ENTREVISTA
Jeanette Winterson: "Si haces tuyo el dolor, puedes convertirlo en algo positivo"
La escritora británica publica 'Días de Navidad', cuentos y recetas
La chispeante Jeanette Winterson (Manchester, 1959) ha participado en el Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor de Bilbao (Ja!) para hablar del último de sus libros, 'Días de Navidad' (Lumen), cuyas claves desentrañó durante una charla telefónica. Se trata de una colección de 12 cuentos navideños, acompañados de otras tantas recetas típicas de esas fechas, como las tartaletas de picadillo que preparaba su madre adoptiva. La escritora solía llamarla “señora Winterson” a secas: fue una mujer maníaco-depresiva, integrista religiosa (evangelista pentecostal), que echó a su hija de casa a los 16 años cuando le confesó que era lesbiana. Winterson supo destilar una infancia de maltrato en dos obras magistrales, la novela 'Fruta prohibida' y la autobiografía '¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?'
¿Cuentos de Navidad? ¡Pero si todavía hace mucho calor!
[Se ríe] Algunos fueron encargos de revistas que me hicieron en verano, y sí, hacía calor. Para ponerme a escribir tenía que esperar a que anocheciera; encendía velas y ponía música navideña. Empecé a escribirlos hace unos 15 años para mí misma porque me encantan las pascuas y leer cuentos de Navidad por el elemento sobrenatural, porque en ellos puede suceder cualquier cosa.
El libro incluye un homenaje a Dickens.
Sí, en el relato 'La rana de plata'. Los mejores cuentos de Navidad y de fantasmas son los del siglo XIX, que fue cuando se inventaron. De hecho, la Navidad es un invento victoriano.
Aparecen muchos niños atrapados. El sentimiento de abandono sigue arraigado en usted.
Absolutamente. Los traumas profundos que te suceden en la infancia no desaparecen por mucha terapia que hagas. Viven contigo. Si los interiorizas, si los haces tuyos, puedes convertirlos en algo positivo, divertido o alegre. Yo he sido afortunada porque he podido usar esa energía para transformarla en otra cosa.
Habla con mucho afecto de Ruth Rendell [escritora británica de novela negra y de misterio].
Durante muchos años, pasé las Navidades con Ruth, y ella siempre preparaba col lombarda como tradición. Fue ella quien me dio la idea de entremezclar recetas entre historia e historia. Ruth fue para mí una buena madre. Una madre que no me juzgaba, que me escuchaba, que me acogió. La quise mucho. Cuando nos conocimos, yo tenía 26 años y ella 53.
Escribe: “Las cosas que lamento de mi vida no son errores de juicio, sino fallos de sentimiento”.
Ponemos tanto énfasis en pensar, en tomar las decisiones adecuadas, que pasamos por alto nuestros sentimientos y los de los demás. ¡Es tan fácil herir a las personas! Cuando pienso en mi propia vida, me digo que a veces he intentado tomar la mejor decisión sin calcular el coste humano. Lo vemos continuamente en política, cuando nos hablan de austeridad, del cierre de hospitales sin tener en cuenta el daño que causan. Debemos aplicar un cambio en nuestra manera de vivir, en lo personal y lo global.
Es inevitable preguntarle por el brexit.
Será un desastre económico para Gran Bretaña y para los trabajadores, que verán mermados su protección, el salario mínimo, la atención sanitaria. Esa es la agenda oculta detrás de quienes pretenden sacarnos de Europa. Creo que podría abandonar Inglaterra si se convierte en un lugar imposible, racista. Hay hostilidad hacia los polacos y rumanos. Este verano no había trabajadores para recoger la fruta en Inglaterra, y se quedó pudriéndose en los campos. Estamos haciendo una gran tontería con el brexit.
¿Considera que los críticos la han tratado igual que a sus colegas masculinos?
Las mujeres siempre lo tenemos peor, ¿o no? Hemos de trabajar más duro y ser mejores para obtener el mismo reconocimiento. Mire Hollywood, por ejemplo: el 90% de los directores son hombres. A las mujeres jóvenes que escriben suelo decirles que, aunque las cosas se están arreglando, no las tomarán tan en serio como a los hombres y las criticarán con más dureza. Les aconsejo que no lo consideren como un fracaso, porque no lo es. Se trata de un problema estructural del sistema.