Heraldo-Diario de Soria

Las lluvias anticipan la subida desde el Duero

Las fiestas se despiden con una tarde de truenos y constante agua, que acelera la subida de los sanjuaneros tras la imposibilidad del concierto de la Band

Publicado por
JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO
Soria

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Más que en la bajada de Las Bailas la escena de la celebración que acaba los sanjuanes estaba ayer en la subida, no oficial pero obligada. Cuando se comprobó que no había remedio con la lluvia y que la Banda no podía tocar en esas condiciones (la agrupación que dirige José Manuel Aceña comunicó a eso de las siete veinte su pesar ante la imposibilidad de amenizar una de sus citas más queridas), comenzó el regreso a las calles desde San Polo. En el camino, paraguas, y se notaba que la venta de chubasqueros había hecho su agosto. Muchísimos también aguantando sin más el agua que caía del cielo.

Pasaban unos minutos de las cinco de la tarde y la Banda de Música iniciaba el camino desde Mariano Granados hasta la plaza Mayor. Los sanjuanes encaraban su recta final a los sones de ‘Las Bailas’ y ya a esa hora quedaba claro que la tarde iba a ser mojada y se miraba de reojo a un cielo que el nublado iba cubriendo. No sorprendió que aún concentrada la multitud en la plaza Mayor chispeara y al rato hubiera casi que despejar por una constante llovizna. Truenos en la altura y no acababa de romper la fuerza de la tormenta. Ni llegó a hacerlo como en otras ocasiones para dar paso a una tarde despejada.

Si el Lunes de Bailas tiene dos caras, la formal de la procesión de la mañana y el multitudinario jolgorio que bulle por la tarde en la bajada a San Polo y la estancia junto al Duero, ayer el tiempo se sumó al contraste y además no hubo mucho que hacer en el río. Sol mañanero y nubes, frescor y agua por la tarde. Aunque esto no impidió que, siguiendo la costumbre, se arrojara a los sanjuaneros desde algunos balcones. Abajo, color de las peñas, bolsas y mochilas con las meriendas, carros con algo más que el refrigerio para el río y bastante alcohol y unos celebrantes de todas las edades hermanados en una compacta muchedumbre. En algunos casos con las huellas del cansancio acumulado.

Que la ola de calor diera un respiro y que el sol a ratos se tapara no quiere decir que el ambiente fuera poco achicharrante en la procesión de la mañana, con trajes y vestidos de negro respeto y pesados ropajes tradicionales conduciendo a los santos a la Soledad, donde ya esperaba la Virgen de la Blanca. Continuidad de la celebración religiosa con el homenaje a La Blanca en la plaza Mayor, ramos de los Jurados para la Virgen y pleitesía de los santos con la excepción del Salvador y, lógicamente, La Mayor que aguarda. Tras el paso, la solemnidad musical se transforma en festiva (con alguna confusión sobre cuándo dar este paso) y las Cuadrillas inician el largo recorrido por las calles de sus barrios.

Ya sólo quedaba esperar a juntarse de nuevo en multitud para las meriendas y música y bailes en el río. Cosas del tiempo, la celebración quedó a medias, con el espíritu festivo intacto.

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