Una dieta en busca de un futuro inmaterial

Unas porciones de queso de Oncala, unas gotas de aceite de oliva para rehogar un guiso, lechazo o pescado que se aprecie; migas, setas, mantequilla, miel, verduras y legumbres, acompañadas si es posible con un vino de Ribera del Duero son, entre otras, algunas de las delicatessen que figuran en el menú de los comensales sorianos. Ya los ancestros celtíberos en Numancia molían cereales, trigo y bellotas secas, al tiempo que saciaban la sed con su cerveza ‘caelia’. Se trata, por tanto, de un antecedente milenario que dio origen a la actual dieta mediterránea; sinónimo de salud, modo de vida, interacción social, cultura, tradiciones, cantos, refranes y leyendas.

El Jefe de Servicio de Patología del Complejo Hospitalario de Soria, Juan Manuel Ruiz Liso, lleva 30 años dedicado a la educación para la salud a través de la dieta mediterránea. Tanto esfuerzo invertido en esta causa, tuvo su recompensa. Soria recogió sus primeros frutos cuando en Nairobi (Kenia), en noviembre de 2010, fue aceptada ante la UNESCO junto a Cilento (Italia), Chefchauen (Marruecos) y Coroni (Grecia) como las cuatro comunidades fundacionales para el reconocimiento de la Dieta Mediterránea como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, informa Ical.

La Fundación Científica Caja Rural de Soria y Soriactiva fueron los organismos encargados de desarrollar en España este proyecto para que fuera una realidad junto a más de 200 asociaciones de esta provincia. Diferentes colectivos han trabajado sin parar durante dos años sobre el tema, hasta su consecución.

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