Heraldo-Diario de Soria

La energía del Báltico

Iberdrola, la firma que preside el salmantino Sánchez Galán, lidera la apuesta mundial por la energía eólica marítima con la construcción de su segundo parque a 35 kilómetros de Rügen, la isla ideada por Hitler como centro vacacional

El imponente barco plataforma prepado para la colocación de las tres piezas que forman la torre eólica en las aguas del Báltico a 35 kilómetros de la costa de Rügen (Alemania).-E.M.

El imponente barco plataforma prepado para la colocación de las tres piezas que forman la torre eólica en las aguas del Báltico a 35 kilómetros de la costa de Rügen (Alemania).-E.M.

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PABLO R. LAGO / ENVIADO ESPECIAL RÜGEN (ALEMANIA)
Soria

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El mar es un lugar idóneo para aprovechar la energía del viento. Así lo ha entendido Iberdrola, enfrascada en la actualidad en la construcción de un poderoso parque eólico en las aguas germanas del Báltico, frente a la costas de la hoy exclusiva y turística isla de Rügen, en otro tiempo paraíso soñado por el criminal llamado Adolf para construir un idílico lugar de descanso para incentivar la energía aria.

El sueño de Hitler, incluido el vacacional, empezó a ahogarse en las costas de Normandía, donde los Aliados llegaron en oleadas. El proyecto de Iberdrola, bendecido por autoridades y ecologistas, florece sobre las calmadas aguas de la costa alemana. Los ecologistas no son anécdota. Pesan  mucho en las decisiones políticas de la administración de Merkel, que no toma una decisión medioambiental sin antes consultarles.

Iberdrola, por primera vez en solitario y con tecnología y empresas españolas o de capital hispano, afronta una instalación de molinos de viento de 350 megavatios. Un acorazado energético llamado Wikinger capaz de suministrar la energía a 350.000 hogares, algo así como Sevilla. Son 70 aerogeneradores colocados a 35 kilómetros del puerto de Mukran que ya empiezan a batir sus aspas en pruebas. Estos días se izará el número 20. En octubre estará operativo tras una labor vertiginosa. Mukran es un pequeño puerto industrial, a cuyas puertas llega el tren, pero que hoy no tiene más función que acoger el montaje del parque eólico de la compañía que lidera el salmantino Ignacio Sánchez Galán.

El montaje que emplea a unas 200 personas, pero hasta 3.000 han trabajado entre Ferrol, Cádiz, Avilés y Alemania en la construcción y diseño de los enormes molinos de 40 metros de altura sobre las aguas, además de la imponente subestación ubicada en el corazón del abanico de 35 kilómetros cuadrados que configuran las torres eólicas sobre el mar y que es la encargada de evacuar a tierra la energía que se obtiene del binomio tecnología viento.

«Es un lugar idóneo para obtener la energía del viento y con un respeto exquisito al entorno y el ecosistema », expresa el director de operaciones Álvaro Martínez Palacio. «Detectamos que en estas aguas había marsopas, lo comunicamos y nosotros mismos aplicamos una medida correctora para que el ruido que genera en el fondo marino la instalación de las bases de los aerogeneradores no molestara a la fauna», añade el directivo de Iberdrola. Las marsopas, unos cetáceos emparentados con los delfines, pero más pequeños, son unos animales muy sensibles al ruido.

La idea era no incomodar su hábitat con los sonoros golpeos que produce la maniobra de incrustar en el suelo marino a 40 metros de profundidad los pilotes sobre los que se anclan los jackets, las bases amarillas que sacan a flote a los aerogeneradores. Algo así como aplicar un silenciador con una cortina de burbujas esmeralda. Un silenciador que ha supuesto un sobrecoste de 40 millones en un inversión global de 1.400.

«Se trabaja con mucha intensidad. La gente estamos muy comprometidos, porque los tiempos de instalación y montaje son inciertos. A veces dependemos mucho de las condiciones climatológicas para trasladar y colocar los molinos», refleja sobre la complejidad de los trabajos Javier García, un vasco afable y muy didáctico que se encarga de la dirección del proyecto.

Será el segundo parque eólico en el mar de la eléctrica tan arraigada en Castilla y León. El primero, de una potencia similar ya funciona en el noroeste de Inglaterra, aunque en ese caso se hizo en alianza con compañías británicas y danesas tras la compra de la escocesa Scottish Power.

Pero ya proyecta otros dos. Uno también en costas inglesas, que será el mayor del mundo, el de East Angliae One, con 714 Mw, capacitado para suministrar a 500.000 hogares tras invertir 2.500 millones de libras. Será una realidad en poco más de tres años. Francia también está en su objetivo. Y su última aventura anunciada a los periodistas mientras surcaban el parque de Wikinger, será Massachusettes, a través de su filial Avangrid. Otros 1.600 Mw al otro lado del Atlántico.

