EDITORIAL
Sanidad de Castilla y León: la realidad de los pacientes frente política inútil
Otro Día en el que la ruina y el apocalipsis no arrasa la sanidad de Castilla y León. Otro día en el que los discursos ideológicos e ideologizados sin más aspiración que parasitar la política improductiva e inútil no concilian con la realidad. La sanidad de Castilla y León sigue mejorando y es la segunda mejor valorada de España por pacientes y usuarios. Y esto lo dice el Barómetro del Ministerio de Sanidad del gobierno del PSOE y Sumar, con una ministra que no es sospechosa de remar a favor del consejero Alejandro Vázquez, que es el principal artífice que ha obrado la mejora del modelo, a decir de los pacientes, no de los artífices de sermones y homilías irreales. Sólo Asturias, una comunidad uniprovincial y con el 80% de la población, que no llega al millón de habitantes, concentrada en un triángulo de poco más de 60 kilómetros, supera en este barómetro a Castilla y León. La tercera es Cantabria, con una peculiaridades similares a las de Asturias.
La valoración de la sanidad en Castilla y León es de 6,72 en una escala del 1 al 10, frente a una media nacional del 6,28. Pero es que hay unas dificultades añadidas en nuestra comunidad. La dispersión, la amplitud del territorio, el envejecimiento y hasta la orografía ejerce una dificultad añadida a la prestación de los servicios sanitarios, que llegan a todos los rincones de Castilla y León. La percepción ha ido mejorando desde el desembarco de Alejandro Vázquez y su humildad en un departamento que antes estaba regido por la arrogancia y el desprecio hacia la sanidad rural y las necesidades de los pacientes. El 2022, cuando fue desalojada de la consejería Verónica Casado y del gobierno, Igea, la valoración era de 6,27. Con Vázquez esa percepción ha ido mejorando año tras año hasta los 6,72 de calificación actual.
Es cierto que, seguramente, en un análisis más pormenorizado, aflorarían los desequilibrios que existen incluso en esa percepción. Y esa es la tarea que tiene que ocupar al consejero, que no es dado ni a la autocomplacencia y ni al alimento del ego de su predecesora. El Hospital del Bierzo sigue siendo, sin duda, la Cenicienta de la sanidad autonómica, esperando que los rectores de la consejería conviertan si no en carrozas, por lo menos en carros, las calabazas sobre las que se asienta la gestión del hospital berciano. Y no estaría de más que el gerente, que ya no es tan nuevo, Juan Ortiz de Saracho, copiara del consejero y se empleara más en el trabajo y en el esfuerzo por mejorar las cosas que en las absurdas, cínicas e ineficaces campañas de imagen en las que anda inmerso. Los mejores embajadores de la imagen de la sanidad son los pacientes. Con Saracho la paciencia empieza a agotarse.