Entrevista. José Miguel Lorenzo Arribas
«Miro una ermita o un templo con ojos muy, muy codiciosos. Es un privilegio hacerlo»
Podría ser un alero, un ábside o una vidriera de luz... no se ha parado a pensarlo. Pero a veces se siente un «predicador» con obsesión por el románico y de doctrina sin ortodoxia, eso sí. Piensa el historiador que el románico soriano es un tesoro y roza la provocación cuando plantea por qué no destruir unas piedras que ya no nos dicen nada. Lo dice con la boca pequeña (o no).

'Josemi' Lorenzo.
P. Vivimos en el país de la queja permanente y con el patrimonio no iba a ser menos. ¿Critica, denuncia, elogia, expone sin aspavimento...?
R. ¿Sobre patrimonio? Siempre estaría bien un poco más de atención al patrimonio, pero el estado del patrimonio refleja también el estado de la sociedad y la importancia que le damos. Por tanto, critico, alabo, con aspavientos, sin ellos. Depende de en qué contexto.
P. ¿Y qué refleja de usted esa inquietud suya por las piedras?
R. Es una obsesión que me ha acompañado desde pequeño y también la belleza que le veo y sobre todo lo que nos cuenta, no solamente de la historia, sino de nuestra sociedad actual, porque cuando ha llegado a la época actual es por algo y todas las épocas pasadas están inscritas en ese patrimonio. Es lo que más me interesa.
P. ¿El de Soria por algo en especial?
R. El de Soria me interesa mucho porque lo conozco más y porque trabajé cinco años en el patrimonio de la provincia. Fue un trabajo interdisciplinar por diferentes zonas y todas esas enseñanzas evidentemente se quedan. Me interesa el patrimonio en general, pero con la provincia de Soria tengo un vínculo especial.
P. Hablamos, entiendo, de aquella Soria Románica.
R. Sí, hablamos del proyecto cultural Soria Románica.
P. A mí las piedras, estas piedras de las que hablamos, me inspiran tolerancia.
R. Ojalá. Con una piedra se puede escribir un epígrafe en cualquier idioma de las tres culturas famosas. O se le puede tirar a alguien en la cabeza. Creo que las piedras están ahí, los que somos tolerantes o no somos las personas actuales, las que vivimos hoy, que somos las que nos tenemos que entender y las que tenemos que entender cómo eran las sociedades que nos han precedido. El patrimonio en este sentido no se debe patrimonializar, valga la redundancia, ni a favor de una facción u otra. Quienes somos tolerantes o intolerantes somos las personas que miramos o analizamos ese patrimonio.
P. ¿Qué quería ser de pequeño y qué es ahora?
R. De pequeño quería ser historiador y soy historiador. Ha coincidido.
P. ¿Por qué Soria está enferma de ruinas, o así parece al menos escuchando algunas voces?
R. Sí creo que es verdad: Soria está enferma de ruinas por la despoblación, principalmente. Y no es una cuestión privativa de la provincia de Soria. Mi familia es de Zamora y encontramos algo parecido, igual que en otras regiones de la España del interior. Cuando la gente se va, al margen de otras consecuencias graves, en lo que tiene que ver de patrimonio cultural los edificios, los bienes muebles que albergan estos edificios se dejan de utilizar y es el comienzo del fin. Cuando no se arregla un tejado, el agua empieza a hacer su función. Y la naturaleza acaba reclamando lo que es suyo. La labor de mantenimiento es fundamental y eso lo hacen las personas. Cuando no existe, se acaba.
