Heraldo-Diario de Soria
Agapito Iglesias, en una imagen de archivo. / EL PERIÓDICO DE ARAGÓN-

Agapito Iglesias, en una imagen de archivo. / EL PERIÓDICO DE ARAGÓN-

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CARLOS C. UNGRÍA
Soria

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La profunda crisis institucional, deportiva y social que arrastra el Real Zaragoza tiene un nombre propio: Agapito Iglesias. El presidente y máximo accionista del club blanquillo, natural de Navaleno, se ha convertido en una persona non grata en la calles de la capital aragonesa. En las gradas del estadio de La Romareda, algunos aficionados le espetan que se vaya a Soria, y en los medios de comunicación le llaman «el soriano», para recordarle que no nació en Aragón. 

En Zaragoza se respira hartazgo. Hartazgo y resignación. El equipo tiene un pie y medio en la División de Plata -está a doce puntos de la salvación-, y la fractura social entre la afición y el dueño del club se agranda día a día. Iglesias está en medio de esta coyuntura, en el foco de las iras de la parroquia blanquilla. 

Cuando se hizo con el club hace casi seis años, y demostró que llevaba varias décadas viviendo y trabajando como constructor en Zaragoza, nadie dudó de que ya estaba integrado en la sociedad aragonesa. Sin embargo ahora, en plena hecatombe deportiva e institucional, periodistas y aficionados se dirigen a él como «el soriano». 

Mario San Miguel, presidente del Centro Soriano de Zaragoza y productor de Aragón Radio, explica que percibe cierto tono despectivo en algunos periodistas. «Creo que es un error periodístico en el uso del lenguaje. Esto también ocurrió cuando secuestraron a Publio Cordón. Al principio los medios se dirigían a él como el empresario aragonés, pero cuando hubo gente que puso en duda su secuestro le empezaron a llamar el soriano afincado enZaragoza». Ante esta situación, reconoce que lo más inteligente es tener cautela, porque el fútbol desata muchas pasiones. «En el Centro Soriano hablamos de enviar una carta a los  medios, pero nos dimos cuenta que si lo hacíamos habría gente que diría que nosotros defendemos a Agapito Iglesias». Al final han decidido no hacer nada, prefieren no valorar la situación y se han quedado al margen. 

Como periodista y como amigo de zaragocistas, San Miguel si ha tenido sus discusiones. «Hablé con el jefe de Deportes de Aragón Radio pero me dijo que utilizaban lo de ‘el soriano’ como un sinónimo más de ‘el constructor’, ‘el presidente’ o ‘el máximo accionista». La influencia de los medios al utilizar este sinónimo se ha generalizado entres los aficionados. «En una de las últimas manifestaciones le cantaban ‘Agapito escoria, vete para Soria’». Interpelado por si cree que la imagen de la provincia se va a deteriorar por este fenómeno deportivo, manifiesta que espera que no. «La gente sigue teniendo buena imagen de los sorianos en Zaragoza. El problema es que el fútbol desata muchas pasiones».

El periodista Andrés Ramírez, de El Periódico de Aragón, quita hierro al asunto y destaca que el hermanamiento entre Soria y Zaragoza no se va a dañar por esta situación. «Le llamamos ‘el soriano’ porque sabemos que le molesta», reconoce sin ambages. «No lo hacemos con un tono despectivo ni peyorativo hacia los sorianos, sino porque él reniega de sus orígenes, siempre dice que se siente aragonés y sabemos que le molesta que se lo digamos». 

Ramírez también recuerda que en Zaragoza no se entiende que, después de que el club haya recibido más de 30 millones de euros en los últimos años de la televisión autonómica, Iglesias no lleve  al equipo a hacer la pretemporada a algún rincón de la Comunidad, para promocionar Aragón. 

Para entender el divorcio que mantiene Iglesias con periodistas, aficionados y otros sectores de la sociedad aragonesa hay que conocer su historia. Entender cómo se hizo con las riendas del club. Para ello hay remontarse a junio de 2006, cuando, auspiciado por el Gobierno de Aragón, adquirió la entidad al anterior máximo accionista Alfonso Solans. Las hemerotecas recuerdan que lo hizo con el sueño de ganar la liga, y la realidad actual subraya que su aspiración fue una utopía.Una quimera. 

La relación política del desembarco en el Real Zaragoza del constructor soriano es nítida. Y es que, nada más llegar, nombró al entonces consejero de Economía y Hacienda del Ejecutivo aragonés, Eduardo Bandrés, para que fuera el presidente del club. El primero con sueldo de toda la historia. 

Semejante proyecto, tras un inicio esperanzador -la primera temporada el equipo se clasificó para la copa de la Uefa-, acabó en 2008 con el club en Segunda División, tras una temporada aciaga que se llevó por delante a tres entrenadores -ninguno supo administrar los egos y el mal ambiente del vestuario-, y con una plantilla plagada de estrellas como Aimar, Ayala, Oliveira o Diego Milito. 

El varapalo de este descenso es la clave para entender la situación actual, porque tuvo cuatro consecuencias que han marcado el devenir de la entidad desde entonces. En el plano deportivo, la calidad de la plantilla se mermó porque el club se tuvo que desprender de estrellas como Diego Milito, Oliveira o Aimar. No obstante, como la venta de jugadores no fue total, la situación económica se agravó porque, además de ver reducidos sus ingresos televisivos, el club arrastró en segunda división salarios millonarios como el de Ayala ( más de dos millones al año) o el de Ewerthon (casi dos millones). Eso, sin contar que Iglesias decidió fichar a Marcelino García Toral como entrenador, con un contrato de varios millones de euros anuales. 

También hubo consecuencias políticas. El Ejecutivo aragonés se distanc

ió progresivamente del máximo accionista tras el descenso, y más tarde llegó el divorcio definitivo. Éste se produjo en diciembre de 2009, con el club ya en la Liga  de las Estrellas otra vez, pero en medio de una crisis institucional que culminó con la dimisión del presidente político Eduardo Bandrés y de toda la Junta Directiva.

El último factor es la fractura social. Tras el descenso al infierno, el malestar de los aficionados aumentó considerablemente. La relación entre ellos y el dueño se ha roto de forma irremediable este año, tras dos temporadas (2009/2010 y 2010/2011) en las que el club ha sufrido hasta la extenuación para lograr la permanencia. 

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