La A-11 en los Presupuestos

HACE TIEMPO que no hablo en esta columna, porque así me lo había propuesto, de la A-11. Pero hoy toca hablar de Presupuestos y es complicado eludir el tema.

Como a algunos niños a quienes los Reyes Magos todos los años les dejan la misma pelota un poco más vieja, eso sí, que el año anterior, pues igual nos sucede con los Presupuestos Generales del Estado, que nunca nos dejan lo que pedimos y nos encontramos con las mismas cantidades nimias para los mismos proyectos porque, claro, nunca se concluyen.

Lo he dicho aquí en más de una ocasión y vuelvo a repetirlo una vez más: nos toman el pelo. Tanto, que no sé cómo no estamos calvos todos los sorianos. ¿Cuántas veces se ha ido retrasando la finalización de la Autovía del Duero? Yo ya no lo recuerdo pero sí sé que son muchas, muchísimas.

Ahora hablan del año 2021 que, en el mejor de los casos, se llegaría a cubrir el trayecto Soria-Aranda de Duero pero no, desde luego, hasta Valladolid. Y me atrevería a decir que ni siquiera hasta la localidad burgalesa.

Admito apuestas. ¿Cuándo comenzó la obra de esta autovía?, ¿cuándo se comenzó a hablar de la necesidad de ella?, ¿de cuándo data el primer proyecto? Se pierde uno en la noche de los tiempos tratando de dar con la respuesta a estas preguntas.

El caso es que viendo la desidia de nuestros gobernantes con esta infraestructura, hace tiempo que renuncié a la idea de que algún día podría viajar a Valladolid por una vía rápida. Hasta el punto de que en ocasiones, cuando atravieso por alguno de los tramos en obra, pienso que se trata más bien de un paripé, de una especie de montaje para tenernos engañados en la idea de que algún día se concluirá. Y seguiremos viajando por la carretera de siempre, seguiremos sorteando las hileras, a veces interminables, de camiones y seguiremos reduciendo pacientemente la velocidad cada vez que atravesamos cada una de las travesías con que nos vamos encontrando.

¿Y el año que viene? Pues algunas migajas más que den para arañar algo el terruño y poco más. ¿Y del tren qué me dice, oiga? ¡Brrrrruuu…!