Heraldo-Diario de Soria

SOCIEDAD

El bar Montico se despide tras cuatro décadas

José Luis Rioja apunta en el cierre que «más que clientes, tenemos amigos»

José Luis posa junto a algunos de sus parroquianos más fieles.-DIPUTACIÓN

José Luis posa junto a algunos de sus parroquianos más fieles.-DIPUTACIÓN

Publicado por
Toño Carrillo
Soria

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El bar Montico cerró ayer sus puertas tras 44 años atendiendo a sus parroquianos en la calle Vicente Tutor. El establecimiento volverá a abrir pero con otro formato, dejando para el recuerdo sus mejillones con salsa de tomate, una de las formas más populares de acercarse al marisco a este lado de Duero.

José Luis Rioja, hijo de los propietarios originales, no ocultaba ayer la gran satisfacción que le dejan sus décadas detrás de la barra. «Más que clientes, tenemos amigos», reiteró. Y eso, perdura más allá de las puertas del Montico.

En su memoria está «cuando abrimos en marzo de 1972», algo que le ha permitido conocer a las «muchísimas generaciones que han pasado por aquí». Entonces todavía estaba en catálogo el Seat 600, la capital acaba de pasar de los 25.000 vecinos y buena parte de lo que hoy es Soria ni siquiera se había construido.

Los padres de José, Dionisio y Eugenia, habían llegado desde Covaleda y decidieron abrir el establecimiento para poner un toque picante a la capital, ya fuese sobre la cocha de un mejillón o sobre las patatas bravas. En más de cuatro décadas los tiempos han cambiado mucho, pero la familia ha seguido al frente del negocio y sus especialidades han sido, valga la redundancia, tan especiales como siempre.

No obstante, el tiempo pasa. «Ahora vamos a pasar a descansar un poquito», indicó José tras la barra. «Mi hermana», Angelines, «que es la que se ocupa de la cocina, se va a jubilar. Yo haré alguna cosa aunque tampoco he pensado mucho el qué». Con apenas 15 días de vacaciones al año y unos horarios ‘de bar’, un merecido respiro laboral nunca viene mal.

No obstante, el negocio seguirá adelante. «Pasa a otras manos, pero creo que va a ser algo distinto». El Montico, ese bar en el que la huerta y el mar -y las cañas, y las bravas, y...- se daban la mano, pasa a la historia popular de la ciudad.

Cuando se le pregunta a José si eso supone quedarse ‘huérfanos’ de mejillones se ríe. «Sí, me temo que sí». No obstante lo «amigos, que no clientes» van a seguir pudiendo disfrutar de su compañía y de una de las cosas más importantes en los bares de toda la vida, la conversación. Sólo que en esta ocasión no habrá una barra de separación. O de unión, según se mire.

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