Heraldo-Diario de Soria

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ESTOS DÍAS le estoy dando muchas vueltas al fenómeno de la emigración. Al fin y al cabo soy un emigrante más, no por necesidad, pero emigrante. Ando esta semana por Buenos Aires, en visita de trabajo. Aproveché la tarde del martes para acercarme hasta el Museo Nacional de la Inmigración, ubicado en el antiguo hotel para inmigrantes a orillas del Río de la Plata. Al poco de arribar al puerto, justo en la zona donde, casualmente, estaba atracado ese día el buque oceanográfico español Hespérides, los inmigrantes que llegaban a la Argentina eran trasladados al hotel. El gobierno les ofrecía cama limpia y comida mientras realizaban los trámites legales para la entrada en el país y los exámenes médicos preceptivos. El hotel, memoria viva del fenómeno migratorio, es hoy un museo que pretende, pese a sus desvencijadas instalaciones, evitar el olvido de una época que forjó la identidad del país. Los inmigrantes, de todas las edades, llegaban desde los cinco continentes. Los que lo hacían desde España se sentían impresionados por la inmensa riqueza que desbordaba la Argentina de entonces, sobre todo comparada con la miseria de posguerra que habían conocido. También hubo unos cientos de sorianos que decidieron dejar su tierra para buscar un futuro mejor fuera de España. Algo más del 24 por ciento de todos ellos eligieron este país. Ahí estaban Lucila e Isidro, dos hermanos de mi abuelo. Consulté los registros de entrada que se conservan en el Museo para averiguar alguna cosa sobre ellos. Ni rastro. Dicen que quizá llegaron por otros puertos. De Lucila sí tuvimos alguna noticia. De Isidro, nada. Uno más de esos cientos de miles de españoles que un día se fueron y jamás volvieron a casa, ni por carta. Argentina es un país con enormes recursos naturales pero al que sus políticos han tratado siempre muy mal. Como me decía un taxista porteño, «acá tenemos mala suerte con los presidentes; si uno roba mucho, el siguiente todavía más; y si no, dan un golpe militar». Argentina ha tenido siempre las puertas abiertas a los emigrantes. No deberíamos olvidarlo. Antes de irme quiero visitar el Centro Soriano Numancia de Buenos Aires. Más de 350 sorianos nacidos en la provincia todavía viven aquí.

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