Heraldo-Diario de Soria

Un marqués en la carrera

100 AÑOS DE CICLISMO EN SORIA / Es este el título de uno de los libros más interesantes de la historiografía soriana; lo publicó, ya va para veinte años, Joaquín Alcalde, conocido escritor “costumbrista” de las cosas de la tierra, que, mucho antes, fue cronista deportivo, miembro fundador del Club Ciclista Soriano, juez árbitro nacional y vocal de su junta directiva, comisario de la Unión Ciclista Internacional y participante activo en los Juegos Olímpicos de Barcelona, en seis vuelta a España y en numerosos campeonatos españoles y europeos

Patio del palacio de la Vilueña, antes del incendio de 23 de marzo de 1893, con Álvaro Trillo, Francisco y Tiburcio Carrillo y Abelardo Centelles. [Gentileza de Jorge Carrillo Fernández]

Patio del palacio de la Vilueña, antes del incendio de 23 de marzo de 1893, con Álvaro Trillo, Francisco y Tiburcio Carrillo y Abelardo Centelles. [Gentileza de Jorge Carrillo Fernández]

Publicado por
JUAN A. GÓMEZ-BARRERA
Soria

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Y, como se dice, autor del libro cuyo título encabeza esta página. Una obra singular, única, exquisita, que Joaquín investigó, elaboró, redactó y publicó en 2002, en edición conjunta de la Asociación Soriana de la Prensa Deportiva y del Club Ciclista Soriano, entidad ésta que nació en 1964 tras los escarceos del Club Ciclista Juvenil (1959) y el Club Ciclista Popular (1960) que presidió Antonio Madurga. Un libro que tuvo la dicha de cinco presentaciones distintas [de Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León; de Carmen Izquierdo, presidenta de la Federación Española de Asociaciones de la Prensa Deportiva; de Rafael Torres, secretario general de la Real Federación Española de Ciclismo; de Gregorio Moreno, presidente de la Asociación Española de Organizadores de Carreras; y de Carmelo Astigarraga, presidente del Comité Nacional de Árbitros] y el impacto de 75 imágenes fotográficas coleccionadas por ciclistas y aficionados, tan célebres en esta ciudad como Casimiro Rodrigo o Felipe Untoria, o captadas por profesionales tan cualificados como Vicente, Wifredo, Fernando Santiago o Valentín Guisande; y que responde, en fin, al sano criterio de recopilar y divulgar cuanto el deporte del ciclismo ha generado en esta ciudad desde aquellas folclóricas pruebas celebradas en la plaza de toros el Domingo de Calderas de 1893.

Un par de años antes, en vísperas de otras fiestas de San Juan, llegaban las primeras bicicletas a Soria, muy alejadas ya de su prototipo original [aquel que creo hacia 1820 Karl Freiherr von Drais y pasó a la historia con el nombre de ´draisiana´], y se dejaron ver por el paseo del Espolón. En aquellos primeros ensayos, en tan improvisado circuito, no salió bien parado el boticario Santiago Ruiz, pero en cambio, en el patio interior de su casa, los hijos mayores del marqués de la Vilueña [Francisco y Tiburcio] y su sobrino [Álvaro Trillo], posaban con sendas bicicletas y un bello ejemplar de velocípedo si no en el mismo momento sí antes de aquel 2 de julio de 1893 pues, para entonces, ya hacía tres meses que el palacio había sido pasto de las llamas.

En la imagen, que recuperamos de nuevo para este artículo, queda en segundo plano el cochero Abelardo Centelles a lomo de un hermoso caballo bien distanciado de aquel de madera que, al decir de nuestro autor, fabricó el conde M. de Sivrac en 1789 para diversión de sus hijos. La fotografía, que tan generosamente nos cedió Jorge Carrillo, es espectacular y Joaquín Alcalde, comparta o no nuestra apreciación, la habría incorporado, sin reparo, a las páginas iniciales de su libro. “La fotografía –ha escrito recientemente Enrique Andrés parafraseando a Walter Benjamin– nos muestra, en general sin pretenderlo, lo indómito, lo irreductible, aquello que irrumpe sin haber sido invitado”, y, al efecto, no se nos ocurre mejor argumento para traerla aquí y pergeñar con ella, y con ´100 años de ciclismo en Soria´, una hoja más de esta ´Soria a ras de tierra´ con que les persigo desde hace años.

