SOCIEDAD
La prisión con menos ‘paro’ de España donde trabaja el 81%
El sueldo medio es de 380 euros pero algunos llegan al tope de los 800 al mes
Los camiones de Huf España y de Fico Mirrors atraviesan a las 8.00 horas las puertas de la cárcel de Soria, cada día laborable, alguna vez incluso en sábado. Los reciben los presos, ordenanzas, cuya misión es descargar. Decenas de palés donde llegan las piezas de cerraduras, retrovisores, emblemas de marcas de coches como Seat, Wolkswagen, Audi, Porche... Es posible que alguno de los componentes del próximo coche que compremos en el mercado haya salido de la cárcel de Soria y que quienes los hayan ensamblado hayan robado, traficado con drogas, agredido a mujeres incluso sexualmente.
«No tenemos en cuenta el delito, tenemos en cuenta a la persona», señala el director del centro penitenciario de Soria, Segundo Pascual, quien añade que «los internos son personas, privadas de libertad pero no privados de derechos, el de la educación o el de trabajar, y nosotros tenemos que facilitárselo».
De 10.00 a 13.00 horas y de 14.30 a 19.00 horas, es su horario laboral. Liman, ajustan, engrasan, colocan chapas... y a buena velocidad. La sala del taller productivo está ocupada por las máquinas y varias decenas de presos que levantan la mirada, curiosos, pero vuelven rápido a lo suyo. Cobran por producción y el tiempo se aprovecha. No se oyen conversaciones y nadie se distrae. El trabajo hay que hacerlo bien y pronto. «Compromiso de cantidad y calidad», explica el director del centro sobre la relación con las dos empresas que proporcionan trabajo a los internos de Soria. Las piezas son pequeñas y se requiere destreza manual y visual, pero sobre todo «ganas de trabajar y motivación». Y los presos de Soria la tienen, así lo dicen los números y las solicitudes.
Son los propios presidiarios los que solicitan ser trasladados al centro penitenciario de la calle Las Casas por sus talleres. «Reinciden y piden volver aquí. Uno que se había ido de aquí el año pasado volvió hace 15 días porque él lo solicitó», comenta Pascual, quien añade que son muchos los reclusos canarios y andaluces en la prisión de Soria, porque o bien un familiar o un amigo, que previamente también fueron presos, o bien un educador les hablaron de esta opción. El boca a boca. En otras prisiones también hay talleres y son demandados, como las de Ocaña I y II, El Dueso (Cantabria) y en menor medida en Burgos y Topas (Salamanca).
José Luis llegó desde Soto del Real después de haber cometido un delito de tráfico de drogas en Brasil. Los educadores le informaron de los talleres y pidió el cambio. Ahora gana dinero, le da para ahorrar y hasta se ha puesto los dientes. «Dos mil euros me ha costado», afirma con una amplia sonrisa. Está en la cárcel pero, dentro de lo que cabe, está contento trabajando. Y como él muchos otros, porque «sobreviven» dentro y sientan las bases para su futura salida.
Ese buen ritmo de los talleres productivos de Soria ha conseguido que actualmente sea la cárcel con mayor porcentaje de ocupación de toda España, como resalta su director. Actualmente son 169 presos los que llenan las celdas, de los que 102 trabajan en los talleres productivos ensamblando piezas –78 para Huf y 24 para Fico– y otros 36 se encuentran en talleres auxiliares, es decir, los encargados de mantenimiento, de cocina, lavandería y economato. Todo ellos están dados de alta en la Seguridad Social, perciben un sueldo y tienen un compromiso laboral. El 81 por ciento de los reclusos trabaja dentro, lo que convierte a este centro en el de menos desempleo de todos los del territorio nacional.
En el nuevo centro penitenciario, que algunos funcionarios creen que no se abrirá hasta el otoño, el espacio para talleres es «casi un polígono industrial», por lo que caben muchas más posibilidades. Allí ya hay dos funcionarios realizando tareas de coordinación ante la llegada de todo el equipamiento.
Además, en la actual prisión, otras cuatro personas, que ya han conseguido el tercer grado, demuestran buen comportamiento y a los que no les queda mucho de condena salen a trabajar fuera de esas cuatro paredes. Atraviesan las puertas por la mañana hacia el exterior y las vuelven a cruzar por la noche para pernoctar en el centro y los fines de semana son libres. El tercer grado se lo permite. Eso sí, desde el centro penitenciario se hace seguimiento y se comprueba, cada mes, la nómina para justificar. El puesto lo han encontrado ellos y lo deseable es que cuando cumplan su condena sigan en activo.