Heraldo-Diario de Soria

MONTAÑISMO

Monteagudo casi sube al Aconcagua

El soriano Gonzalo de Miguel, con Oiarzabal de guía, se quedó a 62 metros de la cima en una ascensión «tremendamente dura»

Gonzalo de Miguel, con la bandera de Monetagudo de las Vicarías, en el Aconcagua.-CEDIDA

Gonzalo de Miguel, con la bandera de Monetagudo de las Vicarías, en el Aconcagua.-CEDIDA

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«Fue una jornada tremendamente dura». Son las palabras que traslada el soriano Gonzalo de Miguel, pero que no pronunció él, sino Juanito Oiarzabal, quien fue su guía en la expedición de 21 días al Aconcagua que realizó en enero y en la que se quedó a solo 62 metros de hacer cima. En ese punto, a 6.900 de los 6.962 metros de esta imponente montaña de los Andes, en Argentina, el montañero soriano ondeó la bandera de su pueblo, Monteagudo de las Vicarías, «con orgullo, con el deber cumplido». También con la certeza de que afrontar esa recta final, con vientos de 100 kilómetros por hora y sensaciones térmicas de 40 grados bajo cero, habría hecho que sus dedos y nariz se congelasen, como les pasó a algunos miembros del grupo, que incluso mostraban signos de ceguera.

De Miguel, empresario nacido en Monteagudo que reside en Zaragoza, salió de Madrid el 2 de enero con una expedición de 10 montañistas liderados por Juanito Oiarzabal, primer español en ascender los 14 ochomiles. Tras los primeros controles médicos, ya en los campamentos de la montaña, quedaron seis montañeros.

Cuenta el rayano en una nota enviada a sus vecinos que comenzaron con la aclimatación subiendo y bajando desde el campo base a los diferentes campamentos de altura porteando la tienda, comida, ropa, gas… De Plaza de Mulas (4.300 metros) a Nido de Cóndores (5.350 metros) y Cólera (6.000 metros) en unas condiciones muy adversas. «Nunca se ha visto un mes de julio tan duro a nivel climatológico. Todo se helaba en la tienda: agua, cremas, ropa… Todas las noches hemos tenido temperaturas muy bajas que, junto con los vientos, la sensación térmica era enorme», explica el montañero. De hecho, el domingo 13 tuvieron que estar casi 24 horas sin salir de la tienda debido «al famoso viento blanco del Aconcagua».

Fue entre los días 17 y 18 cuando avisaron a la expedición de que había ventanas de buen tiempo y Juanito y Miguel Villareal, el otro guía local, decidieron hacer cumbre desde Cólera el jueves. «A las 3 de la madrugada sonó el despertador, aunque no dormimos nada», explica De Miguel, quien advierte que «la ansiedad por subir pasó factura». En una jornada «tremendamente fría, sin tregua de viento», alcanzaron la zona de ‘La cueva’, a 6.600 metros. Después de ponerse los crampones y antes de hacer frente a la Canaleta, 300 metros de una pared helada «con una pendiente terrible», Oiarzabal abandonó en solitario la expedición con un principio de edema pulmonar y el guía local tomó las riendas. Continuaron De Miguel, cuatro vascos y un aragonés que no pudo seguir el ritmo y se volvió a mitad de la pared. El soriano siguió hacia delante en solitario hasta superar la Canaleta y llegar al filo del Guanaco, a 6.900 metros. «Tocaba la cima y veía a mis compañeros llegar, pero el clima se ponía duro, muy duro y otro guía que subía con otra expedición (que al final no subieron) me recomendó no subir dado que en la cima había vientos de más 100 kilómetros por hora y sensaciones térmicas de 40 bajo cero», relata. Y no se arrepintió: «Todos bajaron con congelación en dedos, nariz y medio ceguera».

Así que sacó su bandera, esa que hicieron expresamente en el pueblo para que pudiera portarla en sus ascensiones y que ha ondeado por cantidad de cimas, y posó con ella. Al final, advierte, «no importan las cifras. Importa una experiencia dura en un monte hostil, durmiendo cinco noches a 6.000 metros, con un frío intenso y unos vientos que podrían hacer volar nuestras tiendas, sino fuera por la cantidad se piedras que pusimos». Es la última experiencia de una lista cada vez mayor.

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