Hablábamos [con la prensa local en la mano, la misma que manejó en su día Joaquín] de la llegada de las primeras bicicletas a Soria, de cómo la afición a éstas iba tomando “incremento en nuestros pueblos” al tiempo que se pensaba, en julio de 1891, en crear el Veloz club Numantino y en programar carreras “para las fiestas del Patrón”. En julio del 92 y desde Logroño, quizá con lo visto en la feria de Enciso aún en la retina, escribió el velocipedista berlangués Manuel Alboreca a Noticiero de Soria para comprometerse con tres compañeros suyos “a dar varias carreras de Velocípedos en las próximas fiestas de San Juan”; y se anunciaron éstas para “el día de sábado agés”, y no las hubo; y se volvieron a anunciar entre los festejos de San Saturio, pero tampoco cuajaron. Mas no decayó Alboreca, y en los sanjuanes siguientes, arropado por los entonces afamados velocipedistas Rafael González, de Cervera del Río Alhama, Santiago Díaz, de Calahorra, José del Valle, de Zaragoza, y Teodoro y Baldomero Gutiérrez, de Enciso, logró que Soria celebrara, por vez primera en su historia, seis carreras [en cinco categorías distintas, Provincial, Nacional, Local, Resistencia y Consolación, según distancias y cualidades, más una de Cintas premiada por las señoritas que presidian el espectáculo]. Era la ya citada primera carrera del ciclismo soriano, aquella que se celebró el Domingo de Calderas, a las cuatro de la tarde, del 2 de julio de 1893.

Y hubo más. Para el 4 de agosto de 1895 se anunció fiesta de “bicicletas y novillos” en la plaza de Toros; y hubo carreras de velocípedos, con producto destinado a los pobres de la capital, en las siguientes de San Saturio; y, en agosto de 1896, el empresario, y director de La Razón, Francisco Lacussant, puso en su establecimiento bicicletas de alquiler y construyó a su cargo, en los patios de la Diputación, un velódromo para que “pudiera aprender a montar todo el que quisiera, sin temor al ridículo si se apeaba del ´chisme´ cuando menos lo esperaba”. Tantas bicis y tanto entreno trajo como consecuencia insuperable nuevas carreras de bicicletas en las siguientes fiestas del Patrón. Y aparecieron entre los participantes corredores hoy bien conocidos, como Pedro Lacussant, Félix Herrero, Eusebio Cacho, José Garcés, Mariano Vicén y Francisco y Tiburcio Carrillo, los hijos del marqués de la Vilueña, los mismos que aparecen en nuestra imagen.

Tan bien salió el asunto que, tras las pruebas y el regocijo de los asistentes, se celebró un “banquete ciclista” en honor del señor conde de Berberana, y todos terminaron convencidos de “que las carreras de [aquella] clase no [debían] celebrarse en una plaza de toros porque en una vuelta continuada no [podía] desarrollarse velocidad”. Unos meses después, en enero de 1897, se creó el Club Velocípedo Soriano, con reglamento propio, editado por Pascual Pérez-Rioja, y con una primera junta directiva que comandó Mariano Vicén, con Francisco Carrillo como vicepresidente, Santiago Peña como Tesorero, Félix Herrero de Contador y Manuel García Vinuesa como Secretario. Por desgracia, murió pronto éste, ascendió a marqués Francisco, alcanzó otras funciones menos festivas Mariano… y los velocipedistas restantes empezaron a volar por su cuenta.

Francisco Carrillo [Madrid, 04.01.1873], contrajo matrimonio con Pilar García, en la mañana del 26 de enero de 1900, en la Iglesia de El Salvador; su hermano Tiburcio [Soria, 09.01.1877], con Rufina Cabriada, en Zaragoza, en la Iglesia del Pilar, el día 8 de enero de 1902; en medio, el 19 de julio de 1900, murió el señor padre de ambos; y aquel recibió en herencia el título de marqués de la Vilueña y éste, Tiburcio, el de barón de Velasco. Es por ello que un marqués y un barón [en futuro], participaron en aquellas ingenuas carreras con que empezaría, 100 años después, la historia que nos ha dejado escrita Joaquín Alcalde. Tiburcio hizo, además, pinitos de fotógrafo con motivo del eclipse solar de 28 de mayo de 1900; y Francisco, en domingo de Carnaval de 1903, estrenó en privado una revista titulada “Almazán por dentro”, a la que puso música Antonio Madrazo.

 

 

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