Será el primero que se construya en Estados Unidos. Sánchez Galán cree en la energía limpia que proporciona el viento. Eso hace que Iberdrola investigue y se alíe con las industrias líderes del sector para disponer de aquí a cuatro años de una potencia eólica marítima que rondará los 6.000 Mw. Esto es la previsión actual, porque en este negocio el viento no se lleva nada. Al contrario, trae proyectos constantemente a las costas inversoras de la compañía española de las tres hojas.

LA ALEMANIA EÓLICA

Los alemanes han entendido, sin complejos, que si quieren energía limpia en el viento la pueden encontrar. Y que si quieren mucha potencia instalada sin anegar territorios enteros, el mar proporciona estas cualidades. Y que si quieren preservar el impacto ecológico y visual, un buen puñado de kilómetros mar adentro lo puede ofrecer.

Y así, en los países del norte de Europa, ejemplos de vanguardia medioambiental, ha ido germinando un mar de eólica marítima sin encontrar el ecologismo populista e inconsistente. «En España, inexplicablemente, esto es impensable, pese a que las organizaciones ecologistas internacionales más sólidas tienen claro que el mar, ofreciendo todas las garantías técnicas y de instalación, es un lugar idóneo para la eólica», explica Álvaro Martínez, el verdadero alma intelectual de Wikinger. La mejor prueba de que la eólica no sólo no incomoda, sino que forma parte del paisaje cotidiano queda patente en los más de 300 kilómetros que separan Berlín de Rügen. Los campos amarilleados por la flor de la colza compiten por hacerse hueco entre los sembrados de torres eólicas. Aunque parezca increíble son muy pocos los tramos de carretera en los que no se vislumbre, a un lado o a otro, o en el horizonte, una melé de molinos batiendo las aspas en lo que fue la antigua Alemania del Este, un territorio despoblado, llano y enormemente rural.

El paisaje es monótono de colza y aerogeneradores. Y así 300 kilómetros hasta llegar a los estribos del puente que conecta el continente con Rügen, una isla de casi mil kilómetros cuadrados, en la que sólo el rugido industrial de Iberdrola, dinamiza el monocultivo del turismo. Jubilados germanos y torres eólicas hispanas por doquier estos meses en el puerto de Mukran.

En los mares europeos ya hay miles de torres eólicas diseminadas a kilómetros de las costas, en lugares no visibles desde las playas y ajenas a los corredores naturales de aves. Unos 15.000 megavatios instalados en el mar guarda a Europa. Estados Unidos se va a lanzar a esta aventura de ganar la batalla medioambiental sin mermar la cada día más creciente demanda eléctrica que mueve una sociedad cambiante y en la que a diario más personas de todo el mundo se integran en los avances que proporciona la tecnología y todo aquello que requiera energía para funcionar.

Precisamente será la eléctrica presidida por el salmantino la pionera en estrenar la eólica marítima en Estados Unidos con un proyecto en Massachusetts que aspira a 1.600 megavatios, ganados en subasta a través de su filial norteamericana Avangrid. En tres años empezarán a construirla.

UN HORIZONTE DE CRECIENTE EÓLICA MARINA

La apuesta de la firma que preside Sánchez Galán por la eólica viene de atrás. Ahora busca su expansión en el mar, donde la capacidad se multiplica y se pueden instalar aerogeneradores con una potencia unitaria de cinco megavatios como los de Wikinger, gracias a sus enormes rotores de 135 metros de diámetro. Rascacielos energéticos sobre el mar sin molestar a nadie ni perturbar el paisaje. Desde la costa ni se ven.

El 30% de los 47.324 megavatios de potencia instalada que posee Iberdrola en el planeta es ya eólica. Una pequeña parte, sólo 389 marítima, la de parque de West of Duddon Sands, en el mar de Irlanda. Pero el horizonte actual, que tiene su meta en 2020, aspira a multiplicar por 15 esa potencia que exprime del viento. España representa 5.752 megavatios en el mapa energético de Iberdrola.

Algo que aclara la intensa internacionalización emprendida por Sánchez Galán para convertir a la firma española en un referente mundial en el sector. Castilla y León es un territorio esencial para el negocio de Iberdrola. Así lo demuestran los 1.500 megavatios de que atesoran sus parques eólicos en la Comunidad. Aunque el peso específico caerá ostensiblemente si finalmente culmina sus planes de cerrar Garoña, la nuclear que comparte con Endesa en tierras burgalesas y que después de tanta polémica política y contradictámenes sobre su viabalidad ya no parece rentable para la eléctrica de origen vasco.

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