Heraldo-Diario de Soria

LA CAPITAL

Los sonidos del Duero a la luz de la luna

Publicado por
Íñigo Salinas
Soria

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Son las 22.30 horas del viernes y el haz de rayos invisibles de la luna se refleja en las aguas del Duero a su paso por Sotoplaya. Un grupo de algo más de 30 personas atiende las indicaciones de Cristina Martínez, una de las dos guías de Biosfera Soria, antes de comenzar el recorrido por las márgenes del río. «Vamos a olvidarnos de ver con los ojos para hacerlo con los oídos y el olfato». El prefacio da paso al silencio y el grupo comienza a caminar hacia la primera parada: San Polo, antiguo monasterio de los templarios. Y resulta que cuando se dejan a un lado los ruidos de la rutina se escuchan autillos y murciélagos ribereños. Ya en las puertas de la antigua orden del temple, Yolanda Santos, la otra guía, explica la historia de los primeros monjes guerreros y se refiere a la ubicación estratégica del monasterio. Y resulta que en ese mismo lugar Bécquer basó su Rayo de luna en unos términos inquietantemente parecidos a los de esta «noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y serena». Pero Yolanda escoge El monte de las ánimas, y explica la leyenda de Beatriz y Alonso. Y Dani y Rubén, de 9 y 10 años, se asustan «un poco porque es de noche».

 

Los 30 excursionistas prosiguen su camino hacia la pradera de Las bailas. Al fondo sólo se divisa la ermita iluminada de San Saturio; a la derecha está el río, pero sólo se oye; a la izquierda, nada. Una vez junto a los árboles, Yolanda insta al grupo a sentarse sobre la hierba y a permanecer en silencio para escuchar durante medio minuto todos los sonidos que se esconden detrás del ruido en el que vivimos. Pero el supuesto silencio se torna en un constante cantar de aves nocturnas, de grillos, de peces que saltan, de insectos. Pasados los 30 segundos, la guía comienza a explicar las principales costumbres y modos de vida de algunas rapaces nocturnas. Para ello, además de unas fotografías de cada una, se sirve de una linterna para iluminar las imágenes y de un pequeño aparato que reproduce los sonidos propios de algunas aves. Del ulular del búho real pasa a los sonidos misteriosos del búho chico, y de éste al autillo o Flautilla del bosque, «muy frecuente por aquí» y cuyo sonido es «muy similar al de los sapos», explica. El mensajero del diablo o lechuza es el tercer ejemplar en discordia. «Es muy frecuente en los campanarios de los pueblos», apunta antes de escuchar los escandaloso gritos de un cárabo. El mochuelo es la última rapaz de la noche.

 

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