Heraldo-Diario de Soria
Marcelino Iglesias, artesano de la madera, natural de Becerril del Carpio (Palencia). / Sara Muniosguren (Ical)-

Marcelino Iglesias, artesano de la madera, natural de Becerril del Carpio (Palencia). / Sara Muniosguren (Ical)-

Publicado por
ICAL
Soria

Creado:

Actualizado:

Hijo de uno de los mejores y más reconocidos artesanos de talla en madera de la Comunidad, su camino no podía llevarle por otros derroteros. Marcelino Iglesias Retenaga es uno de los pocos escultores en madera que quedan en Castilla y León. Pertenece a una tercera generación de artesanos y “viene la cuarta”, comenta orgulloso. Recrea con sus manos lo que su mente proyecta. Y lo hace de una forma increíblemente precisa. Sus obras desprenden ese cariño que él profesa hacia su trabajo, un oficio que en otro tiempo abundó por el norte de la provincia de Palencia y en la Cordillera Cantábrica y que ahora él está tratando de recuperar.

 

“Hay que estar loco para dedicarte a esto”, reconoce. Sin embargo, en sus ojos se ve ese cariño que conserva por la que fuese la profesión de su padre y su abuelo. Ahora le toca a él seguir con la estela familiar. Cinco años después de la muerte de su padre, el también ebanista Fermín Iglesias, recuerda con nostalgia sus primeros contactos con la madera en su pueblo natal, Becerril del Carpio (Palencia).

Con tan sólo ocho años ayudaba a su padre, “sobre todo rompiendo madera”, y fue ahí donde le entró el gusanillo por este noble material. Con tan solo 14 años talló un arcón que hasta hace pocos días ha estado expuesto en el Museo del Cerrato de la localidad palentina de Baltanás. Una obra que observa con especial cariño y del que no se deshace, pues lo hizo con ayuda de su abuelo una semana antes de que éste muriera.

Pese a su juventud, cuenta ya en su haber con unas 500 obras, muchas de ellas ya vendidas, y cada una de ellas contiene una parte de su vida. De otras no ha querido desprenderse. Es por ello que conserva una cuna que hizo para su primer hijo o una sorprendente trona de bebé formada por cien piezas procedentes de embalajes recortadas a mano que construyó para el segundo, que ya con trece años talló dos relojes en madera. “Creo que este oficio no se va a morir conmigo”, asegura.

En su dilatada trayectoria ha hecho de todo. Comenzó restaurando algunas tallas, mesas presidenciales y la barra de la cafetería del Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes. En 1995 decidió irse a Alemania, donde residió durante once años. Allí trabajó en una fundición, pero consiguió además montar un pequeño taller donde realizó multitud de trabajos en madera.

Su empresa lleva hoy el nombre de Geseke, el pueblo alemán donde residió y donde realizó algunos de los trabajos más espectaculares. Allí permaneció durante años un escudo en talla de 14 centímetros de grosor, o una espectacular mesa que realizó de forma explícita para colocar en un castillo de la localidad. El museo del pueblo germano conserva además una figura de San Pancracio tallada a mano o dos bustos de la Virgen y San José que realizó para un belén.

Recuperar la tradición

Hace seis años que regresó a España y reconoce la suerte que supone poder vivir de lo que a uno le gusta. “Siempre trato de buscar nuevos retos, trato de hacer algo que mi mente recrea y voy a por ello”, señala. Y como muestra un botón. Ha llegado incluso a restaurar la culata de una escopeta y la carrocería de un ‘Biscúter’, un coche de los años 50 que tiene parte de la chapa en madera.

Iglesias asegura que es “un lujo” poder trabajar hoy por hoy en lo que mejor sabe hacer. Él apuesta por la creatividad y lamenta la pérdida de esos valores en una sociedad que “solo busca la comodidad, lo que está de moda” y que hace que vayan desapareciendo oficios tradicionales, como el que él ha mamado desde que nació. “Creo que hay muy buenos artesanos en muchos pueblos pequeños de la región y se les ve con mucha ilusión, pero es un arte que se está perdiendo y que debemos recuperar”, lamenta.

Él sigue tallando a mano, como se ha hecho toda la vida, a base de las clásicas herramientas como las gubias o los formones. Las maderas de peral, nogal, cerezo o roble están entre sus preferidas para su trabajo, pues “son las más nobles y las mejores para la talla”, asegura, aunque ha trabajado incluso sobre un tablón de obra de madera de pino y ahora lo hace a menudo con haya esterilizada que trae desde Alemania.

De regreso a su pueblo natal, combina el que es su oficio y su pasión con la docencia, impartiendo cursos de talla en los CEAS de Aguilar de Campoo y Barruelo de Santullán. Además, la apicultura, afición que también heredó de su padre, ocupa buena parte de su tiempo.

Reconoce que su técnica “se va refinando” con el tiempo y muestra de ello son sus obras. Desde cuadros tallados en madera homenaje a las localidades y paisajes en los que vive hasta un tablero de ajedrez, pasando por cajas de herramientas, taquillones y hasta una máquina de coser restaurada.

Muchas de sus piezas ya se han vendido, pero hace algunas semanas tuvo la oportunidad de recuperar buena parte de sus obras para la exposición que se organizó hasta el pasado 27 de junio en el Museo del Cerrato Castellano. Allí, los cientos de visitantes que pasaron por la muestra, conocieron de primera mano el arte de un oficio prácticamente desaparecido que Marcelino Iglesias trata de recuperar.

tracking