Heraldo-Diario de Soria

MONASTERIO

'Blas ha matado a Teodora', ponía en la teja

Condenan a un joven pastor por la muerte de una «compañera de oficio», muerta con signos de haber sido estrangulada y golpeada

Monasterio en una imagen antigua.-HDS

Monasterio en una imagen antigua.-HDS

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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«Blas ha matado a Teodora». La inscripción aparecía en la teja con claridad meridiana suficiente para que quien la encontró la presentara en el juicio. Más de un siglo ha pasado desde aquel 22 de octubre de 1907 cuando empezó el juicio contra Blas Esteban Aldea, el Cura, de 19 años, acusado de matar a Teodora Ucero Verde, de 15 años y también pastora. Ambos eran vecinos de Monasterio, una pequeña población soriana que está agregada a La Revilla. 

Fue el 25 de agosto de 1906 el día en que la joven salió de casa de ‘los amos’, Crisanto Martínez Aldea y María Martínez López, para no volver más. La encontraron estrangulada en la Taina de la Casa, adonde se había dirigido aquella tarde con el fin de apacentar el ganado. Tras ella hacía lo propio Blas, que encerraba su ganado en una taina que estaba a unos 150 metros de la que ocupaba la pastorcilla. 

El motivo no quedó claro durante el juicio pero sí cuál fue el resultado: los dos lucharon y el muchacho la golpeó en la cabeza y luego le echó al cuello una cuerda con nudo corredizo y tiró hasta estrangularla. ¿Por qué no accedió a «ciertos favores» que le requirió entonces o días atrás...? No quedó claro. El procesado, de baja estatura, moreno y de ojos expresivos, acudió a la Audiencia Provincial vestido de luto por el fallecimiento de su madre, tal y como narra el escritor José Vicente Frías Balsa en el libro ‘Crímenes y asesinatos de Soria’. 

El procesado negó que hubiera visto el día de autos a Teodora, a la que conocía como «compañera de oficio» y que ese día se encontró con tres pastores cuando se encaminaba a la Fuente de la Dehesilla, que le dijeron que si hubiera llegado antes, podría haber ido con ella hasta la majada. Al día siguiente, el ama de la pastora le preguntó si la había visto, lo que negó al igual que hizo en el juicio. 

El acusado dijo conocer que la pastora estaba disgustada porque la culpaban de arrancar unas patatas en una huerta, y que había amenazado en público con hacer una barbaridad si la llamaban a declarar. Cosa que no hizo falta, habida cuenta de cómo se desarrollaron los acontecimientos. La presencia de arañazos en la cara la justificó con heridas cortando espinos. 

Crisanto Martínez, el amo, y pariente lejano de la difunta, confirmó que había observado su tristeza, si bien él mismo había pagado los daños porque las patatas se las había comido el ganado, agregando que nunca había amenazado con quitarse la vida por tal motivo. 

La joven no tenía hora de volver a casa y los amos no se sorprendieron aquella noche cuando no regresó ya que a veces se quedaba a dormir en la taina. Sí comenzaron a preocuparse cuando no acudió a comer y los pastores afirmaron que no la habían visto. 

Fue el alcalde, Jesús Verde, quien nombró a varios vecinos para que indagaran en el paradero de la joven a quien hallaron en la taina muerta en el suelo. Su esposa se expresó con parecidas manifestaciones, con un añadido: habló de una teja, encontrada por un pastor, que tenía la inscripción «Blas mató a Teodora». 

Mientras, el forense de Almazán (Santiago Ágreda) y del médico de Quintana Redonda (Ignacio Garro) expusieron las lesiones de la muerta, en la cabeza y en el cuello, con las vértebras separadas. En este sentido, dijeron que una persona sola no podría causarlas, abogando por la tesis de que el cuerpo permaneció colgado del cuello y que era difícil que uno solo hubiera podido colgarla. 

La sala se sorprendió por un dato desconocido hasta el momento: restos de una cuerda o correa que dijeron haberse encontrado en una viga. 

El fiscal pidió que los peritos ampliaran su declaración, lo que se llevó a efecto aun con la oposición de la defensa. Sobre el "descoyuntamiento de los huesos» dijeron que sólo podía deberse a que el cuerpo había estado colgado un tiempo o bien a que hubieran podido o tirar de la víctima dos personas a la vez, de la cabeza y los pies. 

Eugenio Cabrerizo, Félix Soria González, Pantaleón Martínez, Antonia García... Pastores y vecinos desfilaron por la sala del juicio, que presenció conmovida las lágrimas del padre de la pastora, y las declaraciones del padre del acusado, más ‘entero’. Ninguna de ellas aportó más información a la vista de la que ya tenía la sala, según se narra en el libro. 

No hubo un veredicto sino dos, a petición el segundo del abogado defensor. De nada le sirvió al ilustre Mariano Granados Campos, ya que la sala creyó culpable a Blas la primera y la segunda ocasión. Fue el 12 de marzo de 1908 cuando el pastor escuchó la pena que se le imponía: 14 años, 8 meses y un día de prisión.

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