Heraldo-Diario de Soria

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Actualmente, amiga lectora o amigo lector, se habla mucho de política, sobre todo de la casera, pero también de otros vuelos; como se habla mucho de otros temas, como las últimas guerras; como se habla mucho de problemas de famosos, sobre todo famosos, ya sea del cine, ya sean de los reyes de tal o cual país, ya sea de modelos de pasarela o de cocineros estrella, es decir, de un amplio elenco que toca todos los puntos de las sensaciones humanas, sobre todo de aquellas que llevan al placer (¡el placer!, gran invento del siglo XXI…); e incluso se habla, aparte ahora de otros problemas mayores, de las migraciones y de los cayucos y de las mercadurías políticas que hacen algunos gobernantes de diversos países, con respecto a los migrantes e inmigrantes…. Bueno, esto es una parte de un espectro que se puede tomar de lo que aparece, diariamente, en los medios de comunicación, en todo caso un mundo turbulento como no se esperaba casi nadie antes de estos años de este siglo…, cuando se creía en el Progreso.

Algunos comentaristas políticos, a este respecto, nos hablan de los peligros de los regímenes de izquierdas, en concreto de aquellos que hablan o tratan de favorecer el “comunismo” y nos amenazan con que el comunismo es lo peor que hay y ha habido, cuando se olvidan, por ejemplo, de que lo peor que hay y ha habido es el fascismo y el nazismo, sobre todo de las tendencias de las revoluciones industriales, que es a donde queríamos llegar.

Las revoluciones industriales, incluidas las del felipismo en España, han sido un punto cimero de reaccionarismo antihumano en la historia, han sido el súmum de la desgracia de la humanidad, que han llevado a sistematizar y ampliar la explotación y a denigrar todo lo que se consideraba antes como valores humanos. Es cierto, nos dicen ahora, los nuevos industrialistas, es cierto, “todos somos malos” y echan mano a Freud o echan mano a cualquier atisbo de cualquier pensador, y nos lo demuestran con los imperios nazistas y comunistas, donde la vida no parece que valga nada.

Pero ¿se pueden dar cuenta ustedes ya no del acto en sí de los crímenes nazis y estalinistas, del acto que supone ya no solo la ejecución concreta de las personas desligado todo ello de una cultura?

Porque, que yo sepa, y algunos más podemos pensar lo mismo, el acto de la barbarie tal atentaba contra no solo las personas físicas que se ejecutaban (lo de que por sí mismo, ya es grave, aparte de contar con todo el proceso industrial de dolor que afectaba a los prisioneros de los campos de concentración) sino también a la rotura de una cultura ancestral que se derrumbaba o quemaba peor que bestialmente a quemarropa con todo lo que esta cultura tenía en sí de valores, malos, claro está, muchos; pero buenos también algunos, y no se puede hacer aquí el balance.

Era una cultura y unas culturas que venían de antiquísimo y que unos desenfrenados asesinos trataron de eliminar del modo más expedito. Y resulta que, en esas

culturas había muchas personas que habían asimilado tales culturas y que, por ejemplo, nos hablaban de que siempre es bueno el amor frente al odio –aunque ello no llegara a practicarse siempre- , que había una axiología que nos amparaba como cobertura frente a las atrocidades de los malvados y de los delincuentes, es decir, que nos hacían y hacen ver que existía un “Bien” de sentimientos en los humanos que podía ser posible si era aceptado.

Estamos hablando de los sentimientos humanos, hoy tan denostados y minusvalorados por las nuevas costumbres de las revoluciones industriales y que se han convertido, todos esos sentimientos, en el pan de cada día del uso de la degeneración humana, cuando no solo es que parezca que no puedan estar atados o ligados a nuestro presente, por las revoluciones industriales y tecnológicas, sino que, en la tremenda brutalidad en que vivimos, no cuenten ya nada…

Claro, los sentimientos siempre serán los sentimientos, nos pueden responder algunos, pero resulta que no es así, que, con las bacanales de nuestro tiempo, con la sinrazón en los juicios, con la avaricia en el mundo del dinero, con la violencia de género, con la violencia en general, con la real degradación en que se somete a los seres humanos, con los crímenes de diversos gobiernos e incluso con que un chaval o una chavala no pueda decirle a su pareja en un rincón de un parque las palabras “te quiero” porque el mundo es repelentemente brutal y malo o no puede soportar nada inocente puesto que, en cualquier circunstancia lo desvirtúa y lo convierte en “interés” y en instinto bestial en este mundo que nos toca vivir…, con todo ello y por todo ello y mucho más; sin olvidar incluso las miserables condiciones laborales de mucha gente; sin olvidar las miserables asimismo condiciones de vivienda en las “ciudades modernas”, con sus estructuras antihumanas, y sin olvidar la insensibilidad en casos como una pandemia en la que los muertos parecen paquetes de desuso, o sea, teniendo en cuenta el uso degradante que se da en el mundo a la vida humana, teniendo en cuenta todo esto, no es vano hablar de cómo hablan y actúan como actúan los gobernantes de muchos países, de la vida humana sin tenerle ni el más mínimo respeto, de pobreza ya no solo económica, sino también moral, en la historia del ser humano como está sucediendo en nuestros días, siendo la moral la más odiosa.

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