Heraldo-Diario de Soria

Creado:

Actualizado:

En las diferentes sociedades, tanto de la historia como del presente, “son” producidos (más que “se” producen) numerosos fenómenos reflejos (que luego afectan a los súbditos o a los ciudadanos) de tal manera que llevan a constituir una cierta imagen de la realidad con la cual se queda el arte (“Vértigo” de Hitchcock, en 1958, por ejemplo) como en las mentes y en los cuerpos y en las conductas de las personas que viven en esas sociedades, conduciendo casi siempre a la enfermedad y al abatimiento tanto de pueblos como de sujetos particulares.

Antes se hablaba por parte de algunos filósofos y sociólogos franceses de la “sociedad simulacro”, luego se hablaba de la “sociedad líquida”, ahora se habla de la “sociedad insegura”. Más tarde se hablará, aunque el término sea usado en otros departamentos, de otras sociedades no quedando ante ello exento el concepto “vértigo”.

En efecto, el aceleramiento de la vida, tanto en unos centros de población como en otros, es un continuo movimiento que, por ejemplo, sale de los mass media, y, de las impertinentes expresiones ocasionadas por no solo la economía, sino también de la política ejecutiva, llega el asunto a calar tan hondo, tan hondo en la mentalidad de masas y de individuos que pueden llegar a enfermarnos. La que suscribe esta nota para este periódico, ha hablado incluso con profesionales de la Psique y se ha llevado muy malos diagnósticos, como que la cosa no tiene remedio. Algo en lo cual una servidora no está de acuerdo, pues siempre, siempre, en los humanos, rige el principio esperanza y no se puede abandonar a uno o a unos semejantes a tal maldición, como si fuera inevitable. Son peñascos con las cuales tropieza una y otra vez la ciencia.

Hablar de vértigo a nuestras alturas de los tiempos, en pleno siglo XXI, no es ninguna novedad. No solo por la película famosa u otras realizaciones artísticas, sino tampoco por el dicho de que todo gira y gira de tal modo que nos conduce esta realidad a unas nuevas alturas, no solo las de la “montaña rusa de la vida”, sino a las de un movimiento o unas posiciones en las cuales es inevitable hasta ahora dejar de sufrir de vértigo. El humán ya no solo se siente inseguro y con miedo, sino que además está mareado de ese tobogán de la vida del cual sale confundido y agitado por haber sido llevado a una actividad de alteración en que el nuevo vivir no es natural. El vértigo no es natural y ello nos infunde ese continuo mareo de alturas en las cuales tememos al precipicio y tenemos miedo o fobia a esta locura de la vida construida por un hiperdesarrollo de estructuras sociales malsanas. Es un “caer”, “caer de algo”, acaso de la propia desviación humana de la naturaleza, al volverse todo como un esperpento de vida, que diría Valle Inclán. Al volverse todo artificial y superfluo, y tener que ver todo como un peligro de sucumbir ante la catástrofe que, desde sus inicios de racionalidad, da en una presunta civilización en la cual ya no es todo como era, siendo ahora al revés. Ah, la condición de los científicos… Ello nos lleva a esa vertiginosidad en la que nos podemos perder por el camino, y, además, por un camino que no ha perdido uno solo, sino que hemos perdido todos, con la velocidad o la rapidez de la informática y la inteligencia artificial asociadas al dinero y a la corrupción moral o histórica.

Uno o una no se siente en acomodo ahora en las alturas (técnicas, arquitectónicas, virtuales, de cifras o de Mercado, sobre todo, etc…) y una o uno se encuentra aquejada o aquejado de una dolencia que siempre aparece en el momento en que desaparecen los titanes o los dioses en los cuales antes creíamos y que ahora han sido derribados por el hacha de Mefisto convertido en privatizador. Del mal uso de la naturaleza del mundo hemos llegado a un abuso y a hacer un mapa del mundo en el que todo está deformado o desvirtuado. De esa deformación surge el vértigo o la calamidad. Cada vez se anda más deprisa y eso no puede más que traer algo nefasto.

La política, por ejemplo, corre a una velocidad frenética que, quién lo dijera en tiempos de las Repúblicas, ahora no nos perdonamos. No es solo la globalización. Es algo más: algo que está ahí y de lo que no saben los doctores y que nos obliga a tener pánico (la palabra “pánico” significa literalmente “miedo de todos”) y a lo cual nos deberíamos sustraer de alguna manera. El clima, extorsionado, es ya de por sí una advertencia. El apocalipsis es no un ente fuera de nuestra presencia, valga la redundancia, presente en la capa de la Tierra. ¿Es el humán un error sobre la Tierra?...

Pero confiemos, después de todo, en la voluntad por ejemplo de esos ecologistas tan aguerridos contra el Sistema y que parece que no hacen nada y a algunas personas les parecen odiosos. O confiemos mismamente en el humanismo, o en los valores, o en las relaciones de apoyo mutuo, en unirnos, en definitiva.

No nos asimilemos a la existencia de las piedras. Este puede ser un mensaje.

tracking