Heraldo-Diario de Soria

Tribuna

Fernando G. Córdoba

Real (o irreal) como la vida misma

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En tiempos de tanta literatura de usar y tirar es un auténtico gozo la aparición en las librerías de obras de autores que, taxativamente, sabemos no nos van a defraudar. Su trayectoria es su aval y, por tanto, la seguridad de que nos encontramos ante un buen libro. Literatura sólida y de la que deja poso. Autores que escriben con rigor y sin prisas, tomándose el tiempo que consideren hasta lograr poner punto y final a la obra pretendida. Uno de estos casos es el del soriano J. Á. González Sainz, cuyo último libro, ‘Por así decirlo’, acaba de llegar, hace escasos días, a las librerías. El autor, que escribe con distintos registros, nos ofrece en esta ocasión un libro breve (152 páginas) y de fácil lectura, un tanto alejada de la complejidad de otras obras suyas. Lo cual no quiere decir que carezca del interés de otros libros del autor. En absoluto. Jon Juaristi, escribió en ABC, esta cita que copio a continuación y que recojo de la faja que envuelve al libro: «Un maestro del idioma que se prodiga menos de lo que sería deseable». Ciertas ambas cosas: por un lado, indiscutible lo de maestro del idioma y, en cuanto a lo segundo, cierto también, pero como decía unas líneas más arriba, dejemos que el autor elija su propio ritmo, seguro que ello redundará en la calidad. Y es que, si algo define a J. Á. González Sainz yo diría que es su profundo respeto por el idioma, la búsqueda de la palabra precisa para que encaje rigurosamente en el conjunto. Por ello, yo diría que se da una cierta paradoja en el título de esta obra. El DRAE (edición de 2014) define la expresión que da título al libro –por así decirlo– de la siguiente manera: «Expresión usada para presentar la palabra o palabras que se dan como expresión aproximada de lo que se pretende significar». Pero, aclaro, solo cierta paradoja, porque no es menos cierto que ese «por así decirlo», es una forma, su forma, de explicarnos las un tanto surrealistas situaciones planteadas. Pero, insisto, González Sainz es de los que buscan la palabra, el término exacto, quizá influenciado en este aspecto por su profesión de traductor. La meticulosidad por dar con el término exacto. No siempre nos resulta fácil trasladar nuestro pensamiento a la escritura, no siempre damos con el término adecuado para expresar lo que queremos. Y eso es lo que diferencia al buen escritor que, exigente consigo mismo, busca hasta encontrar aquello que necesita. A este respecto, decía el escritor Tomás Sánchez Santiago que el poeta necesita en ocasiones una palabra determinada y, a veces, tiene que esperar para encontrarla meses e incluso años.

Centrémonos ya en «Por así decirlo», obra que recoge cuatro relatos en un libro que se divide en dos partes, encabezadas con los epígrafes «Uno» y «Dos» y compuesta cada una de estas partes por dos relatos. Debo decir que nos encontramos, lo cuál no es novedad en el autor, con un González Sainz cargado de profunda ironía, así como fino sentido del humor. Sin duda, la lectura de este libro hará aflorar la sonrisa en el rostro del lector en más de una ocasión. En el primero de los relatos, el titulado «El acontecimiento», plantea J. Á. González Sainz la grotesca situación de una orquesta sinfónica que toca en la plaza Mayor de una localidad (pongamos que hablo de Soria, por ejemplo) y por circunstancias que pronto descubrirá el lector, se ve, de pronto, dirigida por lo que podemos llamar un «espontáneo», que en lugar de lanzarse a un coso taurino se sube a la tarima de un director de orquesta. En fin... como la realidad siempre supera a la ficción, (¿cuántas veces no hemos exclamado ante algo insólito: ¡No es posible!?) hasta es muy probable, a nada que pensemos en ello, que ese tipo de situaciones se den con bastante frecuencia en la vida. La diferencia solo está en que cuando lo leemos le podemos encontrar su gracia, cuando lo vivimos, no solemos encontrar la situación tan divertida.

El segundo relato, «Echar los dados», comienza con una esperpéntica situación para terminar echando los dados, acción que no voy a desvelar aquí en qué consiste y con qué finalidad se hace. Tampoco en esta alegoría resulta difícil encontrar parangón con una situación real. Nos echamos con demasiada frecuencia la vida a los dados o a otras variantes de la suerte.

La segunda parte del libro, la titulada «Dos» parte en su primer relato con un viaje en tren. El narrador coincide con dos mujeres asiáticas, «tal vez indonesias o filipinas, tal vez chinas», nos relata. Una es mayor que la otra: «Una de ellas parecía ser la madre de la otra, o por lo menos alguien que por su edad, o por la edad que para mí representaba, nada raro hubiera sido que lo fuese». El viaje siguió...

El último relato es el más breve y yo diría que el más original. Una pareja en su casa y unos singulares compañeros, unos peces en una pecera. Y... Son solo quince páginas, mejor lo leen. Solo comentaré que el final resultará sorprendente al lector.

Lo dicho, un libro de J. Á. González Sainz que, una vez más, hace un ejercicio de magnífica literatura y que, por supuesto, no defrauda. No podría hacerlo, aunque quisiera, quien respeta profundamente la palabra. Y son cada vez menos, para nuestra desdicha, quienes la respetan.

Un último apunte a modo de curiosidad: la foto de portada es del fotógrafo soriano Alejandro Plaza. El libro, como todos los suyos, está editado por la editorial Anagrama en su colección «Narrativas hispánicas». Léanlo y disfruten de su literatura

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