Heraldo-Diario de Soria

La verdadera historia de cómo y por qué el adnamantino Diego Laínez Gómez pudo ser Papa

En la pintura del burgense Pedro de Valpuesta y de Medina se inspiró Federico Coullaut Valera y Mendigutía, escultor, para un relieve de la escultura de Laínez, sita en Almazán

Diego Laínez rechaza la tiara pontificia.BIBLIOTECA PÚBLICA. LEGADO ZAMORA.

Publicado por
José V. de Frías Balsa
Soria

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Se ha escrito que, en una cena celebrada por varios cardenales, Alejandro Farnesio, uno de ellos, cogió la corona o letra de una canción y se la entregó a un muchacho que, tañendo la lira, animaba el banquete. Le dijo que cantara la corona al que creyera, de entre los reunidos, iba a ser primero elegido papa. El joven, que con los años llegaría también a ser cardenal, lo hizo ante Giovvani Angelo de Medicis que sería sucesor de Paulo IV, fallecido en 1559. 

El electo tomaría el nombre de Pío IV. Anécdota recordada por el jesuita Pedro Miguel Lamet en su breve biografía del más ilustre adnamantino Diego Laínez Gómez de León, sucesor de San Ignacio de Loyola y segundo prepósito general de la Compañía de Jesús.

En el interminable cónclave de 1559, que duró cerca de cuatro meses y en el que fue electo el purpurado milanés Medicis, al que el pueblo romano, siempre certero en sus apodos, llamaba el «Medizino», se vio involucrado indirectamente el precitado Laínez. Hacia mediados de octubre, cuando llevaba un mes largo reunido el Sacro Colegio, hablaron sobre la situación católica de Alemania el cardenal de Augsburgo, Oton Truchesess, y Giovvani Angelo. A lo largo de la conversación le vino a insinuar éste la conveniencia de reunir un concilio a fin de conceder a los alemanes la comunión bajo las dos especies y el matrimonio a los sacerdotes. 

Oton aterrado y viendo futuro papa a su interlocutor, pensó hacerlo saber el resto de los príncipes de la Iglesia. El caso es que se ordenó a Laínez acudir al Vaticano «porque todo el colegio de Cardenales quería tenerlo dentro».

¿Cómo se interpretó la presencia del adnamantino en el cónclave? Pedro de Ribadeneira, en la «Vida del Padre Maestro Diego Laynez» , escribe que «algunos cardenales comenzaron a platicar y tratar de hacerle Papa. El buen padre entreoyó esto y […] salió del cónclave con tanta priesa y espanto como si le quisieran maltratar».

La fobia italiana contra lo español, en los días de Ribadeneira, marginó del capítulo de la susodicha biografía lo referente a estos hechos, apostillando el revisor del texto remitido a la censura que «todo ello fueron hablillas sin fundamento». 

El toledano Alfonso Salmerón, no obstante, en sus observaciones a esa obra, apoyó el rumor fijando, además, el número de votos, que sumó una docena. Noticias más amplias sobre el tema pueden leerse en la obra de Feliciano Cereceda titulada «Diego Laínez en la Europa religiosa de su tiempo (1512-1566)».

Este acontecimiento de la vida de Diego Laínez Gómez fue plasmado en un lienzo en el que aparece el adnamantino, sentado y consultado un libro, rehusando, a la vez, la tiara pontificia que le era ofrecida por dos cardenales. Renuncia inspirada por el Espíritu Santo que, en forma de paloma, aparece sobre su cabeza. 

El pintor, que se autorretrata en el cuadro, desaparecido en el incendio de la catedral de Madrid, no fue otro que el Lic. Pedro de Valpuesta y de Medina (El Burgo de Osma 1601 - Madrid 1668). Pintor de la brillante Escuela de Madrid y el alumno que más imitó a su maestro, Eugenio Cajés (1574-1634), llegando al extremo que muchas de las obras del burgense se creían de mano del enseñante.

Falleció en Roma el 19 de enero de 1565, a las dos de la noche, y su restos mortales fueron trasladados a Madrid el año 1667. Había sido primer teólogo del concilio de Trento, segundo prepósito general de la Compañía de Jesús, y el tercero de los jóvenes que se unieron a Ignacio de Loyola en París tras Francisco Javier y Pedro Fabro.

No está fuera de lugar, por ser oportuno dada la circunstancia de hallarnos en sede vacante, recordar aquello que, en varias ocasiones y con motivo de las elecciones papales, y cuando aseguraba que el nombre se anteponía al adjetivo, nos solía recitar, en clase de literatura, don Emiliano García Vedia:

«Una mujer de manto

no llana nunca al papa, padre santo;

porque cuadre o no cuadre

es más francés llamarle, santo padre».

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