Heraldo-Diario de Soria

La fiesta de Calderas de Isabel de Portugal

DE LO 'OPORTUNO' Y LA 'GRACIA' DE LO PRESTADO. Si se cumple lo previsto este artículo, cuya lectura aquí empieza, se habrá publicado el domingo anterior al de Calderas del año 2023

Concierto Ntra. Sra. del Mercado y la C. de la Blanca. 26.06.1601. Col. MGL

Concierto Ntra. Sra. del Mercado y la C. de la Blanca. 26.06.1601. Col. MGLHDS

Publicado por
J. Antonio Gómez Barrera
Soria

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Su contenido se remonta a dos fechas en absoluto banales, 1536 y 1601, que son las que se inscriben en dos documentos cuyas copias digitales nos remitió, por su propia iniciativa, Manuel García de Leániz hace ya algunos meses. La “literatura sanjuanera” trató sus temas a partir de parecidos textos, pero no los mismos.

Vaya por delante dos máximas incuestionables: la primera, no hay escribidor soriano que no se haya ocupado de las Fiestas de San Juan al menos una vez en la vida; y la segunda, no hay fechas que obliguen más a platicar de ellas que las que ocupan la última semana de todos los meses de junio que en la historia han sido y serán. Y aún hay una tercera y una cuarta: que no somos dados a escribir de tal evento y que, si hoy lo hacemos, aparte de por agradecidos, lo es en condición de investigadores, recuperando o resaltando algún papel, señal, imagen o documento. Lo que aquí se traen, ya se dice, nos llegó por e-mail del referido amigo y a él de los herederos legítimos de su antiquísima familia. Son cuestiones viejas, tratadas ampliamente en el género festivo de la sorianidad. Que sepamos, las Ordenanza de 1535 –salidas de la mente obispal de Pedro González Manso, la sumisa corporación municipal que las aprobó y la Emperatriz Isabel, que, en ausencia de Carlos, las sancionó– fueron dadas a conocer, con fotografía de sus seis páginas, transcripción de su texto y análisis de sus consecuencias, por José A. Martín de Marco (1985) y por José María Martínez Laseca (1986). Por su parte, el Concierto entre el monasterio de Ntra. Sra. del Mercado y la cuadrilla del Rabal Somero a fin de que la imagen de la Virgen de la Blanca entrara en procesión, lo rescató, entre los Protocolos Notariales del AHP, José Ignacio Esteban Jáuregui, y lo ajustó a interpretación, en la ´Enciclopedia de las Fiestas de Calderas´, Eduardo Muro Sanz (2014). No obstante, y de ahí nuestro atrevimiento, los documentos cedidos por García de Leániz son “copias simples” de las “observancias” firmadas por nuestra “Señora de Soria” [es decir, Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, que le sustituyó en sus múltiples ausencias] y de los “acuerdos” entre la Cuadrilla de la Blanca y el Priorato. La primera la mandó hacer Damián Ambrosio, en 1665, “por ser cosa antigua y para que conste a los que vinieren”; la segunda la trazó el propio escribano Bartolomé de Santacruz, por petición del Prior y monjes del citado monasterio, el 26 de junio de 1601. Sin duda, la diferencia de fechas entre original y copia [130 años en el primero; apenas 15 días en el segundo] determinan su relación: el papel relevante en los festejos de la Virgen de la Blanca.

Nada se aporta a lo sabido por los investigadores sanjuaneros, pero es de suponer que los pormenores que en ellos subyacen sean de interés para el Común. Por ello, y ante la imposibilidad de editar sus transcripciones completas, mostramos como imagen el “convenio” y como texto el mayor extracto posible de aquellas ordenanzas que tan mal sentaron a las cuadrillas, las cuales se negaron a celebrar las fiestas en tanto no se redactaran otras nuevas [Ordenanzas de 1540].

“Doña Isabel, por la divina clemencia Emperatriz, Reina de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra [etc.], Señora, por cuanto por parte de los Caballeros, Concejo, Justicia e Regidores de la ciudad de Soria me fue hecha relación que, desde tiempo inmemorial, en ella se celebra una fiesta que llaman de Nuestra Señora, el domingo primero después de San Juan, en la cual se hacían gastos desordenados, y ocupaba a los vecinos muchos días, y la misa y procesión no se decía ni hacía con la solemnidad que se requería, y de noche y de día se cometían muchos pecados públicos. A causa de lo cual, y para su reformación, se hicieron estas ordenanzas, las cuales son del tenor siguiente:

Ordenamos e mandamos que, en adelante, las fiestas de Nuestra Señora continúen el sábado, a las vísperas vigilia del dicho domingo, después de San Juan de junio.

Que por cuanto las cuadrillas de esta ciudad tienen por costumbre loable sacar en la procesión el Santo de su vocación, mandamos que el Sacristán de la tal iglesia sea obligado a aderezar y poner sus andas lo mejor que pudiese y que los cuatro de cada cuadrilla lo sean de llevarlos en hombros y traerlos a la dicha iglesia de donde saliere, y que, en la dicha procesión, yendo y viniendo, lleven tamboriles o danzas o diversiones que sean de hombres y no de mujeres.

Y, además, ordenamos y mandamos que las cuadrillas, el dicho domingo de la dicha fiesta, se junten en las iglesias donde tienen costumbre, y que subiendo la procesión de San Pedro salgan con su Santo en solemnidad y vengan a la dicha procesión, y entren en ella, y vayan los Santos en medio. Y para que la procesión vaya más solemne, mandamos que las cuadrillas que están dentro de la ciudad salgan a la misma todas antes que llegue a la puerta del Postigo, y las de los arrabales y Santa Bárbara, salgan al Campo y entren en la procesión por el orden que antes tenían.

Y que en llegando a Nuestra Señora del Mercado, en cuya casa siempre se celebró esta fiesta, que la procesión dé una vuelta alrededor, y se entren en la dicha iglesia, y allí se diga la misa con toda solemnidad. Y por cuanto hasta aquí se nombraban en cada cuadrilla un mayordomo y un compañero para servir la fiesta y hacer un padrón y repartimiento de muchos maravedíes para gastar en comer y beber, ordenamos e mandamos que en adelante no haya mayordomos ni se haga padrón ni repartimiento, pues no ha de haber gastos para que sea menester.

Y puesto que de tiempo inmemorial se dio pan, vino y carne a las personas que lo requerían, ya fueran forasteros o vecinos, y para esto solían en cada cuadrilla matar un novillo, y dado que la dicha caridad hacían mucho gasto, ordenamos que ésta se dé después de acabada la misa, que la ciudad tome el pan de la renta de los Tajones de Valonsadero, y que después, si aquello no bastare, se gaste de los propios o de otra cosa como al Regimiento pareciere, y su mayordomo compre cada año dos o tres novillos, los cuales se gasten y dé en cocido y hagan raciones.

Y ordenamos, asimismo, que, en ninguna cuadrilla, ni sola ni todas juntas, hagan bailes ni danzas por las calles; y si en dicho domingo quisieran tener placer o bailar, que sea a la puerta de sus casas o dentro de ellas y no por las calles, ni de día ni de noche. Y por cuanto, como dicho es, hasta hoy se solían ocupar viernes, sábado, domingo y lunes, y aun algunas cuadrillas hasta el martes, que era cosa muy larga y superflua, ordenamos y mandamos que la dicha fiesta se acabe el domingo.

Tales ordenanzas se otorgaron en la manera que queda, y los dichos señores que las aprobaron dijeron que se aplicaran, y suplicaron a la Emperatriz, y Reina y Señora de Soria, para que las viera y confirmara.”

Y así lo hizo.

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