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J. Antonio Martín de Marco

Los pícaros de hoy

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NO ES la Sevilla que describe nuestra Literatura del Siglo de Oro, no, es la España actual donde prima la picaresca, donde por doquier brotan los trileros, , los bellacos, bribones, goliardos, tunantes, ventajistas, cucos, taimados, galopines, granujas, golfos, truhanes, rufianes, pillos, verduleros…, y esto no es bufa, es la realidad actual más propia del patio de monipodio cervantino – punto de reunión de ladrones, mendigos, falsos mutilados, supuestos estudiantes de Salamanca… - que describe a la perfección el Príncipe de los Ingenios en Rinconete y Cortadillo.

Si repasamos la política española de las tres últimas décadas, veremos como la directora del BOE vendía el papel donde se imprimía; al director de la Guardia Civil que se apropiaba de la pasta de la Caja de Huérfanos del benemérito Cuerpo; a la peste del Gurtel; a quienes en Andalucía se llevaban puesto el parné de los parados o de los Cursos de Formación, de los Eres… por docenas de miles de millones de pesetas…, y como el espacio abreva, no sigo relacionando casos aunque si digo que en su mayor parte coinciden con ¡la clase política!. Claro que reconozco que el resto de españolitos preferimos no pagar el iva, pongamos por caso, al fontanero.

Qué diría, hoy, el picaro de la novela de Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache o, don Pablos, protagonista de El Buscon de Quevedo, 1626, un vagamundos tan listo como sinvergüenza. Y en este embrollo están los Máster tan de moda, el currículo inflado de estos mequetrefes exhibicionistas de su cultura prefabricada, tíos listos, saben que España no es Alemania o Suecia. Y, ¿qué hay de los plagistas de Tesis Doctorales?, pícaros también que prefieren la impostura académica a la postura de la Ética, el copyparte sin entrecomillar que convierte en texto propio a lo que no lo es, lo contrario de lo que dicen las reglas más elementales de la investigación. Un fraude de cum laudem en el que los Tribunales, compañeros de viaje, loan al doctorando en clara conspiración académica porque, ¡qué más da, si nadie se va a leer este rollo!. Y mienten en sede parlamentaria, grave pecado de un demócrata que hipoteca al badulaque, al pícaro embustero. Y es que, a la postre ocurre «Que no hay tan diestra mentira que no se venga a saber», Félix Lope de Vega dixit.

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