Heraldo-Diario de Soria

Javier Martínez Romera

Javier Martínez Romera es doctor en Traducción e Interpretación y profesor de Geografía e Historia en el IES Antonio Machado

Por las Sorias de Ángel de la Iglesia

La exposición retrospectiva del pintor soriano Ángel de la Iglesia presentada en el Espacio Alameda permite un agradable reencuentro con los paisajes y el patrimonio soriano existente o ya desaparecido

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Los días de las fiestas navideñas son muy adecuados para pasear y reencontrase, si la climatología lo permite, con los paisajes sorianos, generalmente recubiertos esos días por la pátina helada que los congela aún más en el tiempo o los hace relucir vivamente en los mediodías agradables, misericordes incluso, con el paseante. También son propicias para el reencuentro con el paisanaje, con quien vive aquí todo el año, pero con quien no se coincide y, sobre todo, con el soriano en la diáspora con el antiguo compañero, del colegio o el instituto que vuelve a casa a cumplir con los rituales familiares y nos pone al día de los nuevos retoños y los cambiantes retos laborales o pregunta por viejos amores y recuerda antiguas andanzas y camaraderías.

La plumilla de Ángel de la Iglesia titulada “Tres torres” es buen ejemplo del magnífico recorrido que su obra nos proporciona por la Soria de ayer y de siempre.

La plumilla de Ángel de la Iglesia titulada “Tres torres” es buen ejemplo del magnífico recorrido que su obra nos proporciona por la Soria de ayer y de siempre.

El cumplimiento de este ritual anual en el calendario bien puede complementarse en esta ocasión con un paseo por el arte, por la representación pictórica de paisajes conocidos que siempre nos revelan algún detalle nuevo o de otros bien cercanos, pero ya desaparecidos que se redescubren y se hacen presentes. Y hacerlo no requerirá, en esta ocasión, más esfuerzo que acercarse hasta el Espacio Alameda de nuestra ciudad donde, entre el 20 de diciembre de 2023 y el 10 de enero de 2024, permanece expuesta la obra de Ángel de la Iglesia Domingo.

El pintor soriano es bien conocido por sus paisanos por su larga trayectoria y la calidad de su trabajo. Cierto es que Soria siempre ha contado con buenos plumillistas, ya fuesen autóctonos o foráneos, que han retratado gentes y paisajes a lo largo y ancho de la provincia en los últimos siglos. Ya el conocido libro del historiador Nicolás Rabal, publicado en 1889, “Soria. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia” cuenta con ochenta y seis excelentes dibujos realizados a pluma por el abogado y profesor de dibujo Isidro Gil Gabilondo

(Azkoitia, 1843; Burgos, 1917) entre 1886 y 1889 y que probablemente inauguran toda una escuela local posterior en cuanto a estilos, formas y composiciones.

Ya en el siglo XX encontraremos otros nombres conocidos y señeros como el de Juan Sanz del Poyo (Soria, 1913; Madrid, 1976) que, sobre todo en la década de los sesenta, realizó una impagable labor de retrato e interpretación de la Soria del momento, plasmada en una serie de cincuenta y dos obras que consolidan el corpus clásico de plumillas de temática soriana.

Es imprescindible mencionar también el fantástico trabajo de Ezequiel Villanueva (Soria, 1923-1998), gran cultivador del cartelismo cinematográfico y de la caricatura, que proporcionó un aporte gráfico insustituible a la primera época de la “Revista de Soria” editada por la Diputación Provincial de Soria y fue autor de una obra detalla y preciosista que ya muestra, no muchos años después de Sanz del Poyo, una ciudad de Soria en pleno cambio y transformación.

La obra de Ángel de la Iglesia comienza en un momento muy temprano de su vida, pero ya podemos considerarla perteneciente a una generación de artistas posterior, la de pintores nacidos después de la Guerra Civil. Cuenta De la Iglesia con una habilidad manual fuera de lo común que pronto buscó cauce de expresión creativo en labores variadas, como el aeromodelismo, y, sobre todo el dibujo. Muy significativo es el hecho de que haya cultivado el óleo, la acuarela, el carboncillo y la plumilla durante décadas siguiendo un método autodidacta, ampliando su técnica y su mirada artística de forma progresiva y constante, pero enraizada siempre en una innata sensibilidad y una capacidad de expresión artística y pictórica, que, por fuerza, no puede dejar de producir admiración.

Desde su juventud ha realizado más de 2.000 obras pictóricas, centrándose sobre todo en el óleo y la plumilla, sus técnicas favoritas, y las ha sometido al escrutinio y admiración del público en múltiples ocasiones, desde aquella primera exposición en la desaparecida sala de exposiciones de la también extinta Caja de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria en julio de 1973 que marca, con la ahora presentada, los extremos temporales de un largo ciclo productivo de más de cincuenta años.

