Competición de berridos
Hace años escribíamos, en este mismo medio de comunicación, sobre las derechas y las izquierdas y en aquellos momentos, primeros años de nuestro actual siglo, decíamos que en la política que se desarrollaba ya no se diferenciaban y poníamos el ejemplo del modelo económico. Hoy esto ha vuelto a cambiar.
También hace algún tiempo escribimos sobre las tertulias televisivas y la forma en que se desarrollaban, gritos, insultos y faltas de respeto y poníamos como ejemplo del buen hacer el canal 5 de la Televisión Francesa (TV5 Monde).
Somos seguidores habituales de los debates o deberíamos decir éramos, ya que cada vez hay menos debates y más berridos.
Lamentablemente esto es lo que hoy día prima en el Congreso de los Diputados, evidentemente hay excepciones, hasta el punto que el profesor y periodista Albert Garrido, no ha mucho, publicó un curioso e interesante artículo bajo el epígrafe: «El Congreso convierte el griterío en costumbre». Parece más el plató televisivo, vespertino, que la Cámara de representación del pueblo español
Se ha llegado a una irritación extrema y a unos constantes griteríos ensordecedores aupados por aspavientos y gestos desbocados y esto nos ha llevado a recordar frases relativas a estas actuaciones, tales como: «el idiota grita, el inteligente opina y el sabio calla», «los gritos son señal de debilidad» o «los gritos demuestran falta de argumentos inteligentes».
En definitiva, y como dijo Maurice Couve du Murville, Ministro de Asuntos Exteriores de uno de los gobiernos del General Charles de Gaulle: «desconfiar de los que hablan a voces».
Si profundizamos un poco más en el tema, podremos comprobar como aún leyendo, incluso las respuestas, gritan. ¿Dónde está la oratoria?, esas intervenciones sin papeles.
Si acudimos a los diarios de sesiones podremos observar las intervenciones de parlamentarios como Niceto Alcalá Zamora, Fernández de los Ríos, Vitoria Kent, Manuel Azaña, el embajador Salvador de Madariaga, en definitiva de grandes oradores. Eran los momentos donde la oratoria logró su máximo esplendor.
Durante nuestra Transición, tan denostada hoy día por los demagogos, hubo una cierta reformulación de la oratoria y buenos oradores, por destacar tan solo a dos, y de diferentes ideologías, citaremos a Felipe González y a Gabriel Cisneros. Personaje este último sobre el que se debería escribir una buena biografía.
Eran momentos en que, existiendo parlamentarios dignos de ser destacados y algunos con una magnífica oratoria, no se alcanzó el nivel intelectual de la II República y ello ha llevado al Prf. Julián Casanova a decir: «tienen que hacer tantas cosas y estar en tantos lugares a la vez que no leen y así no se cultiva lo que fue la semilla de la oratoria».
Y actualmente ¿qué nos queda? Una mayoría de personas que desconocen, incluso, lo que es la oratoria y quizás por ello son maestros en el uso del máximo exponente de decibelios, utilizando «voces altas» para que algunos miembros de la Cámara se enteren de lo que dicen y todo ello dentro de un gran barullo y berridos generales.
Si asumimos que el diálogo y el consenso son valores de la democracia, asumiremos que el actual enfrentismo y el griterío o los alaridos solo conducen a dinamitarla y a dejar la sesera de nuestros representantes hecha guiñapos.
Y hablando del Congreso, del parlamentarismo y de oratoria, debemos recordar a don Juan Valera y Alcalá-Galiano, ilustre egabrense, en el bicentenario de su nacimiento (1724).
Al margen de su labor sobresaliente como escritor y buen hombre de jurisprudencia, Valera fue diputado, desde 1858, en varias elecciones e incluso senador por Córdoba en las de 1872.
Hoy no encontraremos, salvo excepciones, diputados como él. Basta acudir a las actas del Congreso y leer sus intervenciones, donde se puede observar la enjundia política de sus discursos.
Si queremos acabar con la «competición de berridos» y tener un Parlamento respetado y con prestigio, se deberán buscar personas con la formación, preparación, lealtad a las ideas y respeto al adversario como fue Juan Varela, quien siempre huyó del autoritarismo y del recorte de libertades.
Y, ya citado Juan Varela, algún día tendremos que hablar de su ciudad natal. Una localidad cordobesa que ha dado importantes hijos a la historia y cultura de España, desde el poeta Muqaddan ibn Muafá, a la ministra Carmen Calvo Poyato, pasando por militares como Gonzalo Fernández de Córdoba o Dionisio Alcalá-Galiano, por políticos como José Solís, toreros como Paco Camino o escritores como José Calvo Poyato.
Dada la fecha de hoy, un deseo, FELIZ 2025.