Del sol al agua con el disfraz y los toros
El vistoso ambiente del Viernes de Toros se disfrutó por la mañana en el coso, que por la tarde vivió la suspensión de la novillada
No hubo la misma suerte que en La Saca y las anunciadas nubes descargaron sin fallar a la cita. Así que el novillero Enrique Gilio se quedó sin actuar en el Viernes de Toros soriano. Y sin lidiar las reses de San Esteban, El Salvador, Santa Bárbara y La Blanca. En medio de un diluvio acababa con una gran estocada Daniel Barbero con el novillo de Santo Tomé, San Clemente y San Martín, que se dirigió para morir sin ser molestado a las tablas. Dos orejas para el valiente que se esforzó en medio de la fuerte lluvia y el barrizal del ruedo, precedido de Santiago Esplá, quien había cortado otras dos al de San Juan. A eso de las 19.10 horas se anunciaba la suspensión del festejo de la tarde, con la posibilidad de reanudarlo en una hora. Opción que por seguridad de los novilleros y consultados los Jurados no se verificó. El agua del segundo emplazamiento y los paraguas contrastaban con el sol y las sombrillas de la mañana, en la jornada del disfraz, el colorido, las músicas, los grupos de amigos y las comidas. Y las Cuadrillas y sus reses, claro.
Cuatro orejas en la breve congregación de la tarde. Y cinco por la mañana en las tres primeras reses. José Manuel Serrano cortó dos a la de La Cruz y San Pedro; y una se llevó Cristóbal Ramos, ‘Parrita’, de la de Santa Catalina. Por su parte, el visontino Enrique Ulises, ‘El Uli’ se hacía con los dos trofeos de La Mayor. A continuación se sucedieron los avisos en las citas con El Rosel y San Blas, Santiago y San Miguel. Es difícil aventurar qué habría pasado por la tarde, pero el festejo matinal discurrió con relativa fluidez, con las habituales entradas de público al ruedo entre lidia y lidia más rápidas de marchar que en años anteriores, con poco más de diez minutos en los intervalos. De esta manera, a las 13.10 horas las Cuadrillas estaban prácticamente en disposición de marchar por las calles.
Pelucas, plumas, faldas, variados atuendos, guirnaldas, falsas orejas y gorros festivos y en general toda la parafernalia de los puestos y del fondo de los armarios en el día en que Soria vive un segundo Carnaval. O ni siquiera tales atuendos y complementos, con muchos en ‘chichas’ y pantalón corto. Aspecto que algunos conservaban con el refresco de la tarde, consecuencia del alcohol y del crecerse en fiestas. El chubasquero era entonces ya muy visible tras las comidas y el jolgorio en el centro y los barrios. Después del mismo regocijo en la plaza, acompañado con el regocijo de los triunfadores.