Entre la de aquel moderno salón de mármol y paredes aterciopeladas y la actual del diáfano y acogedor espacio Alameda, se han producido otras destacadas, como la del Salón Gerardo Diego del Casino Amistad Numancia en julio de 2001, que permitió la incorporación a la colección pictórica de la institución de dos magníficas vista de Soria, que lucen ahora instaladas en la biblioteca, uno de los espacios más acogedores del histórico Casino, o la celebrada en el Instituto Antonio Machado en agosto de 2008. Pero, además de en espacios de la capital, también han viajado las apreciadas plumillas de Ángel de la Iglesia por la geografía provincial (Berlanga de Duero, agosto de 2002) y por la nacional (Casa de Soria en Barcelona, junio de 1992).

La obra de Ángel de la Iglesia se hizo también muy conocida, además, por la famosa serie de veinticinco postales de promoción de paisajes y estampas de la provincia de Soria que editó la desaparecida librería de Jodra y que daban un magnífico apoyo estético a las grandes obras poéticas y machadianas sobre Soria. También es necesario recordar su colaboración estética con eventos

festivos, otra expresión más de la desbordante capacidad de trabajo ya comentada, ya sea la elaboración de calderas para las fiestas de San Juan o las ilustraciones del cartel y el programa de Fiestas de Semana Santa de 2006 para la Junta de Cofradías de la Ciudad de Soria.

Quien visite, pues, el Espacio Alameda o quien recuerde después lo contemplado reposadamente, puede comenzar su viaje por cualquiera de las secciones de la obra expuesta, acaso por las marinas, otro de los temas más queridos por De La Iglesia, que lo ha trabajado en oleo y acuarela fundamentalmente. En las marinas expuestas predomina la acuarela, desde las orillas del río Tay en Perth, Escocia, hasta las playas y pabellones de Eastbourn y los puertos de Málaga y La Coruña. También pinta con soltura, los difíciles mares embravecidos que zarandean a barcos históricos como el acorazado inglés Revenge o, más cercana para nosotros, a la fragata Numancia, en obras que recuerdan las de su admirado Rafael Monleón (1853-1900).

Ya en tierra firme podrá continuarse el viaje por la magnífica serie de catedrales españolas: León, Burgos, Salamanca, Santiago de Compostela… y adentrarse, a continuación, en el rico patrimonio de nuestra provincia con vistas históricas como las “Lavanderas de Almazán”, en una villa todavía tímidamente encorsetada de sus ahora recuperadas murallas o actuales, recorriendo monumentos y localidades como: Santa María de Huerta, San Esteban de Gormaz, Vinuesa, Calatañazor, Berlanga de Duero, Caltojar, Monteagudo de las Vicarias, Andaluz, Medinaceli, Hinojosa de la Sierra u otros rincones menos conocidos como el puente de Valloria, las casas tradicionales de Arlanza o Nafría la Llana y su expresivo románico rural.

Pero quizás sea el recorrido por la ciudad de Soria lo que más mueva a reflexión al espectador, puesto que el elevado número de trabajos de esta temática permite establecer un diálogo con el pintor, que nos pone ante los ojos aquellos monumentos, vistas y rincones que han permanecidos casi inalterados: el claustro de San Pedro, los arcos de San Juan de Duero, junto a aquellos que han sufrido cambios sustanciales, como permiten apreciar cualquiera de las diversas vistas generales de la ciudad, bellas y previas al desaguisado urbano en alturas y alineaciones que trajo el desarrollismo económico de los sesenta y el crecimiento de la ciudad y, también, mantener un encuentro con la nostalgia, con lo que ha desaparecido o, directamente, resulta ya desconocido y trabajosamente ubicable para muchos sorianos: la antigua iglesia de El Salvador, derribada en 1967, el hospitalillo de raíz medieval a sus pies, San Pedro y sus abigarrados alrededores, antes de su derribo e impersonal ensanche, la iglesia de San Juan con sus añadidos y capillas, antes de alcanzar su aspecto actual.

Pero el diálogo abarca mucho más que los edificios, aprehende el alma de una sociedad en la que aún aparecen tipos rurales, caminantes con capas, carros sobre el puente de piedra del Duero, multitudinarias ferias ganaderas antiguas en el Ferial…No solo el tiempo, la furia urbanizadora o la incapacidad de conservar entornos paisajísticos y urbanos valiosos aparece claramente retratados, también el paso suave del tiempo, el que no deja grandes cicatrices, pero todo lo va cambiando un año tras otro. También vemos paisajes nevados y otoñales, pequeños hitos de esa sucesión del tiempo que afecta al espacio y a

las personas, esos cambios tan progresivos, tan lentos y tan inexorables que tan bien ha sabida captar Ángel de la Iglesia en su obra, trabajando con devoción a lo largo de tantos años, hasta llegar a una obra tan extensa, documental y bella como la que ahora nos presenta y que nos recuerda que, para un pintor, y para los que disfrutan las obras artísticas, el arte es compañero inseparable de la vida

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