Heraldo-Diario de Soria

Entrevista. Montserrat Ballesteros García

«A casi nadie se le educa sobre la muerte, por eso hablar de cuidados paliativos repele»

Un mundo que humaniza hasta los adoquines e iguala en ocasiones las células de otros reinos a las humanas; un mundo que quiere respuestas para todo... rehúye y esquiva lo más humano del hombre: la muerte. «Tenemos una vida, maravillosa o no, pero de alguna forma nos vamos a morir». Lo sabemos todos y lo verbaliza Montse. Hablamos con ella de Enfermería y cuidados paliativos. Quizá convenga aprender.

Montserrat Ballesteros.

Montserrat Ballesteros.MARIO TEJEDOR

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P. Primero enfermera y después profesora de Enfermería. ¿Qué enseñaba a su alumnos que no estuviera en libros ni tutoriales?

R. En primer lugar que no solo es el cuerpo. El cuerpo es parte integral e importante de la persona. Es decir, los cuidados hacia la persona no tienen que ser solo físicos, sino también psicológicos, sociales y espirituales. No se trata solo de cuidar el cuerpo, sino el conjunto de cosas de que se compone el hombre. Yo he ido por esa línea, siempre enfocando hacia la persona que sufre. Cómo va a ser la persona que sufre un infarto, una pancreatitis, qué miedos tendrá, cuáles no.

P. La pregunta más difícil que le hizo un alumno.

R. Yo daba cuidados paliativos, al ser doctora en este tema; además introduje la asignatura en la Universidad de Valladolid y también en Soria. La pregunta más difícil siempre es la misma. Qué hay detrás de la muerte. Siempre.

P. ¿Por qué quiso ser enfermera?

R. Todos tenemos una historia personal detrás. ¿Por qué supe que quería ser enfermera? Porque cuando tenía 15 años mi madre enfermó de cáncer. En aquella época no era como ahora, que es casi una enfermedad crónica. Mi madre a los dos años, efectivamente, murió de un tumor cerebral. Era además muy traumático, porque además tenía muchas metástasis. 

De alguna manera ella nos dejó una especie de testamento, tanto a mi hermano como a mí, en el que nos decía que nuestra vida la teníamos que emplear en algo que fuera útil para los demás. Ella insistía siempre en algo importante: no os vayáis con las manos vacías. Las manos se pueden llenar de muchas cosas y muchas profesiones. 

A mí la cercanía hacia el que sufre me hacía estar más cerca del sufrimiento, de dar consuelo a otras personas. Fui madurando y gestionando esa frase de mi madre, que fue como el testamento vital que nos mandó. De alguna manera había que ayudar a los demás. ¿Cómo? Al principio no sabes muy bien qué quieres, sin madre a los 17 años y todo en ti es un batiburrillo, por decirlo de una manera coloquial. Y fui descubriéndolo.

P. Dígame cómo y por qué decide dar el salto de enfermera a docente.

R. Yo trabajaba muy a gusto con mis compañeras en lo que fue el 'hospital institucional', que ahora es el Virgen del Mirón. Yo viví con ellas momentos maravillosos, me enseñaron muchas cosas. Teníamos una unidad muy bonita, era una especie de filosofía de los cuidados paliativos, un lugar donde podías contemplar al paciente. Teníamos pocos, con respecto a las demás plantas. Si a alguien le apetecía un huevo frito, cualquiera de nosotras se lo hacía. Esa filosofía era muy bonita. El hospital se ha remodelado muchas veces y en una de ellas esa unidad se cierra. Tenía que trabajar en otra y no es que estuviera a disgusto, pero me doy cuenta de que quería transmitir esa filosofía a más personas. Salió una plaza en la Escuela de Enfermería y pensé que podía ser mi nuevo camino, transmitir eso, que estaba en la filosofía de la enfermería, pero no plasmado en ningún libro. Me decidí por ahí.

