Heraldo-Diario de Soria

ECONOMÍA

El soriano que ayuda a emprender

José Antonio Ruiz en las oficinas de Iritec, en noviembre de 2008. / CARLOS CARNICERO UNGRÍA-

José Antonio Ruiz en las oficinas de Iritec, en noviembre de 2008. / CARLOS CARNICERO UNGRÍA-

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Emprendió a los 24 años y le fue realmente bien. Montó una empresa tecnológica con varios amigos y, en unos años, casi sin darse cuenta, esa sociedad se convirtió en un grupo empresarial -formado por siete compañías- que facturaba más de 8 millones de euros al año. Su proyecto creció tanto que en 2010, cuando la crisis azotaba con fuerza, los beneficios seguían aumentando. Sin embargo, su negocio pudo con él: demasiadas preocupaciones en pocos años, y mucho estrés acumulado. Ahora, tras dejar la empresa y estar ocho meses en blanco, José Antonio Ruiz (Soria, 1978) vuelve a la carga con un nuevo proyecto que pivota sobre la figura que nos sacará de la crisis: los emprendedores.

Emoziona es el nombre de su nueva empresa, que está afincada en Zaragoza. «Es un proyecto abierto y flexible que gira en torno al emprendedor», explica José Antonio. Organización de actividades formativas, trabajos de consultoría, gestión de proyectos empresariales,... Se trata de una compañía unipersonal que, en resumen, se centra en ayudar, asesorar y trabajar con emprendedores y empresarios.

«Quiero compartir con la sociedad lo que me ha dado», explica, ya que «tengo la experiencia de haber montado siete empresas». Su nueva andadura comenzó el 2 de julio, cuando lanzó definitivamente el proyecto tras varios meses de preparativos. 

Para entender qué hace ahora este empresario soriano hay que remontarse a 2003, cuando nació Iritec, una empresa de tecnología que lanzó en Zaragoza junto a dos compañeros que había conocido en su anterior trabajo. Licenciado en Económicas por la Universidad de Zaragoza, y con un MBA en el Instituto de Empresas en Madrid, José Antonio destaca que todo surgió «por l

a inquietud de crear un proyecto propio

, sin imaginar que lo que empezamos tres amigos se iba a convertir en lo que se convirtió». 

Tres años más tarde, su oficina de 60 metros cuadrados, que estaba en un vivero de empresas, se quedó pequeña. Eran más de 20 personas trabajando y «ya no era un broma». 

De ahí se fueron a Plaza, un pujante polígono industrial a las afueras de Zaragoza. «Era el boom del ladrillo, y nos embarcamos en un proyecto para construir oficinas propias, una locura», relata. Mientras se creaba el edificio alquilaron 300 metros cuadrados. «Firmamos dos proyectos muy grandes con multinacionales y tuvimos que coger otros 300 metros más. Pasamos de 30 personas a duplicar plantilla a finales de 2006 y principio de 2007». 

Entonces se vio embarcado «en una ola, que crecía y crecía». Todo eran éxitos. Y es que en 2008, tras ser reconocidos con el premio Joven Empresario de Aragón 2008, lograron el accésit del XI Premio Nacional Joven Empresario de 2008. 

Pasaron los meses y en 2009 se instalaron en su edificio propio. «La gente me decía que había construido una empresa que es la leche, pero no le daba importancia». De repente, de la noche a la mañana, se dio cuenta de que «estaba en el medio de una espiral que ya no controlaba. La empresa estaba pudiendo conmigo».

El nivel de preocupación del día a día, el estrés acumulado de varios años intensos, la responsabilidad de ser uno de los socios fundadores de un proyecto empresarial nada desdeñable,... Estos factores le hicieron replantearse su futuro, porque «la empresa había crecido muy por encima de lo que yo pensaba [más de 150 trabajadores]», y «no estaba siendo capaz de digerirlo todo». 

A finales de ese año tomó la decisión de dejar la empresa. Lo habló con sus socios, y plantearon «un escenario de seis meses para preparar mi salida». «El estrés cada persona lo digiere de una forma diferente», explica. En ese momento «la empresa era muy rentable porque en 2010 crecía, en tiempos de crisis, a ratios del 20% y el 30% en facturación y beneficio, pero mis niveles de felicidad iban bajando en el mismo porcentaje». 

El primer día de su nueva vida fue el 2 de julio de 2010. «Iba a ser un año, pero realmente fueron ocho meses en los que no hice nada de trabajo: estuve en Soria casi todo el tiempo y me dediqué a estar con la bici, recoger setas, viajar, descansar y recuperarme». 

Fue un periodo de su vida de «digestión», de «levantar el pie del acelerador y poner el freno de mano». «Es asombroso como la mente asimila todo en tan poco tiempo», asevera. Se recuperó. Y, tras sopesar qué hacer con su vida, pensó en los mejores momentos que había vivido en Iritec, donde había aprendido a crear empresas, gestionar un grupo humano y «manejar emociones». «Me di cuenta de que quería devolver a la sociedad  lo que me había enseñado», es decir, enseñar a los emprendedores y a las empresas todo lo que él había aprendido gracias a sus aciertos y errores, «desde un punto de vista emocional».

Ocho meses 

Los ochos meses de asueto terminaron el pasado mes de febrero. Poco a poco, comenzó a impartir charlas, retomar contactos

que había dejado de lado, realizar el plan de empresa y elaborar su web (www.emoziona.com). 

El ciclismo y la actividad emprendora son para él actividades similares porque se basan en aspectos como el esfuerzo, la perseverancia y la capacidad de superación. Por eso, antes de empezar a rodar con Emoziona, completó la Quebrantahuesos, una popular carrera ciclista, conocida por su dureza. 

Seis meses después de empezar a emocionar a sus clientes, el balance es «muy bueno». «No me puedo quejar, porque tengo mucho trabajo y me gusta. Hago lo que quiero y tengo buenas perspectivas»,  subraya. Esta vez su proyecto empresarial no es que como Iritec. «Es una empresa pequeña [sólo está él] que no va crecer mucho en personal», ya que «podrá tener una, dos o tres personas». 

Habla de la situación económica que atraviesa España y precisa cuál es su filosofía. Una sentencia para concluir y reflexionar: «Para salir de la crisis es fundamental que cada uno, desde el punto de vista personal, ayude al colectivo con sus conocimientos». 

 

 

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