Heraldo-Diario de Soria

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El proceso de destitución del presidente Donald Trump terminó el miércoles con el resultado esperado, su absolución. El inquilino de la Casa Blanca sigue así al frente del gobierno de los Estados Unidos, aunque para algunos su credibilidad sale muy tocada dadas las apabullantes pruebas que existen en su contra. Para otros, la gran mayoría, Trump sale reforzado y en inmejorables condiciones para enfrentarse a las elecciones de noviembre. Este proceso, más corto y menos intrincado de lo que suele ser habitual, ha dejado héroes y villanos, o ambas cosas a la vez.

Es el caso de Mitt Romney, el senador republicano por Utah que votó contra Trump por creer que abusó de su poder, convirtiéndose así en una persona íntegra y capaz de defender la verdad pese a todo para los demócratas, y el enemigo a batir para los miembros de su propio partido, que lo ven como un traidor. Lo que está claro es que el proceso de ´impeachment´ deja un país totalmente polarizado. Es complicado mantener una conversación sobre política sin llegar al enfrentamiento.

Lo veo en mi trabajo, donde hemos decidido dejar aparcado todo lo que tiene que ver con Trump ya que es un hombre que despierta amor y odio por partes iguales y la convivencia empezaba a resentirse. Lo que es irrefutable es que, durante el proceso de destitución, los republicanos han despreciado la verdad por completo y han impedido testificar a los testigos propuestos por los demócratas, por lo que, a pesar de las evidencias, ha sido imposible probar nada, que es lo que cuenta. Si algo choca estos días, por cierto, es la forma en que varios senadores republicanos defienden su voto a favor de Trump echando mano de versículos de la Biblia y apelando a su Dios, algo muy americano para justificar cualquier cosa, y para deshonra absoluta de la religión que dicen profesar.

El analista político Ezra Klein, en su reciente libro sobre la polarización de la política estadounidense, sostiene que una figura como la de Trump solo es posible cuando se dan estas condiciones sociológicas extremas. Defiende, y lo comparto plenamente, que la gran división que se da en una sociedad como la actual no es tanto entre los ciudadanos de izquierdas o de derechas sino entre la gente informada y la no informada. La gran mayoría de las personas se informa a través de los medios que les cuentan lo que les gusta, para reafirmarse en lo que piensan, y sin espacio para la pluralidad. Así nos va, puro fundamentalismo ideológico. Ocurre en los Estados Unidos y en España, en todos los sitios. Esta es otra de las conclusiones a las que llega Klein en su libro. Y también en Soria, añado yo. Solo así se explica que la gente, pase lo que pase, vote siempre a los mismos, hagan lo que hagan. ¡Pobre Soria!

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