Heraldo-Diario de Soria

Unas 20 familias de Castilla y León participan en el programa de estancias o acogimientos temporales

La iniciativa está impulsada por la Junta a través de Cruz Roja para niños tutelados

Árbol de Navidad en una familia monoparental de acogida.

Árbol de Navidad en una familia monoparental de acogida.ICAL

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Redacción
Soria

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“Mi padre tiene 94 años y cuenta que vivió la Guerra Civil y la II Guerra Mundial y, a pesar de ello, de niño fue muy feliz. Luego pasó dificultades. Relata que lo que vivió de niño; y esos momentos de felicidad plena, le dieron fuerzas para luchar por su vida. Pensaba que si fue feliz podía volver a serlo. Si nosotros dejamos esa huella de felicidad en nuestra hija de acogida para que de adulta pueda recurrir a esos momentos, nos quedamos plenos”.

Ella es Gaëlle Vargas y junto a su pareja, Manu Velasco, y sus dos hijas forman esa “tribu” de padres acogedores de Castilla y León, una especie de personas que anteponen sus apetencias y dejan atrás su egoísmo para abrir su hogar, su espacio más íntimo, en este caso, a una niña tutelada por la Junta de Castilla y León.

Ella es un “regalo” de niña, una hermana mayor para sus dos hijas, y Gaëlle reconoce que en cuanto la vio tuvo un “flechazo”. En poco tiempo se ha convertido en su tercera hija, la más mayor, a la que regalan, como canta Conchita en ‘El viaje’: “Carreteras que bailan despacio y colores que nunca podrá olvidar”.

La hija de acogida de esta pareja de León forma parte del programa de ‘Padres de Acogida’ que impulsa la Junta a través de Cruz Roja. La entidad es la encargada de dar respuesta a los menores en situación de desamparo para que se repongan de esa situación a través de un contexto familiar estable. Siempre con el conocimiento de que existe la posibilidad de que ese menor vuelva con su familia de origen, pues Cruz Roja también trabaja en este aspecto.

Pamela Galdo es la psicóloga de Cruz Roja Valladolid y anima a la sociedad de Castilla y León a acoger a niños para demostrar su compromiso con la infancia. El programa que gestionan de estancias temporales o acogimiento familiar participan actualmente alrededor de 20 familias que pasan previamente un proceso de formación para que sean conscientes de las necesidades que tienen y como dar una respuesta adecuada.

Gaëlle y Manu son profesores y por su contexto profesional conocían el sistema, a familias acogedoras y a niños de acogida. Cuentan que nunca se da el momento adecuado para dar el paso. La vida está llena de obligaciones, por ello, alientan a otras personas comprometidas y solidarias con los más vulnerables a dejarse llevar por lo que les dicte el corazón y hacerlo.

Manu reconoce que es su mujer quien le saca de su “zona de confort”. Ella le hace darse cuenta que ante las injusticias y necesidades sociales deben aportar nuestro granito de arena. Gracias a ella ha comprendido que es necesario “abrigar” la infancia de su tercera hija para que cuando en un futuro “tenga frio” pueda volver a ella.

“A las posibles familias acogedoras hay que decirles que recibirán más de los que dan porque a estos niños no hay que darles experiencias sorprendentes ni ‘megaregalos’. Solo necesitan lo básico: la escucha, una mirada, cariño y tiempo. A cambio recibes lo mismo”, puntualiza.

La psicóloga explica que esta pareja se acogió al programa de estancias temporales que se desarrolla entre julio y agosto con niños de 7 a 17 años. Tras pasar un proceso de “acoplamiento” para evitar que sea invasivo, es decir una fase de encuentros previos entre el menor y su familia de acogida se da paso a la convivencia de los fines de semana y vacaciones. Tras esto, la familia y el niño deciden que relación quieren tener, si continúan en el de estancias temporales o en el de acogimiento temporal.

Manu y Gaëlle relatan que su hija mayor es “simplemente eso” no solo para ellos, sino para sus hijas biológicas, que han hecho el 97 por ciento del trabajo, y para su círculo familiar. De este modo, hay “propina para tres, cumpleaños para tres y regalos de Navidad para tres”.

"Nosotros hablamos con ella sobre cómo quería que fuese presentada para el resto de la sociedad y ella dijo que como hija. Así es que no hemos puesto el Belén hasta que ha venido a casa y todos los planes los hacemos teniéndola en cuenta. Mis hijas a las tres semanas de estar con ella cuando alguien les decía que no era su hermana, no cabía la negociación, ya que respondían que sí lo era con rotundidad”, cuenta la madre.

