Heraldo-Diario de Soria

Fernando G. Córdoba

Dos reinos, una comunidad

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SEGÚN CONSEJO de Ignacio de Loyola, en tiempos de tribulación no es bueno hacer mudanza y como bastante tenemos con la matraca de los nacionalistas catalanes, parece que los leoneses, al menos en su mayoría, no están por enredar.

Quiero decir que, como si no tuviéramos suficiente con Puigdemont y su tropa, los habitantes del viejo Reino de León, tan solo están a favor de crear una nueva autonomía segregándose de Castilla, que no de España, en un 39%.

Aunque a decir verdad, la cifra no es nada desdeñable. No sé si por aquella querida provincia también les habrán dicho que Castilla les roba y que, por tanto, separados de ella serán más guapos, más altos, más ricos y, por supuesto, mucho más felices.

En cualquier caso, tengo para mí que en tierras de la pulchra leonina tienen asuntos más acuciantes entre sus prioridades. Y ya puestos a hablar del tema, podríamos hacerlo de nosotros mismos, los sorianos, que también tenemos lo nuestro.

Aquí, algún estudio sociológico habla de un mayoritario sentimiento soriano y español pero apenas perceptible en lo que se refiere a la comunidad, región, o como ustedes quieran llamarlo. Nada nuevo por estas tierras de Castilla y León.

En los años setenta del pasado siglo, cuando el célebre ‘café para todos’ los segovianos (desconozco en qué porcentaje) ya reivindicaban una autonomía uniprovincial. A decir verdad, no imagino a Soria o Segovia como entes autonómicos pero ‘cosas veredes’.

Paradojas de la vida tuvo que venir un poeta de Sevilla a señalar a unos y otros cuál era su identidad real: ‘mi juventud, veinte años en tierra de Castilla’, Segovia y Soria por más señas, añado yo. Y a esta ciudad que tanto añora al poeta, le dedicó estos versos: ‘Soria, ciudad castellana, / ¡tan bella! bajo la luna’. Vaya, que él no tenía dudas al respecto. Pero aquello de que la unión hace la fuerza no parece ser principio por el que nos rijamos por estas tierras. El caso es que, allá en el siglo XIII, los viejos reinos de Castilla y de León, que tuvieron sus más y sus menos, todo hay que decirlo, se unieron de forma definitiva.

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