Heraldo-Diario de Soria

SORIANOS POR EL MUNDO

«Budapest es una ciudad fantástica»

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Publicado por
A.P.L. SORIA
Soria

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Mª Jesús Martínez Domínguez, filóloga y profesora de español en el Instituto Cervantes que está casada y tiene dos niñas, lleva ya 20 años en Budapest (Hungría). Ha mantenido en secreto su aparición en esta sección para que fuera una gran sorpresa para la familia y en unos días estará en Soria, ya que regresa en Navidades y un mes y medio en verano. En Budaspest echa de menos «los colores del cielo en un día frío de invierno, el olor de un paseo por la Dehesa o por el río, saludar a los viejos vecinos, tomar una cañita al mediodía en el Torcuato, el chocolate con churros de la York, las fiestas de San Juan...». Y es quepara ella es muy importante que sus hijas, Sara y Lucía, «vivan su tierra, puedan correr delante de los cabezudos, ver a los Reyes Magos, bailar en las verbenas, tener amigos españoles y aburrirse cuando su madre habla durante horas en el Collao con la gente que se encuentra». A la pregunta de si piensa volver a España o vivir en otro país, explica que «es difícil contestar en los tiempos que corren. Me gustaría trabajar en otros países, pero en mi caso depende de mi propia familia».

 

«Fue la casualidad lo que me trajo a Hungría hace ya 20 años. Me dijeron que el Ministerio de Educación ofrecía plazas para ir a trabajar a países del Centroeuropa y Europa del Este. Decidí escribir y unas semanas más tarde me llamaron por teléfono para ver si me interesaba una plaza en Budapest. Tenía que decidirme prácticamente en aquel momento y, sin pensarlo mucho, acepté la plaza. Lo que comenzó como una aventura se convirtió en mi proyecto de vida», explica. Recuerda que «era muy joven y tenía ganas de hacer cosas nuevas, conocer otros lugares y otras culturas diferentes...» y que sus familiares y amigos estaban apenados pero seguros de que era «una decisión importante para mi futuro». 

Llegó a Hungría en 1991, meses después de la salida de los tanques rusos del país, las noticias eran un poco confusas, pero siempre tuvo el apoyo de familia y amigos, que prometieron visitarle, y lo hicieron. Su llegada fue «estupenda, en tren, llena de ilusiones y con un plano de la ciudad que no entendía en absoluto. En el andén estaba Attila, un compañero, con un cartel con mi nombre. Me llevó a la casa que el instituto había alquilado para mi y me acompañó a hacer la compra.

Nunca olvidaré ese trayecto a bordo de un ‘trabant’ verde pistacho a una velocidad impresionante, derrapando en las curvas y recibiendo un caudal de información que era incapaz de asimilar en tan pocos minutos... Pero me sentía como en casa». Chus se adaptó muy bien gracias a sus nuevas amistades y «la ilusión con la que se ve todo cuando uno se quiere beber el mundo». Reconoce que el húngaro «es muy difícil porque no tiene origen indoeuropeo y no se puede indentificar con otro idioma... Pero mis alumnos dicen que lo difícil es el español». El clima dice que es caluroso en verano y frío en invierno, aunque antes nevaba mucho más, hasta 80 centímetros de nieve. «Pero no paso mucho frío... Viniendo de Soria...», bromea.

En las primeras semanas tuvo la oportunidad de conocer nuevas costumbres y cualquier actividad se convertía para ella en una aventura, desde ir al mercado hasta conseguir permiso de trabajo. El primer día de trabajo saludó a todos dando dos besos, «algo que allí es extrañísimo porque en las relaciones de trabajo la forma de saludo es un apretón de manos», recuerda. Su día a día transcurre entre el trabajo, la casa, la escuela, las niñas... y, entre sus aficiones, destaca la música clásica, por lo que acude a  conciertos. Comenta que se han rehabilitado muchos edificios antiguos en el centro de la ciudad para el ocio, con música en directo, exposiciones, representaciones... y que ahora los jóvenes salen mucho. «Budapest es una ciudad fantástica, tal vez por sus contradicciones. Es señorial y decadente, cosmopolita y rural, una gran urbe a cuyos rincones se llega fácilmente en transporte público, el espacio en donde conviven edificos modernos de cristal con los de época, las casas unifamiliares con las moles prefabricadas de origen ruso, el metro... Sobre todo, Budapest es la ciudad en la que el Danubio se colorea y se transforma a lo largo del año, convirtiéndose en testigo mudo de historias y leyendas maravillosas y en espejo de monumentos». Destaca el sabor de la gastronomía húngara, como la col rellena de carne y arroz, y el individualismo, que considera una herencia histórica; y reconoce que todavía no se ha acostumbrado a los horarios de las comidas y a que anochezca tan temprano.

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