P. La ética ciudadana frente al patrimonio viene a ser que lo pague todo la Administración. ¿Cuál es la suya?
R. Es un tema complejo, porque la Administración no suele pagar alegremente obras de particulares, excepto en el caso de la Iglesia católica, que es un particular también. Y ahí invierte mucho dinero. Creo que el patrimonio si es realmente suyo, que es de todo el mundo, también tomaría más cartas en el asunto. Es decir, hay que compatibilizar usos de los grandes edificios que se nos están cayendo. Primero porque viene muy bien abrir hacer actividades, abrir la puerta y que se ventilen. Solamente eso ya viene bien. Creo que se puede compatibilizar, si hablamos del patrimonio eclesiástico, usos de culto con usos civiles, culturales, que sean compatibles con la dignidad del edificio. Creo que así todo el mundo tendría algo más de creencia hacia esto, porque en general cada uno arregla lo que le corresponde. Cuando una institución como la Iglesia católica no tiene medios para arreglarlo también tendrá que llegar a acuerdos con instituciones y con las comunidades que, históricamente, han mantenido y les ha pertenecido estos edificios.
P. ¿Qué necesita el patrimonio de Soria, al margen de dinerito?
R. Al margen de dinero, lo que necesita el patrimonio es gente que lo habite. Eso lo tengo muy claro.
P. ¿Quién o qué sería en el Medievo, un alero, una torre, una ventana, un arco de medio punto...?, ¿por qué no una vidriera de colores? ¿y por qué?
R. A saber. Nunca me lo había planteado. No lo sé. Tendría que pensarlo mucho. No sé qué sería. Imagino que, como casi todo el mundo, viniendo de una familia normalita, es decir, no de grandes apellidos, posiblemente sería una persona humilde que trabajaría en el campo, o bien con artesanía, de pequeño comerciante. No tendríamos posiblemente otra salida.
P. Defendemos iglesias y ermitas, pero después no las utilizamos. ¿Tiene algo que ver?
R. Tiene algo que ver. Defendemos iglesias o ermitas, pero creo que no todo el mundo las defiende. Hay gente que el patrimonio lo defiende dependiendo del uso que tengan. Si las iglesias o ermitas solamente se limitan al uso puntual, entonces producen un desapego para toda aquella gente que no hace un uso puntual de esos edificios, porque no los entiende como propio, sino como algo cada vez más ajeno. Por eso insisto siempre en la necesidad de compatibilizar usos, porque los edificios si no se utilizan se acaban derrumbando o se acaban estropeando. Hay que compatibilizar esos usos. Creo que cuando un edificio lo consideras como tuyo, también pones más interés en que no llegue a deteriorarse.
P. ¿Cuál es su actitud frente a un pequeño templo o ermita que está viendo en el campo?, ¿lo toca, lo siente, lo inspecciona...?
R. Los miro con ojos muy, muy codiciosos porque me interesan mucho. Lo miras una y mil veces, te acercas a ver si hay deslucidos, si hay marcas que se han ido dejando. Empiezas a ver otras cosas, según le das tiempo al edificio. Las visitas rápidas no suelen provocar casi nada nuevo. Paso mucho tiempo con ellos y es un privilegio, no tanto por tocarlo u olerlo. La relación es de mucho respeto y, sobre todo, de privilegio ante lo que tenemos en nuestro país, en nuestra tierra, que es como un museo infinito al aire libre.
P. Veamos, ¿cuál es a su juicio el abc de la educación ciudadana para con el patrimonio?
R. Te diría que si tenemos que explicar cuál es el abc, es que carecemos de él. No nos hacemos la pregunta de cuál sería el abc para proteger nuestra casa, porque no ocurre que la gente la desproteja. Si efectivamente nos lo tenemos que plantear es que algo pasa y que el patrimonio no lo sentimos tan propio como otras cosas, ni lo defendemos como otras cosas. Posiblemente sea por ese desapego que tenemos.
P. ¿Cuántas horas le ha costado escribir esos dos volúmenes sobre el románico soriano que ha publicado?
R. Lo de menos ha sido la redacción, que ha podido ser siete u ocho meses. Ha sido un proceso intenso. Cuando llegué a Soria en 2007 y me integré en el proyecto Soria Románica aprendí tanto del resto del equipo que desde ese año ha sido todo un proceso que desembocado en la escritura de esos dos volúmenes. No te voy a decir que he estado redactándolo durante 17 años -la escritura ha sido más rápida-, pero la investigación sobre estos edificios, y muchos otros, ha sido continua. Y al final todo ello se ha decantado en ello.
