Heraldo-Diario de Soria

Entrevista. Carmen Ruth Boillos García

«Me mancho las manos y las piernas y me embarro si hace falta como trabajadora social»

Hay quehaceres que lo mismo orquestan una vida, que la encarrilan o la rearman. Y mujeres (especialmente) con un maletón de estos quehaceres para que el día sea más justo y razonable. Hay una o más en cualquier dirección que se mire. Ponemos voz a esta valiosa labor con el sentir de Carmen. Batalla y vive el trabajo social, ese que se acerca a las necesidades personales del individuo, del vecino, de usted o mías.

Carmen Ruth Boillos.MONTESEGUROFOTO

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P. ¿Cómo supo que lo suyo era esto? 'Esto' es el trabajo social.

R. Estuve estudiando otras cosas y, no porque me fueran mal los estudios sino porque vi que no me quería dedicar a eso, tuve un momento de búsqueda y de pensar qué quería hacer con mi vida. Conocí a una trabajadora social, que trabajaba en una residencia de mayores. Cuando la vi trabajar me dije que quería hacer eso. Nunca había conocido a una trabajadora social, me contó de qué iba el trabajo, en qué ámbito se trabajaba. Ese objetivo de cambiar la realidad en que la que se vive y de justicia social me sedujo y desde entonces supe que era lo que quería hacer.

P. Mira alto con lo de cambiar la realidad social, oiga.

R. (Ríe). Es un poco el objetivo del trabajo social, el de ayudar a los individuos a adaptarse a la realidad y, si es injusta, pues tratar de modificarla, intentar proteger los derechos de las personas, sobre todo de los más vulnerables.

P. ¿Por qué le llamamos trabajo social si es tan, tan personal? Quiero decir que se trabaja con personas, no con colectivos.

R. Desde que se inventa el trabajo social, desde que se sistematiza, ya se hablaba de que los problemas en los que trataba de influir el trabajador social era la inclusión de las personas en su realidad social, en su entorno. Por eso es social, porque somos seres sociales, vivimos en sociedad. Y muchos de los problemas que tenemos se producen por esos desajustes entre la sociedad y los individuos que, a veces, sus circunstancias vitales les lleva a estar un poco fuera de sitio. Necesitan ayuda para estar mejor en la sociedad.

P. Cuénteme, ¿qué le enseña?

R. Mi trabajo me enseña que es un trabajo de vocación y, junto con las compañeras con las que he trabajado que lo viven así, con vocación, somos gente luchadora, con ganas de hacer cosas. Luchamos por los derechos de los otros, por los nuestros, por los sociales, contra las injusticias en general... Eso es un poco lo que me enseña, que hay personas que no han tenido la suerte, el privilegio que he tenido yo. Y yo he tenido la suerte y el privilegio de poder ayudarlas a, por lo menos, que tengan unas oportunidades semejantes a las mías.

P. Confiese aquella vez que se sintió mal, pero mal y por qué fue.

R. Aunque nosotros queramos cambiar las cosas, no siempre podemos hacerlo. (No generalice, por favor: una experiencia suya). Conocer a una persona vulnerable, con discapacidad, de la que se estaban aprovechando económicamente. Esta persona vivía como si no tuviera nada, nada, nada, cuando en realidad lo que pasaba era que le estaban robando. Es de estas veces que te vas a casa pensando 'pero cómo hay gente que puede hacer algo así'. O cuando has conocido alguna realidad en la que se ha hecho daño a un niño. Los niños y las personas con discapacidad me parecen especialmente vulnerables, y si pasa algo con ellos muy feo sí me suelo sentir muy mal.

P. Algo incompleto que su trabajo contribuya a rehacer, a rearmar.

R. A veces se piensa que el trabajo social es algo como muy de papeles, como tramitar la dependencia u otras cuestiones. Pero también es una cosa muy de relaciones. A veces trabajamos con gente muy rota; cuando consigues apoyar a esa persona que está rota -por vivencias que haya tenido, en las que puede ser más o menos responsable, aunque ni siquiera uno es responsable de dónde ha nacido, cómo, en el entorno y familia, si ha tenido complicaciones y ha acabado con adiciones...-, cuando consigues ayudar a rearmarles, a recuperarlas, a darles esa dignidad y enseñarles a mirarse de otra manera, con esa capacidad de resiliencia que todos tenemos y que pueden cambiar, creo que es la parte más bonita y lo que más te llena del trabajo.

