Heraldo-Diario de Soria

LA CAPITAL

Los comerciantes dejan atrás recuerdos de ‘su plaza’

Publicado por
P.C.
Soria

Creado:

Actualizado:

La jornada de ayer fue frenética en el mercado provisional de Concepciones. Los comerciantes se apresuraban a dar los últimos retoques a sus puestos, siempre con imprevistos de última hora que planeaban en estos afanes. Pero estas alteraciones inesperadas de última hora no causaron ni perturbaron los quehaceres previos a un estreno en el que todos mantienen, hoy más que nunca, una «ilusión», por la etapa que se abre tras muchos, muchos años de vivencias, trabajos y sensaciones humanas en la que consideran «su plaza»: la de abastos.

 

Ruidos ensordedores ocasionalmente, comerciantes descargando en el exterior y acarreando después por el recinto sus utensilios, sorteando hábilmente a una maraña de carpinteros, electricistas, fontaneros... entre todos orquestaban un hormiguero de personas que pese a parecer desordenado, cumplía perfectamente con los cánones de cualquier labor sincronizada, cada uno independientemente del otro, sin griteríos ni malos gestos. Al fin y al cabo, se trata una familia bien avenida que traslada su domicilio, «para mejorar» como todos coincidieron. 

En plenas faenas de colocación del género se encontraba Rosa María Martínez, de Charcutería El Colmado, llevándolo «bien, con un poco de nervios» confesó, aunque también entre risas aclaró que durante estas noches pasadas el sueño no fue del todo conciliador. «En varias ocasiones me he despertado pensando qué estanterías me he dejado por colocar», dijo, haciendo referencia a la tensión que siempre depara todo cambio. Aún así, se mostró contenta con el traslado después de 37 años de trabajo en la plaza de abastos, su «plaza querida», y donde su marido, Pedro Lafuente, ha pasado medio siglo trabajando en el negocio. Atrás quedan recuerdos «sobre todo del trato con los clientes», aunque no faltan aquellas imágenes donde las gallinas vivas, tras librarse de sus ataduras, corrían despavoridas por los pasillos hasta ser capturadas entre la gente y nuevamente reconducidas al puesto original. O también aquella vendedora de huevos venida de algún pueblo «que se quedaba sentada» esperando al cierre del mercado para poder elevar el precio del género sabedora se incrementaba el valor al final de la jornada. Su hijo Diego, que también regenta otro de los puestos del mercado provisional, creció allí, y «lloró el día que nos fuimos». Él mismo, con 28 años de edad,  también en sus propias faenas en uno de los extremos del edificio, recuerda esa infancia de la que antes hablaba su madre. «Hacíamos muchas trastadas, con el hijo de Eduardo, otro de los comerciantes», recuerda, sobre todo «los globos de agua que lanzábamos desde arriba a la gente». Vende productos que se denominan ‘delicatesse’, por lo que pone un gran cuidado en su colocación, ayudado ayer por su hermana Marina.

tracking