hielos de este invierno han acabado con el cultivo. “Las temperaturas bajo cero de la provincia ponen de manifiesto que el crambe en Soria tiene que esperar a primavera; en otoño está descartado porque no supera el invierno”, indica Esteban.
Es ya la tercera campaña de las cuatro que deben estudiarse en el proyecto MIDAS en dos parcelas de ensayo (de media hectárea cada una) de la finca del Ceder. Se siembran filas de cultivo perenne, lavanda y olmo de Siberia, y entre ellas, los cultivos anuales: el cártamo, el crambe y el melilotus.
“En verano se realizará una nueva cosecha de lavanda de Sevilla y en diciembre se realizará la primera corta de olmo de Siberia, cuyo destino será la elaboración de tablero de partículas y biochar. Además, con el aceite esencial de lavanda se está investigando su incorporación a productos fitosanitarios como coadyuvante bioherbicida y repelente de plagas”.
En la primera temporada, el equipo de Esteban cosechó la lavanda, tras el año de implantación, con 1.200 kilos por hectárea, mientras que se obtuvieron 1.400 kilos por hectárea de cártamo. Y de crambe en 2023 se sembró en abril y se recogieron en agosto tan solo 440 kilos por hectárea con mucha semilla vacía.
Sin embargo, en la segunda campaña la siembra fue “fatal”, con rendimientos de cártamo que no se llegaron a los 550 kilos por hectárea, sin olvidar que el crambe se secó en mayo. Por ello, el Ceder probó a sembrarlo en otoño, como la colza, y aunque “nació de maravilla”, los hielos del invierno dieron al traste con el cultivo: “Hemos comprobado que no resiste las heladas porque se malograron el 90% de las plantas y volveremos a repetir la siembra ahora en primavera”.
Constata también que las especies perennes se han desarrollado muy bien: “La lavanda de Sevilla (lavándula luisieri) se cosechó en junio de 2024, algo más de un año después de su plantación, con un rendimiento de aceite esencial de 7 kilos por hectárea”. Una cifra que destaca porque se trata de un aceite que “tiene un precio de mercado superior a los 200 euros”.
De melilotus, cuya producción resulta cada dos años, se consiguieron 600 kilos por hectárea, si bien funciona muy bien como mejorante del suelo en la rotación y atrayente de polinizadores por tener una floración muy prolongada.
El Ceder Ciemat está llevando a cabo ensayos agronómicos de distintos cultivos industriales para evaluar su adaptación a la tierra marginal de baja productividad para cultivos tradicionales en la provincia de Soria y de ahí debe establecer un caso de estudio a escala demostrativa en el que se realizan rotaciones de distintos cultivos anuales en mezcla con especies leñosas y herbáceas perennes usando la técnica de cultivos asociados o intercropping en hileras o franjas.
Las pruebas tienen como objetivo optimizar sistemas adaptados al clima y capaces de tolerar la escasez de agua y mitigar la desertificación, al tiempo que se mejora la conservación de la biodiversidad. Investigaciones que se enmarcan dentro del Proyecto MIDAS, en marcha desde finales de 2022, es una acción de innovación de Horizonte Europa que se llevará a cabo hasta 2026 a través de un consorcio formado por 27 entidades de 14 países. Busca además mejorar el rendimiento funcional de cadenas de valor y productos específicos, teniendo en cuenta una mayor eficiencia en el uso de los recursos para impulsar el uso sostenible de la biomasa industrial no alimentaria en un concepto de biorrefinería.
Así, el proyecto consiste en demostrar y desarrollar, en cuatro años, soluciones innovadoras para cultivar cultivos industriales en tierras marginales agrícolas, así como producir una gama de productos de base biológica que van desde film plástico biodegradable, hasta bioherbicidas, látex, goma, biocompuestos y otros bienes de consumo de uso extendido. Para ello han establecido 13 casos de estudio en nueve países diferentes. Y en España se han seleccionado las provincias de Soria y Albacete.
El investigador recuerda que “se trata de buscar alternativas de cultivos industriales que requieren menos insumos para aprovechar tierras que son menos productivas de cereal, con rendimientos muy bajos que no llegan a los 1.000 ó 1.500 kilos por hectárea, de modo que los agricultores las están abandonando porque no les compensa con unos costes de producción por las nubes”.
Dentro de este proyecto además de los ensayos de producción de las distintas especies también se hacen estudios de biodiversidad. Estos estudios incluyen la evolución del suelo con muestreos al inicio y al final del proyecto Y de los insectos tanto de voladores como a nivel de suelo. Estos estudios se hacen mediante capturas y determinación de especies mediante análisis del ADN.
Así, se han realizado capturas los dos años del proyecto y se dispone de los resultados de análisis de la primera anualidad, donde se aprecia que tanto en peso como en número hay más diversidad en las parcelas del proyecto con el sistema de misto cultivo en fajas que en la parcela de referencia de la zona de Lubia en la que se lleva a cabo un manejo tradicional de cereal o barbecho.