A veces te tienes que servir de pedir recursos, ir aquí, allá, pero simplemente con las conversaciones y la manera de mirar a las personas ya les estamos ayudando

P. Usted trabajando ¿se mancha más las manos o la espalda?

R. Yo me mancho las manos, bastante. Intento no cargarme a la espalda cosas que no me corresponden, porque si no este trabajo se haría muy difícil. Lo que sí es cierto es que me mancho mucho las manos y las piernas y me embarro si hace falta. A veces es lo que algunos compañeros llaman el trabajo social de contrabando, que está ahí en el límite. ¿Estoy haciendo o no estoy haciendo trabajo social? Porque si no llego a este límite parece que no avanzamos y ahí es donde nos manchamos del todo. Eso forma parte del compromiso de cada uno.

P. ¿Quién hacía antes este trabajo social, relativamente nuevo?

R. El trabajo social es como una evolución. Es desde siempre. Imagínate, en Atapuerca ha salido Benjamina, una niña con discapacidad a la que se cuidaba. Es la capacidad que tenemos las personas de cuidar a quienes vemos con menos posibilidades que nosotros. Es lo que nos ha diferenciado de los animales. Nos podemos remontar ahí. Luego es cierto que todo el tema de la caridad ha venido con la Iglesia; después vino el tema de la beneficencia, cuando el Estado en el siglo XIX decidió que se tenía empezar a hacerse cargo de determinadas situaciones. Se crearon los hospicios, los hospitales... Y luego como profesión sistematizada, con una teoría y una metodología, ya es desde el siglo XVIII para acá.

P. Personas mayores, vulnerables, infancia, inmigrantes, ciudadanos como usted y como yo... Llegan a toda la población.

R. Hay algo que me gusta decir siempre que puedo. Los servicios sociales somos el cuarto pilar del Estado de Bienestar y dentro de ellos el trabajador social es el profesional de referencia. Igual que tenemos nuestro médico de familia, todos tenemos también nuestra trabajadora social en nuestro Centro de Acción Social básico, que sería como el centro de salud, pero de los servicios sociales. A todos en el lugar en que vivimos nos corresponde una trabajadora social, lo que ocurre es que no todos las conocemos porque no lo hemos necesitado.

Es cierto que cuando en 2006 se creó la Ley de Dependencia (cualquiera en algún momento de nuestra vida, según vamos haciéndonos mayores podemos ser dependientes) se generaliza mucho más el sistema y hace que mucha más gente conozca la figura del trabajador social y no solo los excluidos, no solo la gente con problemas. Todos en algún momento de nuestra vida podemos requerir un apoyo y para tener acceso a ese derecho subjetivo de una ayuda a domicilio, una teleasistencia, tenemos que hablar con nuestra trabajadora social de referencia. Es importante que la gente lo sepa.

P. A la escritora. ¿Qué le gustaría hacer con las palabras?

R. Pienso que las palabras generan identidad. Nombramos las cosas, según las características que vemos, según lo que creemos que son. Soy siempre pesada con las palabras porque me parecen algo muy importante. Cuando de pequeño te dicen 'eres listo', eres listo; pero si te dicen 'eres tonto', eres tonto. Cuando a las personas con discapacidad las llamábamos minusválidas ya les estábamos diciendo que eran menos válidas que las demás. Las palabras tienen un poder muy importante. A mí me gusta mucho cuidar las palabras que utilizamos y ojalá solo con nombrar ciertas cosas se hicieran realidad, pero no es así.

P. Trabaja, es madre de dos pequeños edad de criar y escribe libros. ¿Cómo lo hace?

R. No lo sé. Hay gente que dice que soy algo hiperactiva. No sé cómo saco el tiempo, a veces estoy muy cansada, es verdad. No sé. Hay una fuerza motriz dentro de mí y mientras pueda hacer muchas cosas, haré todas las que pueda.

