Heraldo-Diario de Soria

CERBÓN

Acabó con su hermana de 46 puñaladas

Los padres preferían a la joven y el hermano dijo que lo menospreciaban por no querer ir a trabajar al comercio y quedarse en casa

Imagen de Cerbón.-HDS

Imagen de Cerbón.-HDS

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P. PÉREZ SOLER
Soria

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Fue en abril de 1907 y el crimen conmocionó al pueblo de Cerbón, donde ocurrió, y a todos los de la comarca. La víctima era una joven de 17 años y el autor –de lo que no hubo duda desde el principio-, su hermano, de 21. El deseo del muchacho hacia su hermana, los celos del joven porque ella era la preferida de los padres y su carácter, díscolo y desobediente, pudieron estar detrás de un crimen que sentó en el banquillo a Manuel González Martínez, por matar a Prudencia González Martínez. 

Antes de llegar a aquel 20 de abril de 1907 en que tuvieron lugar los hechos, procede dar unas pinceladas a la azarosa vida del muchacho, que salió de casa a los once años y medio para trabajar en el comercio. Volvió de allí pasados casi seis por recomendación médica ya que estaba enfermo, pero después de curarse no quiso volver al sur y prefirió quedarse ‘en el campo’ y sus faenas.

El verano del año anterior al suceso estuvo en Bilbao trabajando y luego buscó ocupación en otros lugares, para terminar finalmente en el pueblo ayudando a su padre. Manuel era el mayor de tres hermanos; el mediano se llamaba Silvestre y estaba en Almería, trabajando en el sector del comercio; y la menor, Prudencia, estaba en casa. 

El juicio lleno de público las dependencias de la Audiencia Provincial de Soria tal y como cuenta el 

escritor José Vicente Frías Balsa en su libro Crímenes y asesinatos en Soria. Al comienzo del juicio, el secretario leyó las conclusiones de las partes, coincidentes en el relato de los hechos, lo cual no era demasiado habitual. Pero defensa y fiscal concluían de ellos circunstancias muy muy diferentes. 

La primera imagen del juicio nos presenta a un muchacho de rostro inexpresivo y estatura normal que sólo miraba al suelo. 

Iba esposado, vestía pantalón claro, blusa azul marino y un chaleco con remiendos en la espalda. 

El relato de los hechos comienza a primera hora del sábado 20 de abril de 1907, cuando los padres de Manuel y Prudencia se fueron del domicilio familiar. La madre, Marta Martínez, en dirección a Fuentes de Magaña, al entierro de un familiar. Y el padre, Valero González, a cumplir con su cargo de alcalde al Ayuntamiento de Cerbón. 

El hijo mayor se quedó en el portal cosiendo un serón, mientras que la hija se encontraba en la cocina haciendo unas patatas para el almuerzo. 

Cuando llegó la hora, Prudencia llamó a Manuel para que subiese a almorzar, pero no recibió contestación, razón por la que repitió la llamada. Este segundo aviso fue acompañado de un añadido: la joven le dijo que si no acudí, almorzaría ella sola y lo que sobrara se lo daría a los cerdos. Manuel tardó en subir y cuando se dispuso a hacerlo encontró a Prudencia en lo alto de la escalera dispuesta a bajar al corral con las sobras. 

Prudencia y Manuel lucharon primero a cachetes y luego se hizo la sangre: Manuel cogió una navaja que clavó a su hermana hasta 46 veces. La desafortunada joven fue encontrada a la puerta del corral por su padre, ya que quiso escapar de su agresor bajando la escalera pero no pudo llegar muy lejos. 

El hermano se dirigió después a Ágreda.

El Juzgado municipal de Cerbón estableció las oportunas diligencias para localizar a Manuel, que había desaparecido, para lo que dieron el correspondiente aviso a los juzgados de San Pedro Manrique y Ágreda, y también a los puestos de la Guardia Civil. 

Al filo de las tres de la tarde, dos agentes del puesto de Agreda, Andrés Muñoz y Sandalio Sanz, detuvieron en las calles de la villa a un joven con características similares a las que se habían dado de Manuel González.

Coincidieron el fiscal y la defensa a la hora de calificar el delito, homicidio con la agravante de parentesco, si bien su representación añadió las atenuantes de no querer causar tanto daño y la de obrar en un arrebato. Manuel dijo sentir como los padres preferían a la hermana mientras que a él lo maltrataban porque no quería volver al comercio y confesó que un día cogió un cuchillo para impedir que su padre le pegara y que otro había amenazado a su madre porque le insultó. A preguntas de la defensa dijo que en una ocasión había hecho proposiciones a su hermana porque le insultó con palabras que molestaban a su dignidad de hombre, pero prometió no volver a hacerlo después de ser reprendido por su padre. 

Fueron los médicos de Ágreda y Fuentes de Magaña Federico Jiménez Sierra y Agustín Pérez quienes se encargaron de hacer la autopsia a la muchacha y exponer de forma pormenorizada todas las heridas que tenía: 46, la mayoría de ellas en la parte superior del cuerpo, en el cuello y en la cara y la cabeza. De ellas, 39 eran leves; dos graves y cinco, dijeron, mortales de necesidad. Explicaron que la mujer tenía una constitución endeble y que había luchado con su agresor. El informe pericial agregaba que no se halló nada anormal en las partes íntimas de la chica. 

La madre se acogió a su derecho de no declarar y sólo dijo que su hijo era bueno hasta que regresó de Andalucía y que Prudencia se le había quejado por las proposiciones del hermano. El padre, sin embargo, sí declaró y lo hizo en contra del acusado. 

Dijo que volvió de Almería totalmente cambiado y que cuando regresó no le preguntó por su madre ni la hermana y que trabajaba poco. Otros testimonios fueron los de Isidro Jiménez, jornalero de Cerbón, que vio al acusado el día del suceso con las manos y la ropa manchadas de sangre, y los del matrimonio de Fuentes de Magaña al que fue a visitar la madre, para decir que había vuelto a Cerbón porque los chicos se habían quedado solos. 

El fiscal ratificó sus conclusiones provisionales, mientras que la defensa, ejercida por Julio Soria, modificó las suyas retirando algunas atenuantes. No obstante, la defensa hizo todo un alegato a favor de su defendido diciendo que si se le creía en la exposición de los hechos, se le creyera también al decir que los padres preferían a la hija, recordando que sólo había que oír sus declaraciones. Ello no le salvó de una condena de 20 años de cárcel.

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