Heraldo-Diario de Soria

Andrés Calavia

Por todos ellos

LA ERA ALTA DESDE MIAMI

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Tiempo habrá, pero no lo olvidemos, de valorar el trabajo que están llevando a cabo las autoridades a todos los niveles y en todas las administraciones con respecto a esta emergencia sanitaria que nos ha tocado vivir. Si algo tengo claro es que la distancia entre los ciudadanos y sus políticos se hace cada vez más grande. Estos no pierden ninguna oportunidad para contribuir a ello, aunque habrá honrosas excepciones, supongo. Lo que más me asusta de todo lo que veo estos días es la absoluta improvisación con la que trabajan. Sería una temeridad por mi parte pensar que el alcance de esta pandemia era previsible. Esto es algo que nos supera a todos, de largo.

Pero que los centros hospitalarios, y solo tenemos ¡uno! en Soria, no cuente con algo tan simple como batas protectoras adecuadas y mascarillas para el personal sanitario es sangrante. Tiempo tendremos de analízalo cuando todo esto pase, incluida la falta de información, cuando no el ocultamiento de la realidad, hacia la población. Hoy quiero quedarme con lo positivo que nos deja esta situación, en la que la sociedad civil, siempre los ciudadanos, va muy por delante de sus administradores.

El ser humano tiende a dar lo mejor de sí mismo en momentos extremos. Pienso en todas esas empresas y personas solidarias que han donado lo poco o lo mucho que tienen para ayudar a los hospitales. En toda esa gente que está pendiente de los más vulnerables, sobre todo de los ancianos, dedicándoles pequeños gestos que hacen su vida un poco más fácil. Me acuerdo del cura de mi pueblo, y seguro que en muchos otros sitios también ocurre, que se pone a disposición de quien lo necesite para que no tengan que salir de sus casas. Pienso en toda esa gente que trabaja cada día para que todo esté abastecido, en los transportistas y en los empleados de las tiendas y los supermercados. Me acuerdo, mucho, de tantos profesores que han hecho una rápida transición al mundo de la enseñanza virtual para poder ofrecer un poco de normalidad a sus alumnos.

Pienso en los trabajadores de los medios de comunicación, fundamentales para trasladar información veraz a los ciudadanos. No me olvido de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, siempre en primera línea, aunque suponga poner en riesgo sus vidas. Poco más puedo decir de los sanitarios, nuestros héroes, que tienen nuestras vidas en sus manos, a veces a costa de la suya propia, y con demasiada frecuencia maltratados por la sociedad a la que sirven. Y me acuerdo, muchísimo, de las personas que se dedican a la investigación, cuyo trabajo no está suficientemente reconocido, pero que, llegado el momento de la verdad, se convierten también en nuestros salvadores. Sueño con pasear este verano por El Collado y pararme a hablar con la gente. Solo eso, nada más que eso. Gestos simples y cotidianos, de los que ahora podemos apreciar su extrema importancia. Estos días, si pueden, ríanse, ríanse mucho. La doctora Aileen M. Marty, una de las expertas mundiales en enfermedades infectocontagiosas, contaba estos días a un grupo de alumnos de Miami que no debemos perder la sonrisa, que la risa aporta muchas cosas buenas a la salud, y más en estos momentos. Háganlo, queridos lectores, aunque sea muy complicado. Y, mientras, la vida sigue.

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