Un modelo indecente que solidariza el derroche pero no la justicia territorial
La propuesta del Gobierno de condonación de deuda para saciar las ansias independentistas por bajarle los pantalones a Pedro Sánchez a diario es una indecencia para Castilla y León. Es difícilmente digerible por muy entregado que se esté a la causa de Sánchez, como lo está ahora Tudanca a la espera de un destino plácido en el Senado, asumir el modelo de condonación de deuda con el que el ejecutivo central quiere hacer cómplices a todas las comunidades de una tropelía sin precedentes contra los intereses de Castilla y León.
Los números son nítidos y meridianos. Los hechos no se discuten. Se debaten las opiniones. A cada ciudadano de Castilla y León se le perdona 600 euros menos que, por ejemplo, a cada ciudadano de Cataluña. Entre otras comunidades esa brecha todavía es superior. Pero todo pivota sobre Cataluña y el modelo de los independentistas que han impuesto este ejercicio de cinismo y derroche sin que medie negociación alguna con el resto de comunidades autónomas. Si al presidente asturiano le parece bien el asunto por pura sumisión, aunque su comunidad salga dañada, es un problema suyo y de sus ciudadanos.
Y lo peor de toda esta imposición ya no es la comparativa de condonación de deuda o de deuda ajustada entre territorios. Lo peor es que el modelo penaliza la austeridad y la eficiencia en el gasto público frente al derroche. En Castilla y León el dinero se gasta en educación, dependencia o sanidad, es decir en Estado de Bienestar. Los independentistas catalanes lo dilapidaron en embajadas, propaganda, consultas ilegales y otros artificios del derroche político sin decencia. Si al PSOE de Castilla y León le convence, en este todavía liderazgo compartido que mantiene Carlos Martínez con Tudanca, es que está claramente desalineado con los intereses de Castilla y León, pero perfectamente alineado con la disciplina que impone Moncloa.
Defender el modelo es ir contra Castilla y León. Es ir contra el sentido común y la decencia. Porque al final el resultado es que la deuda se meterá en una caja común y pagarán justos por pecadores. Austeros por derrochadores. Y es terriblemente desesperante porque se podría asumir el modelo como un ejercicio de solidaridad entre territorios si fuera acompañado de una fórmula de financiación autonómica que contemple los mismos requisitos. Pero los independentistas están sólo para socializar su despilfarro, no una financiación acorde con la justicia territorial de un país que se llama España, que es el que paga toda la fiesta, sea cual sea la latitud del contribuyente.