P. Entiendo que si escribe y opina de Soria no es por el pecunio, sino porque de algún modo está enamorado de Soria. ¿Por qué lo está?
R. En este país es así en los investigadores. Yo no voy a ver un duro por el libro, ni lo voy a recibir. Eso es así. Escribo porque, y así empiezan las mil páginas, era nuestra obligación. ¿Y por qué lo era? Porque las treintaytantas investigaciones del proyecto cultural Soria Románica se hicieron con dinero público, en este caso de la Junta de Castilla y León. Quedaron las obras, pero no se explicó, porque no era el objetivo del proyecto, la Junta no estuvo interesada en este sentido en hacer esa labor y no se explicó por qué la intervención, por qué esos criterios, qué habíamos ido encontrando, qué ya no se ve. Un montón de cuestiones que el equipo sí sabía, o están en informes que apenas nadie va a consultar. Para mí era una obligación, porque se había hecho con dinero público, y tenía que ser una institución pública la que se animara con el asunto y en este caso fue la Diputación de Soria, a la que se lo agradezco infinito. Creo que hay obligación de devolver a la sociedad los temas patrimoniales, también ella con sus impuestos contribuye a hacer, porque si no al final produce un desapego tremendo. Es una manera de vincular al público en general, a las comunidades con su propio patrimonio.
P. Oiga, ¿hay que arreglar una ruina, con las necesidades que hay por todos los sitios?
R. Es una cuestión delicada. Las comparaciones podrían ser infinitas. ¿Hay que arreglar una carretera habiendo sitios que todavía están incomunicados?, ¿hay que invertir en una plaza cuando hay sitios que les falta el cemento?... Creo que eso también se responde con educación. ¿Hay que arreglar una ruina? Depende de lo que signifique esa ruina a día de hoy. Hay muchísimas evidentemente en que no se interviene, otras que se consolidan, dependerá de lo que la sociedad considere. Lo que sí tengo claro es que con el coste de cualquier mínimo proyecto militar en el cual está España metida en proyectos internacionales, se podrían arreglar casi todas las ruinas de este país. Dependerá de dónde queramos poner el acento. Yo lo tengo muy claro.
P. Entonces, ¿hay que rendirse o no frente a la ruina?
R. La ruina también es parte de la biografía de un edificio e, insisto, dependerá de si ese resto ya no nos dice nada, ¿por qué no destruirlo? Pero a lo mejor sí hay gente a la que le dice algo. O si no, gracias a que hemos podido conservar determinadas cosas, después han servido en beneficio de las localidades que las han podido mantener. Estoy pensando en la ermita de San Baudelio. Una vez que se llevaron las pinturas, también se podría haber destruido, pero hoy es un motivo de orgullo, un icono. Y lo mismo con Numancia. ¿Por qué desenterrar Numancia? Porque nos importa.
P. ¿Qué haría con una colecta de a euro por soriano?
R. No haría la colecta, fíjate. La colecta ya se hace vía impuestos. Creo que es ahí donde hay que plantear la batalla. Después, las actuaciones voluntaristas, bienintencionadas, son admirables, pero donde hay que plantear la batalla es qué hacemos con estos impuestos. Y vuelvo al ejemplo de antes, qué hacen los representantes públicos con el dinero que, vía impuestos, les llega.
P. Un lugar de Soria y el motivo por el que intervendría en él.
R. De los muchos lugares que hay para intervenir, lo haría en iglesia de La Barbolla, dejada de la mano de Dios y de los hombres. En Soria Románica intervinimos en la iglesia de Osonilla, que está apenas a cinco kilómetros de La Barbolla. Y por los estudios que hicimos sobre La Borbolla, estamos convencidos de que puede ser una Osonilla II, es decir, una iglesia con unos enlucidos interiores alucinantes, como resultó Osonilla. Creo que hay una asociación que merece ser citada, Románico sin techo, que lleva años pidiendo la intervención. Esta iglesia si la tuvieran en Estados Unidos estaría en un pedestal. Y una de dos, o nos importa o no. Y si no nos importa, que se venda, pero que se salve.