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De Soria al cielo

El Parador de Turismo cumple hoy medio siglo encaramado al cerro del Castillo como pionero en el desarrollo turístico de los años 60

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Cuando abrió sus puertas, el turismo era todavía una curiosidad a orillas del Duero y la ciudad apenas sumaba la mitad de su población actual. Medio siglo después, el Parador de Turismo Antonio Machado de Soria sigue encaramado al Castillo para vigilar las riberas por las que paseó Machado y el agua a la que cantó Gerardo Diego.

Hoy en día es un referente tanto por sus privilegiadas vistas como por su cocina, capitaneada por el soriano Carlos Aldea. La capacidad se ha multiplicado cuatro veces y media y las instalaciones han sufrido dos profundas renovaciones, pero bajo la dirección de Manuel Vieites sigue manteniendo la esencia que se destapó entre una gran expectación social el 16 de noviembre de 1966. Hoy cumple sus primeros 50 y, aunque los fastos se celebraron en primavera, llega la hora de soplar las velas.

En 1966 se decidió dar un fortísimo impulso al turismo con la puesta en marcha de 14 Paradores y un desarrollo en las costas que hoy en día supone uno de los sectores con más peso en la economía Española. En total, el Estado lanzó ese año 14 nuevos establecimientos, dos de ellos en Castilla y León. En Ávila, el palacio de Piedras Albas, adosado a la muralla, se convirtió en sede del estandarte de la hostelería patria. Construido en el siglo XVI, se aprovechó el estilo renacentista castellano para revivir sus sillares.

En Soria, por el contrario, se optó por una construcción nueva entre los restos del castillo, demolido durante la Guerra de la Independencia para evitar que el enemigo francés (hoy amigo en forma de visitante) volviese a atrincherarse. Así, se recurrió a la mano de Manuel Sainz de Vicuña e Ignacio Gárate, curiosamente vinculados familiarmente a los proyectistas de los primeros Paradores.

La idea era crear un pequeño hotel con 14 habitaciones para dar reposo al viajero, con vistas a las márgenes del Duero y las mejores panorámicas sobre una ciudad que crecía lentamente mientras la provincia se iba desangrando. La inversión, de 25 millones de pesetas, no era baladí en la época. El coche más vendido, el Seat 600 todavía con las puertas de apertura ‘suicida’, no llegaba a 100.000 pesetas ni con todos los extras posibles.

Con el tiempo la demanda fue creciendo y a mediados de los años 80 fue necesario darle un nuevo impulso, dotando a las instalaciones de 34 habitaciones con un rango de tres estrellas. El turismo ya no era algo exótico en España aunque el interior aún no había despegado. No obstante, los primeros extranjeros atraídos por la poesía y la tranquilidad comenzaron a llegar a Soria.

Con ellos de la mano, el nuevo milenio planteó nuevos retos. Martín Domínguez rediseñó una ampliación a 64 habitaciones (y cuatro estrellas) ejecutada en 2005 con una fachada de vidrio que se ‘abalanza’ sobre la ribera y un trocito de la muralla del castillo integrada junto al restaurante del establecimiento hotelero.

Hoy en día los Países Bajos, Alemania, Francia, el Reino Unidos o Estados Unidos aportan buena parte de los visitantes al Parador Antonio Machado. Su director está firmemente convencido de que el turismo de calidad pasa por ofrecer experiencias, implicarse en la vida de la ciudad y sus eventos y, cómo no, ofrecer una cocina arraigada en la tierra pero con aires modernos.

Hablando en premios, el chef Carlos Aldea ya suma tres pases a la final del Concurso Nacional de Tapas y Pinchos de Valladolid, el de Mejor Pincho con Trufa en Soria Gastronómica 2008, un Premio a la mejor Tapa en la III jornada de la tapa de cuchara o el galardón al Torrezno de Innovación del Mundo. Experto en el tratamiento de la micología y las carnes, añade un toque más al atractivo del Parador, hoy moderno ‘castillo’ sobre Soria.

Pero no todo es alimentar al cuerpo. «Como dicen los franceses, lo primero es ubicación, lo segundo ubicación y lo tercero ubicación», recordaba Vieites. En un punto privilegiado para ver «la curva de ballesta» que cantó Machado o la «eterna estrofa de agua» que glosó Gerardo Diego, incluso muchos sorianos aprovechan para acercarse hasta el enclave para reencontrarse consigo mismos. Al fin y al cabo, medio siglo después el Parador también es paisaje.

Para celebrar este 50 aniversario se han configurado varias propuestas, como un postre que recupera los sabores de antaño, un CD recopilatorio con la música que triunfaba cuando abrió sus puertas o un pack específico disponible hasta el 29 de diciembre que incluye un menú con productos tradicionales en función de la temporada.

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