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HOSTELERÍA

Los restaurantes se readaptan para minorar la crisis

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Los restaurantes no se escapan de la crisis económica.Conviven con ella y, al menos, afrontan la situación sin excesivas medidas de ajuste manteniendo el grueso de su plantilla. Así se desprende de las reflexiones de los principales maestros culinarios de la provincia, que destacan la importancia de «readaptarse» para minorar la caída del consumo. 

 

Carlos de Pablo, del restaurante Casa Vallecas de Berlanga de Duero, manifiesta que es importante mantener «la identidad» de cada local. «No es una cuestión de tomar medidas, sino de readaptarse a la situación», confiesa. Este hostelero sostiene que ellos han mantenido los precios y aceptado con «normalidad» que la rentabilidad del local disminuye al entrar menos clientes en el establecimiento. 

No obstante avisa: «Vienen tiempos duros y si la situación lo obliga habrá que tomar medidas, pero siempre siendo una empresa que ofrezca calidad». 

En la misma línea se sitúa Alfonso Romero, del Trashumante, que también confirma que un restaurante, en tiempos de crisis, no puede traicionar su esencia. «Queremos ofrecer la máxima calidad en la mesa» y «seguir con la filosofía que hemos marcado. A Trashumante lo conocen con una línea de trabajo  que no puedo cambiar». «Con lo que más hemos sufrido es con la llegada de nuevos clientes, que no vienen. Trabajamos sobre todo con los clientes de siempre, que los tenemos que cuidar al máximo». Y es que, prosigue, «la gente cuando sale quiere asegurarse de que va a comer bien» por lo que decide ir al lugar «donde sabe que va a encontrar eso». 

Romero habla de los clientes y considera que cada vez son más «exigentes». «Quieren que todo sea sublime».   La misma opinión tiene Simón de Francisco, del Fogón delSalvador.  «El cliente es más temeroso ahora» porque «aunque haya dinero se lo guarda ante lo que pueda pasar en el futuro».  «A ver si la cosa mejora», continúa, ya que «queremos seguir manteniendo toda la plantilla». 

«El cliente ahora es más serio», explica José Luis Jiménez, del MesónCastellano. «Cuando las cosas iban bien hicimos demasiados gastos en tonterías», en cosas prescindibles, y como ahora «hay familias» en el paro, la hostelería se resiente. «A ver si esto levanta», prosigue Jiménez, que espera que «esto no empeore hasta febrero». «Si entonces mejora el tiempo espero que mejore» la situación. 

El Baluarte se abrió cuando la crisis ya asolaba la ciudad. «No puede comparar con la situación de antes porque no estaba», pero «sin duda alguna está afectando» al sector, confiesa Óscar García. En su caso, considera que «somos un poco el escaparate» por la innovación culinaria, y «tenemos que intentar poner toda la carne en el asador, desde la comida hasta el servicio» para satisfacer a unos clientes cada vez más exigentes con su apuesta gastronómica.  Su «forma de entender lo que hago» pasa por hacer «una gastronomía diferente», «cambiando los hábitos» de los clientes e intentando que su cita con la mesa, los cubiertos y la comida sea toda una experiencia. 

La satisfacción de «darse un gustazo», «de comer bien», también le preocupa a Gil Martínez, del Restaurante Virrey de El Burgo de Osma, que lamenta que, con la caída del consumo, las familias tienen menos dinero «para reunirse en torno a la mesa». Ellos, para intentar atraer clientes, intentan ajustar los precios y preparar platos «sofisticados» sin agravar el coste para el consumidor. 

Cada jornada laboral es «una batalla diaria» para todos, una dura contienda que afrontan con el reto de servir las máximas comidas posibles y minorar los efectos la crisis económica. Cierran 2011 vivos, pero a la expectativa. El futuro es incierto y todo apunta que el próximo año será duro. 

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