P. Ahora que humanizamos hasta los adoquines, ¿cómo humanizar la muerte cuando queda poca vida?

R. Esto no es nuevo. A partir de 1960, la medicina empieza a surgir de otra manera. La enfermera británica Cicely Saunders, pensó que los pacientes que se mueren, a veces se mueren mal, porque lo hacen con mucho dolor, porque se sienten solos... Ella empieza una nueva filosofía primero en Inglaterra, que más adelante se transforma en cuidados paliativos. Se trata de que ningún paciente se muera con dolores, con síntomas refractarios (aquellos que no se pueden controlar). Nada es incontrolable. Hay que ver a la persona y qué hay detrás de ese dolor. Puede haber una angustia por la pérdida de un familiar, porque lleva sin hablarse con sus hijos desde hace tiempo. Humanizar es mimar, es dar amor, es darse a la persona como tienes que hacerlo. Eso es la humanización de los cuidados. Antes lo hacían nuestras abuelas, tatarabuelas... Pero ahora se registra en Enfermería, en Medicina.

P. ¿Por qué cuidados paliativos suena a desenlace, poca esperanza o muerte...? Llámelo como quiera.

R. Realmente hay poca información sobre lo que son. Hay gente que ha estado en cuidados paliativos y salen de su propia enfermedad. Estudiando el doctorado, recuerdo que uno de mis directores de tesis se casó con una paciente que se había curado. Aplicaron una nueva técnica y por la circunstancia que fuera se había curado. A veces se hace una cirugía y la gente sale. De alguna manera ahora muchas enfermedades se han cronificado. No hay que tener tanto miedo a la palabra paliativo, sino miedo a que no me cuiden bien, porque a veces no sabemos cuidar bien. Hay que manejar un montón de fármacos y combinar la persona, la psicología del individuo. A lo mejor tienes un paciente con un dolor agresivo y lo que le está pasando es que hace 20 años que no ve a su hijo.

P. ¿Por qué entre todos los temas ligados a la Enfermería elige para doctorarse cuidados paliativos?

R. En línea con lo que te he contado. Mi madre murió muy bien. En mi casa se hicieron cuidados paliativos. Mi padre -y estamos hablando del año 1971- entendió que su mujer no podía tener ni un solo dolor. Llamó al médico en el pueblo, que entonces se llamaba el practicante, y le dijo 'tengan ustedes la receta de la morfina, pero mi mujer no tiene que pasar ni un segundo de dolor'. Le recetaron tres ampollas y cada ocho horas tenía que ir el practicante a mi casa. 

Y eso era parte. La otra es que no se hizo ninguna úlcera, porque tuvo a dos magníficas enfermeras, que no eran tales: eran dos mujeres de campo, dos primas de mi padre, que la cambiaban, hacían la cama, la llevaban y la cuidaban con un mimo especial. Mi casa era una burbuja de amor hacia la madre que se iba. Eso a mí me impresionó, sobre todo la actitud de mi padre. Ella nos dejó una gran herencia en esos días de aprendizaje.

P. Cuénteme, ¿cómo se anima a un enfermo en Paliativos?, ¿en silencio, con palabras...?

R. Creo que cada uno tiene su propia personalidad. No hay una receta mágica, cada persona es diferente. Cada uno -médico, enfermera, auxiliares...- tiene que ver la palabra adecuada. A veces, como has dicho, en silencio. Y buscar la oportunidad de una buena palabra.

P. Un momento especialmente duro que recuerde en el ejercicio de su profesión en el hospital.

R. Ha habido muchos, muchos. Recuerdo sobre todo cuando a una adolescente, de unos 15 años, le diagnosticaron una enfermedad incurable. Eso fue muy duro para todo el equipo. Y otro momento, igual o más duro, fue siendo estudiante: hubo un accidente de tráfico y el chico, periodista como tú, de Toledo, se quedó tetrapléjico. Ese momento fue tremendamente duro también.

