Heraldo-Diario de Soria

Fernando G. Córdoba

¿Habré votado a los míos?

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LA CAMPAÑA que culminó con las elecciones celebradas ayer ha sido calificada como de especialmente interesante o cosa parecida. Ya saben, por aquello de suponer el punto de inflexión que termina con el bipartidismo.

También hay quien dice –no solo entre los candidatos- que la campaña debería prolongarse un día más porque carece de sentido la denominada jornada de reflexión. Pero, ya ve usted lo que son las cosas. A mí me han sobrado días de descalificación, perdón de campaña y me han faltado, sin embargo, jornadas de reflexión. Con tanto partido en juego no es fácil la decisión. A día de hoy, cuando ya todos somos conocedores del resultado, aún no tengo muy claro que votara lo que realmente tenía que votar y es que, como digo, se me quedó corta la jornada del sábado para hacer un análisis lo suficientemente riguroso de la personalidad de los candidatos. Y digo esto porque es realmente lo que hay que analizar.

Las promesas, ya sabemos, según doctrina del profesor Tierno Galván, que se realizan para no ser cumplidas. Por tanto, por ese lado, poco análisis se requiere. En cualquier caso, ya conocemos dichas promesas, referidas siempre a nuestro bienestar y casi casi a nuestra felicidad. Sin embargo, lo de conocer al candidato es mucho más complejo. No resulta nada sencillo hacerlo a través de la palabrería mitinera que nada dice y lo esconde todo.

La psicología política nos maquilla a los candidatos para hacernos un lío e impedir o, al menos, dificultarnos la tarea de vislumbrar qué es lo que se esconde tras esa especie de marionetas con una vestimenta y una gesticulación perfectamente estudiadas. Y ese par de millones fluctuantes que no están abonados a ninguna sigla o color concreto se ven en una tesitura difícil de resolver. Al final siempre queda una duda del tipo: ¿habré votado a los míos? Porque nunca llega uno a saber de forma cierta quiénes son.

Y es Por eso que reclamo para ese sector de las encuestas más jornadas de reflexión y menos días de irrespetuosa campaña. Irrespetuosa entre unos y otros candidatos y, lo que es más grave, con el votante, cuya inteligencia es vejada de forma constante.

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