Muchas personas le preguntan si no le da pena desprenderse de su hija que regresa entre semana al recurso residencial, sin embargo, recalca que Cruz Roja es “para lo primero que les prepara”. A los padres de acogida les hacen entender que es una “crianza compartida y que el niño va a ser cuidado por varios actores”. Es decir, convivirá con una familia normativa durante unos períodos y luego vuelve a la normalidad a su recurso residencial.

“Yo siempre comparo la situación a cuando te vas de vacaciones y vives una realidad diferente. Tras volver a tu piso tienes la depresión post vacacional. La niña, cuando está con nosotros, ve un modelo, la normalidad de una familia. No hace faltan fuegos artificiales ni viajes a Disney, porque solo quieren cariño, familia y equilibrio. Todos vivimos situaciones de cambio y sabemos adaptarnos”, asegura.

Pamela Galdo resalta la importancia de ser “incondicional”, aunque sea en tiempos cortos, en la vida del menor, ya que el tiempo que se regala es una huella y una experiencia que guardan. “Ellos ven que son queridos, que hay personas que abren su hogar y que personas que forman parte de su vida".

En las niñas de esta pareja la empatía ha crecido de forma exponencial. La hija mayor, por su parte, ha pasado a tener un expediente académico muy bueno, su rendimiento escolar ha aumentado desde que forman parte de su vida.

Al respecto, la psicóloga alude a que cuando a nivel emocional no existe una línea base es difícil que se destaque en otros ámbitos. Sin embargo, cuando se encuentra a alguien que da paz, calma y estabilidad puede florecer su otro “yo”. “En este caso la niña es maravillosa y ellos han promovido amor para que pueda demostrar lo que es”.

La trabajadora social y responsable autonómica de los programas de familias de acogida, Noelia Agüado, recuerda, por su parte, que los padres de acogida hacen una labor de “coparentalidad” con la familia de origen y que el niño tiene una familia biológica. No se busca, por tanto, la “adopción o una filiación”, sino que existen dos familias que velan por el bienestar de su hijo.

Familias monoparentales

Javier (nombre ficticio) sabe muy de lo que es criar a un hijo con su familia de origen. Él siempre tuvo claro que respetarle era respetar a su madre y, por ello, a lo largo de su “viaje” que ya dura ocho años siempre le ha inculcado el amor por su madre, esa mujer que le dio la vida y con la que ha mantenido visitas.

Este soriano tenía una vida acomodada antes de que su hijo mayor llegará a su vida. Tenía 13 años y él 36. A día de hoy, el primero se ha convertido en universitario y tiene una vida normalizada. “Yo siempre le he insistido que mantenga el vínculo con su madre. Le he trasladado que ella le quiere con locura pero que le han faltado herramientas para hacerlo bien. Intenté naturalizar la acogida e incluso en los encuentros yo hablaba con ella para que no se dieran situaciones incómodas o violentas. Respetar su origen es respetarle a él. Siempre le dije que nuestra relación se basaba en la confianza y que yo apostaba por el caballo ganador porque reconocía su valía”.

Cuando su primer hijo ya volaba, este soriano decidió volver a acoger, esta vez, a dos hermanos a la vez. Ellos son más dependientes y tienen necesidades respecto al cariño y al cuidado. Piden exclusividad. En este sentido, remarca que, a pesar de que su experiencia es positiva, durante el acogimiento hay momentos “malos” al intentar establecer rutinas y límites y reconocer, que después del trabajo desempeñado, "volarán”. “Cuando hablan de su vida anterior es que ya sienten que están en un sitio seguro. En el camino hay que regular sus emociones y conductas y estar disponible para sus requerimientos”.

Javier es una familia monoparental al igual que Ana -también nombre ficticio-, que acoge a un niño desde hace cinco años. Javier y Ana pasaron de participar en el programa de estancias temporales a un acogimiento temporal.

Ana resalta que su caso “no es lo común”, ya que desde Cruz Roja también trabajan con la familia de origen para promover el retorno, algo que, de momento, no se ha dado.

A ella le gustaban los niños y decidió junto a su hijo biológico dar el paso. Al principio, asegura que fue difícil, hasta que los vínculos encajan. “Cuando tenía dificultades llamaba a Cruz Roja y a la Junta", indica.

Noelia apunta que hay un servicio de 24 horas al que los acogedores pueden recurrir, un teléfono con profesionales detrás que les acompaña en dar a la mejor respuesta a la situación de emergencia.

Gaëlle, Manu, Javier y Ana tienen una estabilidad social, laboral y de salud, requisitos que Cruz Roja pone para pasar a ser padre acogedor. Aunque sus circunstancias son diferentes, tienen rasgos en común: su compromiso con la infancia, su solidaridad, su creencia de que puede haber un mundo mejor y sus ganas de acoger un corazón limpio que tan sólo pide estabilidad para crecer y sentir que también puede ser querido.

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