P. ¿Qué obviamos hoy en día cuando hablamos de estos cuidados, quizá por apuro, miedo o puro desconocimiento?

R. Creo que lo que no se tiene en cuenta es que hemos nacido para morir. Estamos aquí no puestos por el Ayuntamiento. Tenemos una vida, maravillosa o no, pero de alguna manera nos vamos a morir. Y de la muerte es de lo que no hablamos. No nos han educado desde pequeños; a casi nadie se le ha educado sobre la muerte. Y ése es el problema. Por eso hablar de cuidados paliativos repele, porque no es hablar de cuidados paliativos, sino que es hablar de la muerte.

Cuando vienen los estudiantes a Enfermería, una de las cosas que más les causa sensación -por lo menos cuando yo estaba de profesora- era precisamente cuando entrábamos en la materia. Y ellos lo admitían: 'nunca nos habían hablado de la muerte. Se hablaba de la vida, de pasarlo bien, de cómo teníamos que ser algo en la vida, pero no de que la muerte está en la esquina y nos podemos morir. Nunca'. 

Hablar de la muerte es la asignatura pendiente. Más que los cuidados paliativos, la asignatura pendiente es vamos a enfermar, porque vamos a morir todos, y vamos a ver cómo vamos a morir mejor.

P. ¿Hasta qué punto hay que decir la verdad a un paciente?

R. Brutalmente no se le debe decir a nadie. Hay muchas maneras de decir la verdad. El paciente tiene derecho a saber la verdad y la familia es la que no tiene que intervenir en nada y eso es lo que muchas veces... "Es que no quiero, es que se va a deprimir". Pero luego igual llaman al notario y eso es una contradicción grande.

P. Al margen de conocimientos profesionales, ¿de qué ha de estar hecha una enfermera?

R. Tiene que estar hecha de una palabra, servicio. Servir. Eso tampoco nos lo han educado demasiado. Servir es entregarse, darse.

P. Lleva más de dos años jubilada. ¿Qué echa de menos?

R. Echo de menos a los estudiantes. Los jóvenes dan mucha alegría, aportan muchísimo y es bonito estar con ellos. A veces sufren mucho, que también hay que decirlo.

P. Es delegada de Pastoral de la Salud y Tercera Edad de la diócesis y esta semana ha coordinado una mesa en torno a los cuidados paliativos. ¿Hay común acuerdo sobre el particular en la profesión sanitaria?

R. Hasta hace poco los cuidados paliativos no estaban implantados; ahora sí. Hay un acuerdo común porque hay unos temas comunes y, lógicamente, lo hay. Que luego por tus características, por tu falta de vocación o lo que sea, tú no aceptas esas normas, ese acuerdo, es otra historia diferente. Establecido como materia está tanto en Medicina como en Enfermería.

P. Más que en torno al aborto seguro que lo hay.

R. No tiene nada que ver lo uno con lo otro. (Quiero decir que quizá haya menos fricciones en la profesión sanitaria que con respecto al aborto). No te creas. No todo el mundo cree en los cuidados paliativos. A veces cuesta mucho que el paciente vaya a cuidados paliativos, con lo cual no es que existan puntos de unión. No es tan fácil ponerse de acuerdo.

P. Es un tema recurrente y ahora vuelve al debate público. Pero curiosamente cuando se habla sobre el aborto se cita más a los médicos que a los profesionales de la Enfermería.

R. Quien tiene que hacer el aborto es el médico. Nosotros intervenimos en cuanto a instrumental, cuidados a la paciente. Pero quien ha de instrumentalizar todo es el médico. (También el profesional de Enfermería puede tener una objeción de conciencia al respecto). La puede tener y de hecho hay muchas y muchos que la tienen. Pero quien realmente lo hace es el médico. Puede ella no querer presenciar eso, vale, pero una vez que la mujer sale del aborto, del quirófano, yo tengo que cuidarla. Y ahí no vale objeción de conciencia. Tengo que cuidar a esa mujer.

P. Dígame el último reto que ha asumido.

R. Ha sido éste, el de la Pastoral de la Salud. Me jubilé, tenía ya mis planes hechos, mis cosas... Y cuando don Abilio me llamó para mí fue un reto. Hay que hacer cosas, como pueden ser estas jornadas que se han programado. 

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