Heraldo-Diario de Soria
El poeta salmantino Juan Antonio González-Iglesias en su ático a orillas del Tormes. /  DAVID ARRANZ / ICAL-

El poeta salmantino Juan Antonio González-Iglesias en su ático a orillas del Tormes. / DAVID ARRANZ / ICAL-

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CÉSAR COMBARROS / ICAL / Salamanca
Soria

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La casa de Juan Antonio González-Iglesias (Salamanca, 1964) emerge sobre un lugar que no está «ni dentro ni fuera de la ciudad», como él mismo escribe en los versos de Cumplimiento. Enclavado entre la Casa Lis y el puente romano, su ático ofrece una inusitada panorámica sobre el río, ese ángulo del Tormes al que se refería en un poema su admirado José Emilio Pacheco, a partir del cual él dio forma a Un ángulo me basta.

Para rastrear el origen de su actual biblioteca, hay que remontarse hasta sus años de niñez, un periodo en que su padre trabajó en la editorial Plaza&Janés y le brindaba la oportunidad de pedir a los Reyes «unas listas infinitas de libros, sobre el catálogo de la editorial». «Luego he sabido que los pagaba mi padre, pero entonces él me ofrecía la posibilidad de pedir lo que quisiera. Era una carta a los Reyes Magos de verdad. Ahí construí mi fondo incial de novelas y de poesía», evoca.

El pudor y una cierta timidez le hacen pensárselo dos veces antes de abrir las puertas de su colección personal, una amplia selección donde los volúmenes en castellano, inglés, italiano y francés conviven con naturalidad bajo un único criterio: que cada libro esté al lado de otro al que no moleste. Para muestra un botón: las memorias en inglés del expresidente de Estados Unidos The Clinton tapes reposan junto al legado literario de Maquiavelo en italiano.

En algunos casos, los volúmenes aparecen agrupados por colecciones; así sucede con los libros de las editoriales Visor, Hiperión o Gredos, cuya ‘Biblioteca Clásica’ de autores griegos y latinos adquiere un gran protagonismo en las paredes del salmantino («ahora los están vendiendo en los quioscos», sonríe satisfecho). En otras ocasiones, las menos, la devoción por un autor concreto le hace agrupar todos sus libros juntos; es el caso de su poeta favorito, el alicantino Juan Gil-Albert, cuya obra ocupa todo un estante y aparece al lado de textos de artistas sobre los cuales trató en sus escritos, como Miguel Ángel o Shakespeare.

Otro de los privilegiados es Pablo García Baena, es principal culpable de que hoy compagine su trabajo como profesor en la Universidad de Salamanca con la poesía. Fue el integrante del Grupo Cántico quien, «de una manera muy elegante», estimuló su vertiente creativa: «Un día estábamos charlando juntos, en su casa en Benalmádena, y al despedirnos me dio las bases de un concurso de poesía. Me empujó a escribir sin decir una palabra», evoca.

También cuenta con un espacio propio la escritora belga Marguerite Yourcenar («me encanta», declara), que fue la primera mujer elegida miembro de la Academia francesa. «Es curioso, el pasado mayo me nombraron académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo», recuerda divertido. Ajeno a la bibliofilia y a la caza de primeras ediciones de libros antiguos, el salmantino explica que Pindare, el ensayo que Yourcenar publicó en 1932 sobre Píndaro, es el único libro que ha perseguido y comprado con esas características. Casualidad o no, hace escasas semanas González-Iglesias ha sido elegido, junto con Aurora Luque, como escritor invitado para 2012 en la Villa Marguerite Yourcenar.

Poesía y ensayo son los dos géneros que predominan en el mosaico heterogéneo que puebla sus estanterías. «La razón es algo misterioso, pero los poetas tendemos a leer poesía y ensayo, sin prestar apenas atención a la narrativa. En general, los poetas son muy buenos narradores, pero no tienen la fuerza, las ganas o la constancia necesarias para construir un mundo completo, que en definitiva es lo que son las novela», explica antes de argumentar que «los poetas están cada vez más cerca de artistas como pintores o músicos que de los escritores». Pese a ello, confiesa su debilidad por los «novelistas de temperamento poético», entre los cuales incluye a Cervantes, Stendhal, Pombo o Vargas Llosa, y reconoce su predilección por la novela policíaca «para determinados momentos»

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