Eduardo Esteban: «Una bota es conexión: nos manchamos pero estamos juntos»

Pregunta.– ¿Qué otras escenas necesita la provincia?

Respuesta.– Unos trenes que funcionen, empresas del sector I+D. (Originalidad, por favor)… Dar cabida y protagonismo a los jóvenes que son el motor del futuro.

P.– ¿San Juan cubista?

R.– San Juan es como a cada uno le guste que sea. Para unos es cubista, para otros realista… San Juan es para todo el mundo y respetado por todos. Todo el mundo debe respetar el gusto de todos…

P.– Oiga, hay gustos que merecen palos

R.– E incluso por el cartel que he hecho me han caído también… (Ríe). Igual que a muchos les gusta lo que hago, también hay gente que me ha criticado sin saber quién está detrás de la obra.

P.– ¿Y qué artista, qué soriano, o qué peñista está detrás de la obra?

R.– Un artista y sanjuanero que lleva toda la vida pintando y cree que sus fiestas son importantes, por lo que hace cosas a favor.

P.– ¿Con qué conjugamos la fiesta?

R.– La fiesta se debe conjugar con el respeto a los usos, costumbres y tradiciones. Una vez que respetamos las tradiciones, la fiesta se puede conjugar con vino, música, verbena, con fiesta taurina… Siempre con respeto a la raíz de la fiesta.

P.– Muy purista le veo.

R.– Sí, lo soy. Creo que hay cosas que se pueden modernizar, como el cartel, y hay otras por las que hay que tener un respeto y saber la raíz de donde vienen.

P.– ¿Y la docencia, con qué la conjugamos?

R.– Con la creatividad. Creo que si enseñamos desde la creatividad estaremos creando futuros sorianos emprendedores que puedan cambiar el futuro, con ideas, iniciativas...

P.– Sea fetichista, salve un elemento sanjuanero.

R.– El toro, por supuesto. Según va encarrilada la sociedad, el tema antitaurino… Si quitamos la esencia, quitamos parte de la fiesta.

P.– ¿Nació fiestero, maestro o artista de pincel?

R.– Artista de pincel. Desde pequeño siempre he estado pintando.

P.– Ser hijo de Félix, el Gallarón es un plus.

R.– Es orgullo. Mi padre siempre ha sido una figura de Soria muy conocida, es recordado por mucha gente y fue parte muy muy activa de las fiestas de San Juan.

P.– ¿Qué había en aquel bar (Gallarón) que no se encuentre ahora?

R.– Era una tasca. Había gente castiza, muy auténtica, gente de barra, de conversación, de tinto y cacahuete. Gente distinta a la que hoy va a tomarse una caña a Herradores.

P.– ¿Qué carteles no le gustan?

R.– Todos los que hagan propaganda ideológica o intenten inducir o modificar el pensamiento de las personas.

P.– Ya puestos, explíqueme el suyo.

R.– Te lo resumo con lo que ha puesto un chico en las Redes Sociales. Espera que lo miro… (Coge el móvil). Este chico ha dicho que es «un verdadero mosaico de sensaciones y sentimientos donde sus piezas ensamblan y coexisten, arrebatándose el protagonismo unas a otras, igual que los días de San Juan».

P.–Hasta hace poco, ¿de docente serio en Escolapias a peñista desmadrado?

R.– ¿Por qué no? Es bueno disfrutar las fiestas de todas formas. Desmadrado tampoco, que luego había que desfilar domingo y lunes. Hoy soy padre y vivo la fiesta de otra forma.

P.– ¿Con la misma capa que llevaba su padre?

R.– No, pero sí vestido de piñorro, porque mi madre es una artista haciendo trajes.

P.– ¿Qué le inspira una bota sanjuanera?

R.– Una bota es una conexión entre personas, yo te doy, recibo… Somos todos iguales, nos podemos manchar pero estamos juntos. (¿Las pinta?). Llevo más de 200, tres calderas y unos cinco banderines.

P.– ¿Por qué la fiesta consigue ser la mayor movilización social de Soria?

R.– Porque ahonda en muchas raíces. La hemos mamado y es parte nuestra.

P.– Ver a su padre convertido en Playmobil tiene tela…

R.– Fue gracioso, sí, y divertido, la verdad. Me mandaron una foto pidiéndome permiso. Y vuelvo a repetir que para mí es un orgullo.

P.– Aclárenos, ¿de dónde viene Gallarón?

R.– Mis abuelos tenían un terreno donde había gallas, un árbol, y de ahí proviene Gallarón. No es apellido.

P.– Lo del cohete que le explotó en la mano a su padre ¿es leyenda o realidad?

R.– Fue en las fiestas de San Saturio con 18 años, con uno que estaba defectuoso.