P. Aquí como en todo. Volvemos la vista a la importancia de algo cuando hay algún problema. ¿El peligro es uno de ellos? Lo digo por la reciente muerte de una compañera en un centro de menores.

R. La compañera que falleció en Badajoz no era trabajadora social como tal, era integradora social. No. Dentro del mundo del sector de la acción social somos muchas profesiones, aunque el de trabajo social sea el de referencia. Es verdad que dentro del mundo de los servicios sociales estamos bastante precarizados. La gente que tenemos la suerte de trabajar en lo público estamos bastante mejor. El sistema que tenemos ahora lleva concertar muchos servicios y si eso es así significa que lo lleva una empresa o entidad del tercer sector, lo que acaba por precarizar las condiciones laborales de los trabajadores, por un lado. Y dentro de esa precarización también está la de la seguridad. Pero bueno, los trabajadores que estamos en lo público también estamos en una situación vulnerable porque trabajamos con situaciones extremas y vulnerables. Las personas con las que trabajamos a veces tampoco tienen la capacidad de gestionar su frustración de una manera adecuada y pueden tratar de agredir. Con cualquier trabajadora social que hables te va a decir que en alguna ocasión ha recibido amenazas. O ha tenido miedo en algún momento en la intervención. También es cierto que la violencia cada vez se está normalizando más y eso ocurre en la sociedad en general.

P. Dígame, ¿qué injusticia la devora, Carmen?

R. (Silencio). Lo que más me carcome es la corrupcion, política, administrativa, económica. Es decir, cuando alguien debido a su estatus o a un poder que tiene por la razón que sea, manipula la realidad para sacarle beneficio. Eso siempre acaba en detrimento de los más débiles. La corrupción siempre es así. Eso me cabrea mucho.

P. Si pudiera, ¿qué transformaría?

R. Me gustaría que la sociedad tuviera otros valores. Que de verdad fuera un valor el esfuerzo, el trabajo... Ahora mismo no es eso lo que se premia y eso nos está llevando a unas situaciones que a mí no me gustan. No es la sociedad que me gustaría dejar a mis hijos.

P. Pregunta enviada por una compañera. ¿Por qué ha elegido lidiar con las vidas de la gente, con los cuadros de vida que hay sueltos?

R. Esa pregunta me transporta al primer día de clase en la Universidad. En la asignatura de Introducción al Trabajo Social, la profesora, que era Cristina Escobar, nos dijo: '¿Por qué habéis elegido esta carrera? ¿No sabéis que aquí nunca vais a ser reconocidos, vais a cobrar poco probablemente y vais a estar todo el día trabajando con los problemas más penosos de las personas?'. Nos lo dijo así y nos quedamos todos impactados. 'Os lo digo ahora que estáis a tiempo de cambiar la matrícula'. No lo sé. Creo que alguien tiene que hacerlo. Pienso que tengo cualidades para hacerlo y a veces hay que ponerlas al servicio de la sociedad en la que vivimos. Al margen de esto, el trabajo social es una profesión colegiada y la colegiación es una garantía para la ciudadanía.

P. Trabaja con una realidad social que va cambiando. ¿Más dura?, ¿más compleja?, ¿más incierta?

R. Creo que estamos ante una sociedad compleja en general. La sociedad se ha ido complejizando cada vez más; las realidades sobre las que intervenimos son complejas y te tienes que formar mucho más y tenemos que estar en continuo reciclaje para entender muchas cosas. Para comunicarte con los chavales tienes que saber de nuevas tecnologías; con los inmigrantes tienes que conocer el tema de la Ley de Extranjería y, a ser posible, su idioma. Tienes que reciclarte mucho para estar al día de lo que trabajamos y, aun así, hay cosas que no nos da tiempo a calibrar.

P. ¿Qué tiene su trabajo de desafío?

R. Mi mayor desafío es creer en mi formación y en mi criterio profesional cuando hago las intervenciones. Creerme de verdad lo que estoy haciendo, por qué lo hago, y que está bien hecho porque me he preparado para ello. Si tú no crees en lo que estás haciendo es difícil que salga bien. Forma parte también del compromiso ético y militante del trabajo social.

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