Heraldo-Diario de Soria

DESPEDIDA DE UN CAMPEÓN

Phil Taylor: adiós agridulce del mejor jugador de dardos de la historia

El legendario jugador se retira con una derrota en la final del Mundial disputado en Londres

Phil Taylor, durante la final del Mundial de dardos contra Rob Cross.-/ EFE / SEAN DEMPSEY

Phil Taylor, durante la final del Mundial de dardos contra Rob Cross.-/ EFE / SEAN DEMPSEY

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EL PERIÓDICO
Soria

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Más de 10.000 fieles peregrinaron al Alexander Palace de Londres. Las entradas se agotaron en dos días para todo el Mundial. Todos querían ver el último despliegue de puntería de Phil Taylor, el campeón de Stoke que profesionalizó los dardos, que dio relevancia mediática a un juego de pub, que posibilitó que los jugadores ganaran millones de libras, que se forjaran un patrimonio.

Taylor, ahora un abuelo de 56 años, superó una ronda tras otra. Fue dejando en la cuneta a jugadores a los que doblaba en edad. Se creció. Jugueteó como siempre hace con la ruidosa audiencia, que le coreaba una canción: "Solo hay un Phil Taylor. Solo uno. Caminamos juntos, cantando esta canción, en la tierra de las maravillas de Taylor". Y llegó a la final. "Empiezo a creer que puedo a ganar de nuevo esto", dijo a los entrevistadores de la cadena Sky Sports, que retransmitió el campeonato.  Éxito de un exelectricista

Con 16 títulos mundiales en su palmarés y más de 80 torneos en 30 años de carrera, nadie ha ganado tanto como el revolucionario Taylor. Hacer diana ha sido su redundancia profesional. Y ahora lo deja para siempre. Faltaba averiguar si se iba a lo grande. Habría sido de justicia histórica. Taylor, apodado 'The Power', empezó a jugar por unas decenas de libras. "En mis inicios venían a vernos, con suerte, unas 20 personas al pub". Si se desplazaba a un torneo de Estados Unidos, "necesitaba llegar a la final para cubrir los gastos del viaje. Y solo ganábamos para cenar bocatas", contó a los medios ingleses. Se retira millonario. Y más que podría serlo de no perder buena parte de su fortuna en un divorcio costoso.

En la final de Londres se encontró con el inexperto Rob Cross, un electricista de 27 años que hace nada se batía el cobre en pubs con olor a cerveza negra. Y Taylor perdió. Un desenlace agridulce a una carrera única, brillante con los dardos, diana inmisericorde de los tabloides también. 

Revolución total

Cross demostró una capacidad de concentración descomunal en un ambiente poco propicio y no se dejó intimidar por algunos juegos mentales e intimidatorios del propio Taylor. A los bolsillos del exelectricista fue el bote de 400.000 libras (unos 450.000 euros) del Mundial. "Es un monstruo. No tengo la energía para batirle. Va a dominar este juego en los próximos cinco años", declaró gentilmente Taylor tras la final.

Taylor firmó autógrafos, saludó a sus fans y se hizo incontables 'selfies' antes de llegar a la zona de lanzamiento. Tanta es su popularidad. Se la ha ganado. Ganó su primer Mundial en 1990 y unos años después se amotinó con otros 15 jugadores para formar la Federación Internacional de Dardos. Un contrato televisivo impulsó el juego, enriqueció a los practicantes. Se hicieron profesionales. La revolución. Llegó el de Stoke a ganar ocho Mundiales seguidos. "Sin él, los dardos serían como la Premier sin las estrellas foráneas", escribió un columnista de la BBC.

Escándalos de tabloide

Su dedicación fue obesesiva. Entrenaba horas y horas. Disputó un torneo el día de su boda. Disputó otro el día después de la muerte de su madre. En el brazo derecho se tatuó su apodo, 'The Power'; en el izquierdo, 'Gloria'. A menudo excesivo y arrogante, sufrió la humillación de verse arrastrado a un juicio notorio, acusado por dos mujeres de haberse propasado en tocamientos. El juez fue amable: le castigó a pagar una multa de mil libras para cada mujer. Los tabloides le sacaron jugo.En cambio, el desembolso fue muy superior cuando en el 2014 firmó el divorcio con su esposa Yvonne, con la que tiene cuatro hijas. El acuerdo le obligó a cederle sus cinco casas (una de ellas en Tenerife) y unos ahorros de 830.000 libras, aparte una pensión vitalicia. Todo ganado con un deporte que él cambió también de forma vitalicia. 

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